septiembre 17, 2022

María Angélica Suazo: «La maleabilidad de la formación como un bien preciado»

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María Angélica Suazo es Directora de la Secretaría Comunal de Planificación de la Municipalidad de Quilpué. Arquitecta de nuestra Escuela, ingresó en 2005 y salió de las aulas de Matta 12 en 2010. Aunque reside en la ciudad del Sol hace algunos años, se considera siempre viñamarina. Una persona sin muchos matices -dice-, dinámica a veces y otras no tanto. Inquieta es una buena palabra para describirse, cuenta. «Me ha pasado que me he encontrado con profesores ahora, desde el rol en el que me encuentro, y siempre me dicen ‘Ah, tan inquieta como siempre». Le calza super bien.

¿En qué se encuentra tu desarrollo laboral actualmente?

Estoy a cargo de la Secretaría Comunal de Planificación de Quilpué. Llevo poco más de un año, con el cambio de administración que hubo en el municipio, en el cual fui invitada para participar del equipo y me siento súper afortunada de poder tomar un rol distinto al que tenía, respecto del oficio de arquitecta. Llevo varios años desarrollándome de cabeza en el servicio público, cosa que me encanta y creo firmemente en el rol del profesional en este ámbito y lo que puede lograr un arquitecto ahí, lo que puede contribuir. Me han dado la tremenda oportunidad de tener un equipo súper grande, colaborativo y muy profesional, profundamente apañador en todo lo que respecta llevar la planificación de una comuna, en todos los matices que ello conlleva.

¿Cómo se gestó tu llegada al servicio público?

Cuando estudiaba las prácticas no eran obligatorias y unos compañeros empezaron a realizarlas. Eso llamó mi atención, e hice una práctica voluntaria de varias semanas durante el verano en la Dirección de Arquitectura del MOP. Fue cuando me inserté en un mundo que desconocía totalmente. Porque el ámbito de la Escuela tiene otra orientación respecto a la profesión de la arquitecta; conocí otras escuelas y otros profesionales que tenían otro sentido y vínculo con el medio laboral. Empecé a desarrollar un camino donde me pregunté, también, por qué no puedo ser independiente, y en un arranque muy intenso que tuve se me ocurrió hacerlo por dos años y lo pasé pésimo. Me di cuenta que mi biotipo no se condice con dichas labores, fue súper duro descubrirme como en la incapacidad de poder proyectar lo que podía ofrecer. 

Y en ese constante pensar sobre lo que podía hacer, me fui a la Municipalidad de Zapallar, a la SECPLA también, y estuve más de un año allá. Surgió la oportunidad de ir a trabajar al SERVIU, donde estuve cerca de 6 años y descubrí otra veta aplicando normativas muy estrictas que, finalmente, era interpretación de la ley, no había dobles lecturas en eso. Me tocó participar en la Cámara de Diputados, en la comisión de vivienda, como apoyo regional en una modificación a un proyecto de ley en lo que yo hacía. Ahí hice un poco el clic y dije que no estoy saliéndome del molde, porque se espera que el arquitecto haga ciertas actividades más creativas, más de planificación y no estas, si no que encontrando otro camino.

¿Cómo impacta tu labor en la comunidad?

El rol, sea la profesión que tenga el cargo, creo que va siempre dependiendo de cómo lo tomas. Entonces el impacto que se puede tener en la comunidad, uno lo va a ir evaluando en la medida que se va insertando en ella. Sin una inserción en la comunidad es muy difícil tener una primera lectura para poder hacer un diagnóstico, luego un análisis, evaluar y que decante en la futura toma de decisión. Es importante introducirse en el ambiente, nutrirse del resto de los compañeros; en este sentido yo llevo un equipo y no puedo pretender que voy a descubrir la rueda. Voy a colaborar y ser capaz de gestionar en conjunto con lo que ya se está desarrollando.

Claramente puedo tener una lectura independiente y con eso va tomando fuerza también lo que pueda observar de la comunidad. Pero el impacto muchas veces es directo y, si bien en el SERVIU yo no pude tener un impacto directo porque eran procesos muy largos, el impacto de la planificación comunal es directo, para bien y para mal. Hay que ser súper cuidadoso de las expectativas, el manejo de ellas es muy importante porque, finalmente, en base a ello la gente proyecta su vivir. Es súper inhumano jugar con las expectativas del resto.

Con todos los cambios sociales que han ocurrido ¿Cuál es tu mirada respecto de cómo se inserta tu labor en el Chile actual?

Primero va en un tema de ser un ente dialogante, más aún si uno está en un servicio público, con un cargo directivo. Creo que es parte de la responsabilidad civil entrar en conversaciones con el otro para saber en qué situación está. Primero es reconocerse frente al otro, y poder establecer un puente para poder generar cosas. Y en ese proceso, creo yo, la Arquitectura te da una herramienta muy buena, que es una multiplicidad de miradas que se pueden ocupar muy bien para llegar a la gestión, o que se ocupen como un catalizador. 

Y ese catalizador que uno busca generar en el territorio va a poder decantar en procesos que vayan en pos de la comunidad. En esa misma linea el estallido, que es más fuerte y nos toca más directamente, como la pandemia que es un poco más tangencial, porque nosotros ya veníamos con un proceso revolucionario sobre como entendíamos la política y cómo podemos gestionarla, y expresarla por los demás, creo que el catalizador es tratar de ver estos modelos de romper desde dentro las formas. 

El constante cuestionamiento y la búsqueda del bienestar, de un mejor devenir, tiene mucho de poético también. Finalmente, la poesía nos entrega aquello que la técnica no lo hace evidente.

Según tu experiencia, ¿Cuál es la esencia de nuestra Escuela?

La esencia de la Escuela es ese constante no saber qué viene, ese futuro sin develar, la proximidad oculta en que uno siempre tiene que estar en una constante vigilia, tanto en lo académico, que me pasó mucho, como en la experiencia, y eso también se replica ampliamente en las travesías. O sea, yo vi profesores cabalgando dándose vuelta en un río, porque el agua tapaba al caballo por completo. Es un constante asombrarse, es una experiencia muy bella.

¿Qué elementos distintivos de la e[ad] crees que se impregnaron en tu forma de hacer las cosas?

Hay dos conceptos: la versatilidad y la creatividad. Ya que, si bien no me considero una persona muy creativa, porque mi camino no es proyectar arquitectura, la versatilidad, de la mano de la creatividad, te puede llevar a un campo mucho más abierto, donde puedes tú de verdad desplegar tu quehacer y saber que puedes hacerlo. Mientras antes lo reconozcas es mucho mejor, porque en el fondo te vas a dar muchas más oportunidades de buscar una manera para desplegarte en el campo laboral. Yo creo que es medular en la formación de los alumnos descubrir eso, de saber que no es necesariamente un rol el arquitecto que proyecta la arquitectura, o es tu destino al salir de la Escuela; creo que eso es muy importante.

¿Qué es lo que más recuerdas de tu paso por la escuela, más allá de las clases?

Dentro del aula recuerdo la colaboración y el compañerismo, muchos amigos los hice el primer mes de clases. Con ellos uno va viendo las distintas vetas que va tomando la arquitectura en el campo laboral, también vas verificando que hay un camino que, si bien no es el tuyo, es en paralelo y se complementan muy bien. Y compartimos un vínculo, un vínculo que se forjó estudiando, maqueteando, sacándose las pestañas cuando éramos súper cabros.

La colaboración, el compañerismo y la coordinación un poco innata que se da en las travesías puede marcar a cualquiera, por ejemplo. Las travesías son una especie de atemporalidad increíble, yo tengo los mejores recuerdos de mis travesías, me pasaron muchas cosas a nivel personal en todas ellas, y fueron muy desafiantes, muy distintas.

¿Qué consejo le darías a las generaciones que están egresando este año?

Más que un consejo, debiese ser un lineamiento base para el desarrollo de la profesión una vez egresados. Creo que es importante tener en consideración que existen más formas de hacer arquitectura en la ciudad, en el territorio, con gente, con la naturaleza, con los movimientos políticos, donde uno sienta que pueda ser parte y articular nuevos modelos. Creo que esa apertura profesional es un valor agregado, y que va a poder posibilitar ser un profesional mucho más dinámico a la hora de analizar y resolver problemáticas o desafíos, o entablar oportunidades con el otro al momento de desarrollarse laboralmente. La maleabilidad de la formación, tanto en diseño como en la arquitectura, es un bien preciado en el campo laboral, y en el servicio público súper escaso por lo demás.

Si tuvieras que asociar una palabra a la Escuela, ¿cuál sería? (apelar a lo poético)

Es un vínculo de pertinencia sin -necesariamente- ser parte.

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