Carolina Hiriart: «Vida, trabajo y estudio»
Egresada el año 95′ de la carrera de Arquitectura, Carolina Hiriart llegó desde Santiago a la región de Valparaíso. Reconoce que su paso por la e[ad] “fue la etapa más plena, un espacio de estudio netamente centrado en eso, donde tus responsabilidades eran dibujar y pensar, disfrutar de la vida, carretear, encontrarte con los amigos, descubrir la belleza, entrar y salir de alguna u otra crisis”. Tras residir en Viña del Mar, y trabajar constantemente en la capital, decidió volver a su lugar de origen por los constantes viajes laborales que realizaba. Hoy tiene su propio estudio de Arquitectura.
¿En qué se encuentra tu desarrollo laboral actualmente?
Tengo mi oficina de Arquitectura. Siempre he tenido una actividad profesional empresarial, independiente. Cuando salí de la Escuela entré a trabajar a una inmobiliaria en Valparaíso, y fue horrible la experiencia, no tenía nada que ver con lo que yo había aprendido en la Escuela. Esa de lo súper pleno al aterrizaje forzoso en una inmobiliaria, que lo único que ve son cosas con las cuales no tiene afinidad valórica, fue una experiencia como un palo en la cabeza, y dije no estoy para este tipo de cosas, renuncio y me voy a buscar mis propios clientes, contra la opinión de todos. Empecé a hacer arreglos en departamentos, en casas, filtraciones, techos y conseguí ser contratista de Salcobrand.
¿Qué es lo más difícil que te ha tocado llevar como independiente?
La academia es un mundo paralelo al mundo del trabajo. Como que se tocan en un punto y se vuelven a separar, son paradigmas súper distintos. La academia está en una burbuja de la teoría, que cuando uno estudia es muy linda, pero cuando sales y tienes ambiciones, te encuentras con que no sabes cómo cobrar, o ninguna jerga de la parte financiera, nada. La academia no te enseña esas cosas, y es distinto, porque en muy corto tiempo ha cambiado mucho, sobre todo la velocidad de los hechos. Antes, en los 70’, la academia y el mundo del trabajo podían tener más similitudes, porque te vas adecuando de a poco al mundo laboral. Pero hoy día el paradigma chileno es bastante emprendedor, hay mucha gente que le gusta tener su propio negocio y no sabe cómo manejarlo.
¿Cómo impacta tu labor en la sociedad?
Es un impacto del tipo solución. Hay alguien que tiene una problemática, necesita que alguien se la resuelva con gracia, belleza, honestidad; con ciertos valores propios que le pertenecen a esa familia o a esa persona. No es una solución estandarizada, mi oficina no se dedica a hacer 120 casas en un predio, no va enfocado a la maximización, si no que va enfocado a la personalización. Son esas cositas de remodelar mi terraza, los baños, que son más chiquititos, pero están llenos de detalles, y eso que no soy muy del interiorismo, pero si alguien lo solicita, tengo que saber leer y entender las características que quieren utilizar. Soy más de dar mi opinión, pero es parte de aprender a tratar el otro, con una mirada cordial y comprensiva.
¿Cuál es tu mirada respecto de cómo se inserta la arquitectura en Chile?
La Arquitectura debe tener un origen para tener una conclusión, que nunca llegará. En un momento me imagino que el ser humano descubrió el residir en un interior, donde esté resguardado, tranquilo y a salvo. Así es como de una cueva, de donde sacaste al oso con palos y fuego, empezaste a armar ciertas comunidades, se amurallaron ciudades, se desprenden las cosas afines a un momento histórico y social. La Arquitectura tiene que ver con ser consciente del medio, no en los términos del cambio climático, si no que siempre debe haber un respeto y conocimiento de tu entorno, porque yo voy a usar los materiales que me provee la naturaleza, los voy a transformar y no puedo derrocharlos, porque todos son recursos que vienen de la Madre Tierra y debemos respetarla. Eso es conocer qué es lo mejor para el máximo aprovechamiento y menor impacto de los recursos. La Arquitectura es el hogar, el lugar donde te reconfortas, te resguardas y debe ser resonante contigo.
Según tu experiencia, ¿Cuál es la esencia de nuestra Escuela?
La Escuela estaba profundamente centrada, en el buen sentido de la palabra, en el ser humano. No en el afán de que este puede arrasar todo, por la cúspide de la creación, si no que el ser humano tiene una responsabilidad porque tiene un tipo de consciencia diferente del resto de seres que habitan la tierra; los animales, por ejemplo, tienen otra consciencia, no usan palabras. Entonces nosotros somos capaces de nombrar, definimos las cosas y las ordenamos según nuestro criterio. No estamos en armonía, porque hacemos lo que nos da la gana, para bien o para mal. Los animales siempre lo están porque no proponen un orden distinto; nosotros sí y uno se hace consciente de eso en la Escuela, que te va mostrando que con nuestro pensamiento vamos desarrollando un método creativo que se transforma en un mundo, y ese mundo tiene que tener una coherencia, la cual puedes encontrar en las matemáticas, en la música, en el talud natural del cerro. Vas teniendo una observación de la naturaleza para poder nombrarla, observarla y hacer un proceso creativo que identifique tu hogar, tu entorno.
¿Qué elementos distintivos de la e[ad] crees que se impregnaron en tu forma de hacer las cosas?
En esa época se hablaba de vida, trabajo y estudio. Eso me encantó, era tan unificador, por eso la experiencia en la inmobiliaria me pareció tan patética. Me gustó la idea de tenerlas juntas, porque yo me invento mi propia oficina, yo me busco mis clientes, yo soy el gerente y el peón. Así puedo visitar todos los espacios del tiempo y las actividades del trabajo, de jugar con todos los roles, puedo estar en todas partes, lo que me permite ir estudiando; en cada lugar uno puede descubrir algo nuevo y cada persona te puede enseñar cosas, todo puede resultar ser algo que, con el paso del tiempo, lo puedes utilizar.
¿Qué es lo que más recuerdas de tu paso por la escuela, más allá de las clases?
El Patio de la Palmera en sí es una zona de recuerdos. En la época donde estudié construyeron el casino, por lo que el espacio se agrandó. Tampoco tenía los vidrios que hay hoy, te podías caer y te morías, pero nunca nadie se cayó, porque hay magia en todo. Nosotros nos parábamos al borde, porque éramos jóvenes temerarios. Lo que me queda es la amistad, mis amigos permanentes son de la Escuela, muy queridos y no he dejado de tener contacto con ellos. Yo recuerdo la amistad, la alegría, era súper pleno todo. La vida social era súper intensa y entretenida, las fiestas de la Escuela eran las mejores, muy buena música y bailábamos mucho, además que había actividades muy interesantes, como encuentros de jazz, banquetes, inauguraciones, el acto de recepción a los alumnos de primer año, todo muy acogedor.
¿Qué consejo le darías a las generaciones que están egresando este año?
La parte de las finanzas es poco tratada en la academia y es algo súper sensible, son paradigmas distintos. Creo que es la falencia más grave, así que les diría que se den cuenta de este mundo, que tiene una relación concreta y directa con el éxito de un proyecto. Uno tiene que verlo porque es uno el que está inventando ese proyecto; la idea es lo primero, luego lo material: nada de lo que hay no fue aterrizado en un sinnúmero de capas que tuvieron que ver con hacerlo posible, en cuanto a dinero, materia, personal, tiempo, coordinación. Cuando salgan, dense cuenta que hacer arquitectura tiene asociado un orden económico, y cualquier cosa mal calculada pone en riesgo el término exitoso de la obra.
Si tuvieras que asociar una frase a la Escuela, ¿cuál sería?
La Escuela es un horizonte que se abre ampliamente.