

Fernando Miranda: «La urgencia de lo público»
Egresado el 2007 de la carrera de Arquitectura, Fernando Miranda ha desarrollado un largo recorrido trabajando en el sector público, al cual llegó de manera indirecta. Fue uno de los último titulantes de Fabio Cruz, pero tras su fallecimiento se unió al Taller de Título de Salvador Zahr, quien en ese entonces tenía un trabajo en curso de los entornos patrimoniales integrados de Valparaíso, en el marco de la elección de la Ciudad Puerto como Patrimonio de la Humanidad. Después del título, trabajó en una consultoría que hacía la PUCV a la Municipalidad de Valparaíso, relacionada al programa de Recuperación y Desarrollo urbano de la ciudad, que venía desde la Subsecretaría de Desarrollo Regional. Recaló después en la Dirección del Plan Maestro de nuestra universidad -ahora inexistente-, que producía y desarrollaba todos los edificios e infraestructura institucional, como el Campus Curauma o el Edifico de Extensión de Santiago.
¿En qué se encuentra tu desarrollo laboral actualmente?
Trabajo en la Seremi de Vivienda y Urbanismo, en la Región de Valparaíso, como Coordinador Regional del Programa para Pequeñas Localidades del ministerio, y que nació el 2016. Mi área de trabajo tiene que ver con localidades pequeñas, generalmente sectores costeros o rurales que están en competencia con las cabeceras comunales, y que muchas veces tienen déficit de condiciones urbanas. Hay un tema de migración campo-ciudad, donde el primero no tiene oportunidades de desarrollo y empieza un abandono de estos pueblos. Antes, Desde 2012 hasta 2020, estuve en el programa de recuperación de barrios, el “Quiero mi Barrio”, que en el fondo es hacer un proyecto de intervención urbana y social en barrios vulnerables de la región. Había que elaborar planes maestros, desarrollo de proyectos, de iniciativas, y trabajar con las comunidades, todo muy participativo, muy de la mano con la gente.
¿Cómo impacta tu labor en la sociedad/comunidad?
Este programa es súper rico, porque se plantea la elaboración de un plan de desarrollo que tiene la intención de recoger la pertinencia local y llevarla a un punto que permita a la gente pueda desenvolver sus actividades económicas en el lugar. La arquitectura y urbanismo se ponen al servicio de estas localidades, para permitirles crecer y que no se pierdan las tradiciones, los valores rurales, todo un tema que nace desde la Política Nacional de Desarrollo Rural, que viene a proteger a estos espacios, pero también llevarlos a un tema más modernos, o que perduren en el tiempo. En ese sentido, tiene mucho que ver con la vinculación con las comunidades, en el tema que reconozcan su valor, y que puedan proyectarlo en algo que a ellos les quede. Eso me hace total sentido, es tratar de fomentar prácticas urbanas, la convivencia, el buen uso del espacio público, la valoración de la ciudad.

¿Qué elementos debe tener un arquitecto que quiera trabajar en el servicio público?
Es un equipo donde hay geógrafos, arquitectos, asistentes sociales y sociólogos. Por lo tanto, se hace una mirada conjunta, hay un trabajo multidisciplinario sobre un territorio. Cuando estamos en la Escuela salimos muy ombliguistas, pensamos que la palabra del arquitecto es la palabra fundante y nada más. Pero en el servicio público te das cuenta que hay más personas, más puntos de vista, más miradas, y eso enriquece el lenguaje y tu manera de ver las cosas. Creo que el servicio público necesita arquitectos de la Escuela, o jóvenes recién salidos, para poder nutrir de mejor manera las acciones que se hacen acá, porque se entiende que el trabajo de lo público tiene esa urgencia. Estás en un programa y tienes que intervenir una serie de territorios, y tiendes a repetir o a hacer cosas ya hechas. Estos espacios dan lugar a mucha innovación, cuando llegan chicos recién titulados, traen consigo esa idea de innovar, cambiar la mirada, otros enfoques, y eso es muy rico y se agradece.
¿Cuál es tu mirada respecto de cómo se inserta la arquitectura en Chile?
En el estallido nos dimos cuenta que había una necesidad de comunidad, que se vio reflejado en la ciudad: era soporte de lo común; un arquitecto tiene que tener una mirada en torno a eso. La ciudad se abría para poder contener esos momentos. Con la pandemia fue todo lo contrario, pasamos de querer estar afuera y verse con los otros, y nos metimos para dentro, dándonos cuenta de la otra realidad de la ciudad, que es la casa propia. Ahí aparece un contrapunto bien fuerte, bien drástico: hay una lección de la ciudad pensando en lo común. Te das cuenta, por ejemplo, que en Viña no hay una biblioteca, no hay equipamientos culturales que permitan que la gente se una en algo que no sea comprar. Hay un hacer ciudad súper funcional a un sistema. Ves una comuna segregada, donde hay algunos que lo tienen todo y no necesitan de lo público, por tanto, no lo valoran, y hay otros que sí requieren de lo público y están dispuestos a valorarlo más. Ahí está el rol de la ciudad como soporte, y que nos podamos reconocer como sociedad.
Según tu experiencia, ¿Cuál es la esencia de nuestra Escuela?
Tiene que ver con el valor de la palabra, de la observación de lo particular; de que a partir de la observación tú puedes plantear un punto de vista original, porque ninguna es igual a la otra. Podemos estar en el mismo lugar, y tú te puedes enfocar en una y yo en otra, lo que abre dos puntos de vista distintos. Esa vinculación con la palabra, que es el porqué de las cosas o cómo tú te planteas el ingreso a un proyecto, son las dos cosas más valiosas que me ha dado la escuela. La manera de pensar y de enfocar al enfrentarse a una problemática, que pude ser resuelta con un proyecto.

¿Qué elementos distintivos de la e[ad] crees que se impregnaron en tu forma de hacer las cosas?
Me gusta mucho lo que nos decía Fabio, que cuando haces un proyecto tienes que nombrarlo, con la palabra le estás dando una tarea; a mí eso me resuena hasta hoy. Cuando estamos trabajando acá, es muy fácil decir vamos a hacer una plaza ¿Pero para qué? ¿Qué es esto? Nombrémoslo, así no queda otra que construirlo. Me ha pasado en diseños participativos, con vecinos, que hemos llegado a definir qué es lo que necesitan y los llevamos a plantearse esto. Pasa que en los barrios tenemos situaciones súper concretas y, por ejemplo, quieren pavimentar porque hay un micro basural, y además construir un techo para que haya sombra; se genera un espacio nuevo. Generas un recorrido que resulta en una discusión de la palabra, o a construir una especie de fundamento, y hasta el día de hoy tratamos de buscarle un fundamento a lo que hacemos. Para mí es clave el sustento de la palabra en el desarrollo de las iniciativas, porque te das cuenta que tienen un fundamento detrás.
¿Qué es lo que más recuerdas de tu paso por la escuela, más allá de las clases?
Los amigos. Teníamos un grupo que fuimos súper unidos en la universidad, que sigo viendo y que son muy importantes en mi vida. Entonces las conversaciones de patio, las travesías, sobre todo, que eran con el mismo grupito. El patio de la Araucaria, estar ahí mirando el mar, es uno de los recuerdos más lindos que tengo. Además, el trato con la gente de la Escuela: Guillermo en la Biblioteca, con la Elsa, con el Mario en la cafeta, la relación que teníamos con Ritoque con la cultura del cuerpo, los campeonatos de fútbol. Creo nosotros inventamos los campeonatos cuando estábamos en la Escuela, de hecho, las amigas del grupo querían tener uno propio y se inventó un campeonato femenino de fútbol, y fue mucho mejor, las chiquillas hasta tenían barras. No sé si lo inventamos, pero con el Flaco Reyes partimos con los campeonatos porque ese año recién se había inaugurado La Vega; cuando estuve en primero nos encargamos de plantar el pasto en ese lugar.
¿Qué consejo le darías a las generaciones que están egresando este año?
Que hay más cosas afuera. La Escuela no lo es todo, y no es la única manera de ver la vida. Mi consejo es la apertura, en el ejercicio profesional estar abierto a que te entren otros conocimientos; tomar lo que te entregó la Escuela, y fundirlo con otras cosas para generar tu propio punto de vista. Porque uno sale muy marcado con ese punto de vista de la e[ad], que puede ser positivo, ya que es lo fundamental y lo más bonito que tiene la escuela para entregar, lo que la hace distinta. Pero cuando tú lo mezclas con otras experiencias, es enriquecedor. Ese es mi consejo: salir al mundo con apertura y con ganas de que esa mirada se enriquezca.
Si tuvieras que asociar una frase a la Escuela, ¿Cuál sería?
Vivir en lo abierto.