Elisa Cordero Jahr: “La Escuela es un estado de viaje permanente”
¿Cuál de todas mis máscaras? Porque tú sabes que uno vive en torno a ellas- me dice Elisa cuando le pregunto sobre quién es ella. Elisa Cordero Jahr es Diseñadora de la e[ad], ingresando en 1982, titulándose años más tarde en 1997. La razón es que, cuando estaba en tercer año viajó a Alemania y se radicó allá por ochos años junto a su familia. Si bien empezó muy temprano su vida familiar con tres hijos, cuenta que en general siempre se ha encontrado haciendo varias cosas. Describe su vida como caótica, salpicada, muy intensa, no planificada, pero muy entretenida y afortunada, ya que, sin proponérselo tanto, ha fundado cuatro escuelas (dos de arquitectura y dos de diseño) en universidades al sur del país.
¿En qué se encuentra tu desarrollo laboral actualmente?
Soy académica de la Universidad Austral de Chile, y profesora de la recién creada Escuela de Diseño, que va en su cuarto año. Antes de eso trabajé cerca de 20 años en la Escuela de Arquitectura, también de la UACh. En ambas unidades educativas, fui parte del equipo fundacional. Tuve también la oportunidad de estar en el equipo que fundó la Escuela de Arquitectura y Escuela de Diseño de la Universidad de Los Lagos. Ahora soy académica lo que conlleva investigación, docencia, gestión y vinculación con el medio. Mi área de investigación es el color en el paisaje urbano, lo que implica ciudad, arquitectura y paisaje natural.
¿Qué te llevó a tomar el rumbo de la Academia?
Mi vida es un poco vorágine. Me fui a Alemania a probar suerte con mi ex-marido (que es arquitecto de la e[ad]) y dos hijos chicos, era el año ’86. Como él tenía nacionalidad alemana finalmente pudimos insertarnos de a poco; estuvimos ocho años haciendo distintas cosas. Decidimos volver a Chile, porque echamos de menos el país y, al llegar, una de las cosas que teníamos clara era que regresábamos, pero ni en broma a Santiago. Estuvimos viendo dos meses qué hacer, y en ese mismo instante, en Osorno, se estaba creando la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Los Lagos, y nos metimos en ese equipo.
Hice cursos en primer año, de composición, color, dibujo, perspectiva, y también un ciclo de cine, con lo me acordaba harto de Claudio Girola y Mario Ferrer que hacían eso en la Escuela. También estaba encargada de extensión, armé exposiciones, un montón de cosas en Osorno, lo pasé muy bien. Hasta que dijimos creemos la carrera de Diseño; también la armé yo. Y ahí empezó todo. Los primeros profesores fueron colegas y ex-compañeros de la e[ad].
¿Cómo impacta tu labor en la comunidad?
Hacer clases siempre impacta, porque al estar con los estudiantes y de alguna manera ejerces influencia sobre ellos. Creo que el área de investigación que he llevado adelante, lo he incorporado también a la docencia en los cursos de color, primero en Arquitectura, ahora en Diseño. De hecho, cuando me fui de la carrera de Arquitectura hace cuatro años dejaron de enseñar color, y los arquitectos ahora ven solo en blanco y negro.
El estudio del color en Chile es muy incipiente y poco desarrollado. Armamos en Valdivia, en 2008, la Asociación Chilena del Color. Cuando empecé a estudiar esto, miré a ver qué ocurría en otras latitudes, y me di cuenta que en Argentina había un grupo, viajé y los conocí. Me comentaron que habían grupos de color en todo el mundo, empecé a conocerlos por internet y de ahí armamos el primer Seminario de Color, donde invité a Pancho Méndez, Beto Eliash, Eduardo Vilches, entre otros. Vino mucha gente, y en dos días formamos esta Asociación. Después se fue a Santiago, la tomaron personas de la PUC e hicieron un congreso internacional.
Con todos los cambios sociales que han ocurrido ¿Cuál es tu mirada respecto de cómo se inserta el diseño en Chile?
Veo los sucesos, el estallido y la pandemia, juntitos en el tiempo, pero son procesos distintos. El estallido social fue el punto cúlmine de una historia de Chile de injusticias sociales, y esto fue el chispazo de la bomba. Veo un cambio en los jóvenes, en mi hija menor, por ejemplo, una diferencia generacional enorme y me encanta como son hoy en día: empoderados, abiertos y clevers. En ese sentido, tengo esperanza en estas generaciones y las que están por venir.
Desde el punto de vista de la docencia, se me abren muchas posibilidades de soltar la presencialidad, en el sentido de que existe la opción de comunicarse con personas de forma directa, emocionalmente, a través de una pantalla, como lo estamos haciendo ahora. Me abre muchas posibilidades en temas docentes y del color también. Puedo hacer clases a distancia, y puedo participar de cursos en otros países, que antes eran inimaginables, pude ver todas las ponencias del último congreso, que fue en Canadá, y verlas una y otra vez. Ahora voy a participar de dos equipos internacionales de color, solo porque las redes se abrieron, al menos para mí.
Según tu experiencia, ¿Cuál es la esencia de nuestra Escuela?
La esencia es haber tenido un cuento propio y defenderlo a brazo partido contra viento y marea.
Después de mi pasar por Alemania, creo que lo que decanta, lo que me deja la Escuela, es un espíritu crítico que va asociado a la observación, que finalmente es lo mismo que el pensamiento científico, que es en base a la observación de los fenómenos. Y en lo pionero, creo que haber fundado otras escuelas, tiene que ver con la e[ad] y las travesías, con ir con todo o nada.
¿Qué elementos distintivos de la e[ad] crees que se impregnaron en tu forma de hacer las cosas?
La rigurosidad. Me acuerdo de Manuel Casanueva, de Mastrantonio, también de Pancho. Es hacer las cosas bien, por el oficio de hacerlo bien, por el placer de hacerlo bien, por la honestidad con uno mismo de hacerlo bien. En ese sentido, esa es la rigurosidad que pienso cuando lo hago en la Escuela.
¿Qué es lo que más recuerdas de tu paso por la escuela, más allá de las clases?
Las travesías para mí fueron absolutamente pregnantes, porque la travesía es un estar. No estás en la comodidad de la sala, ni en la comodidad de la vida diaria, ni en un espacio cómodo. Estás en un espacio incómodo en la travesía, y más encima es inseguro,nuevo, y tienes que estar atento a observar dónde estás y dispuesto a crear en ese minuto. Es un estado del alma, casi espiritual, ese momento en que uno está suspendido, inseguro, con todas las antenitas abiertas y creando. Para mí eso fue súper pregnante. Y de hecho me gusta seguir haciendo viajes, para mí son importantes, yo creo que desde ahí.
¿Qué consejo le darías a las generaciones que están egresando este año?
A todas las generaciones en general, quizás dos consejos: el paso por una escuela es cortito, por lo tanto no se le pueden dar todos los conocimientos en cuatro años, es imposible. Pero lo que se les da es una formación, un modelo de persona, que se va a valorar mucho después. También que recién al salir de ellas el mundo se les abre, está a sus pies, y entren al mundo, váyanse al mundo. Vayan a Japón, a Corea, a Alemania, viajen, huelan, miren. Y que bueno, la valoración por la Escuela donde uno estudió llega después.
Si tuvieras que asociar una palabra o una frase a la Escuela, ¿Cuál sería?
La Escuela es un estado de viaje permanente.