septiembre 24, 2022

Marcos García: «El diseño que se mueve en sutilezas»

Categorías:

Hijo de profesores normalistas, Marcos García indica que de ahí proviene una cercana relación con la docencia. Al mismo tiempo su padre tallaba la madera, algo que heredó naturalmente y por lo que se concibe a sí mismo como un “pica palos”. Entró el ‘86 a la universidad, siendo el primero en hacerlo en su familia. Por consejo llegó a Arquitectura inicialmente, pero le bastaron dos semanas para dar el paso hacia Diseño Industrial; su oficio. “Principalmente porque los arquitectos estaban dibujando el horizonte, y yo estaba maravillado con que los diseñadores estuvieran dibujando pájaros y caballos”, afirma.

¿En qué se encuentra tu desarrollo laboral actualmente?

Soy académico de la Universidad Austral de Chile. Junto a Daniela Caro diseñamos la carrera de Diseño, en un equipo donde también participó Elisa Cordero, que estaba en la Escuela de Arquitectura en ese tiempo; a nosotros nos fue encargado hacer la malla. Hoy está el quinto año a punto de titularse y dar su tesis de grado. Antes fui veinte años académico en la Universidad de Los Lagos, en la carrera de Diseño, y también llegué a ocupar la dirección del Departamento de Arquitectura y Diseño de esa casa de estudios. Bueno, y antes de eso hice 5 años clases en la e[ad]. Egresé de Diseño Industrial y me titulé junto a Arturo Chicano, mi gran amigo, e inmediatamente nos ofrecieron hacer clases en la Escuela.

¿Cómo se gestó tu llegada a la docencia?

Tiene que ver mucho con el amor al oficio, o a lo que impactas tú en las personas. Con mis padres, por ejemplo, siempre se habló de los estudiantes y educación en la mesa. Cuando salgo de la carrera y me contratan en la Escuela, yo no sabía ni tenía muy claro cómo me iba a desenvolver en esta área. De hecho, yo renuncié cinco años después porque me sentía muy inmaduro; me titulé a los 21, y empecé a hacer clases a esa edad, enfrentándome a compañeros que eran mayores y con los que había entrado, que habíamos trabajado juntos en un par de asignaturas, y esta realidad fue fuerte. Después de dos años trabajando en mi propia empresa, descubrí que el goce estaba en el descubrimiento y que quería volver a la docencia. Ahí me llamaron desde Osorno para proyectar la escuela de Diseño en la Universidad de Los Lagos.

¿Cómo impacta tu labor en la sociedad?

Me siento afortunado de poder intervenir en el modo en que otras personas van a encarar el mundo, su realidad. Instalando algunas herramientas que hoy en día se llaman competencias, para ver la realidad y transformarla, construirla, porque nuestra labor, diseñadores, arquitectos y otros, es configurar, dar forma. Y para hacer eso tienes un compromiso con el material, o con el formato que trabajas que es muy grande. Entonces, quién eres tú, cómo te expresas asumiendo esa realidad que no es solo material si no en relación a otro. Enseñar, poner a disposición contextos para que otra persona se desenvuelva y se desarrolle desde un punto de vista de la capacidad de crear, haciendo un bien, un bienestar al desarrollo humano. Es una oportunidad tremenda de colocar espacios de experiencias a otros para que descubran sus potenciales de crear.

Con todos los cambios sociales que han ocurrido ¿Cuál es tu mirada respecto de cómo se inserta el diseño en Chile?

Creo que vivimos en un tiempo vertiginoso, y este vértigo tiene que ver con que la tecnología acelera los procesos. Pero eso nos modifica en la forma, no en el fondo. Y en el fondo tenemos que andar con un poquito más de cautela, porque los grandes cambios se producen a paso de Paloma, como lo planteaba Godo muchas veces, “las revoluciones se hacen a paso de paloma”; no es de él propiamente, pero me quedó muy grabado. Y lo que pasa actualmente es que se han sobre exacerbado los peaks de cambio. 

Creo que el diseño se mueve en las sutilezas, lo que ha cambiado son los escenarios emergentes, las nuevas realidades, la capacidad de ver el futuro, la predicción, todo en una dimensión tecnológica. Si no somos capaces de distinguir esas sutilezas tú puedes construir realidad a puro parche, a puro exacerbar lo que ves.

Según tu experiencia, ¿Cuál es la esencia de nuestra Escuela?

Si uno lo tuviera que definir en seco es la observación. Es el invento de la metodología de la observación, la verdadera, que hoy día está desfigurada a mi gusto, en términos de encontrar definiciones que no se condicen con el actuar observando. Está muy manoseado el concepto de observación muchas veces, pero para mí es la metodología de la observación como la plantea Alberto Cruz, que esa es la esencia metodológica que es trascendente; trascendente en el tiempo, en el oficio, en todo. Pero hay otras dimensiones que tienen que ver con la cultura, cuando se planteaba en esos años vida, trabajo y estudio. 

La convicción en la obra, por ejemplo. Uno estaba convencido, tenía convicción y certeza a propósito de la obra. Y recuerdo otro concepto, valiosísimo, que lo planteaba Fabio Cruz y que no lo entendí hasta mucho después, que era la Santidad de la obra. Cuando uno de verdad lograba una obra de calidad plena, uno se sentía un mero instrumento, porque ella tenía que ser, tenía que existir. Uno como oficiante es mediador, es instrumento para obtener una obra de alta calidad. Uno se debía preparar para eso.

¿Qué elementos distintivos de la e[ad] crees que se impregnaron en tu forma de hacer las cosas?

El respeto por el oficio, primero que todo. Retirar los egos del hacer, cosa que es muy difícil. Se critica mucho que las obras vienen firmadas, vienen con el dejo y la huella de cada uno, y cuando uno se trata de distanciar de eso o está en la permanente pregunta, el permanente cuestionamiento de lo que haces y cómo lo haces, creo que ahí siento que estoy siendo fiel a esta formación. 

Boris planteaba el concepto de fundación en las travesías que me tocó vivir, fui ayudante mucho rato de él y tuve muchas clases con él, me entregó una enseñanza que tiene que ver con el rigor. A cada uno de los profes les agradecería, cada uno tiene un tinte que nos dejó marcado en muchas dimensiones. El hacerse responsable, el hacerse cargo de la pregunta y la respuesta, entender el ciclo completo, hacerse cargo de una obra en consistencia y coherencia.

¿Qué es lo que más recuerdas de tu paso por la escuela, más allá de las clases?

Tengo experiencias distintas: como estudiante y como profesor. Diría que, de la Escuela, cuando terminábamos los talleres y salíamos con Chicano, discutíamos y se armaba un grupo en torno a nuestra discusión de cómo hacer los trabajos. Entonces la comunidad de estudio se formaba: entender que éramos todos, que trabajábamos juntos en un mismo encargo y que cada uno podía hacerlo propio. Esta capacidad y posibilidad de discutir a propósito del oficio, en ese minuto que no éramos más que estudiantes pero hablábamos de lo que se estaba haciendo para que cada uno construyera su propia realidad, era una relación personal e intelectual muy llena de emoción. En la Escuela no tenías una tarea, en la Escuela tenías un desafío, y se te puede ir la vida en ello. Yo creo que lo más importante es que siempre se me fue la vida en ello.

¿Qué consejo le darías a las generaciones que están egresando este año?

Respeto, respeto al oficio, y saber que la Escuela es la indicación de un riel donde puedes transitar. Pero la formación no se completa en la universidad, te coloca una pauta, una línea que tú puedes seguir o no seguir. Créanse transformadores de la realidad y que pueden hacer las cosas bien, sean consistentes y coherentes, modifiquen realidades, son capaces de modificar la realidad de ellos y de otras personas. El diseño es un oficio y una profesión para servir, en el mejor de los sentidos. La Escuela, lo que nos dio, fue limpiarnos y modificar el filtro que usamos para mirar la realidad, pero hay que seguir ajustándolo.

Si tuvieras que asociar una frase a la Escuela, ¿Cuál sería?

La Escuela es una matriz, en el sentido del vientre materno.

Noticias relacionadas