diciembre 22, 2014

Travesía Tekoa Pindo-Poty, Rio Grande do Sul

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El taller de 3º Arquitectura -44 alumnos y junto a los arquitectos y profesores Rodrigo Saavedra y Óscar Andrade- partió el 3 de noviembre rumbo a Brasil. Su destino final: la comunidad guaraní Tekoa Pindo-Poty, ubicada en Rio Grande do Sul.

Llegamos al estado de Río Grande do Sul en Brasil, construimos nuestro regalo en una aldea guaraní ubicada a unos 30 km al sur-este del centro de Porto Alegre, en un barrio periférico llamado Lami, la aldea Tekoa Pindo Poty (que significa bosque de palmeras floreadas). La aldea es periférica a lo urbano, en ella habitan ocho familias, unas 25 personas. Es una comunidad que lleva diez años en ese lugar, provenientes de la provincia de Misiones en Argentina. Los guaraní cambian de lugar y la economía de la aldea se basa principalmente en la venta de artesanía.

Las viviendas se emplazan concentradas en un cuadrante entre la carretera y un río, próximas entre ellas, dejando un patio de árboles frutales. Al llegar allí nos recibe el cacique Roberto; nos muestra la aldea y conversamos sobre los anhelos que tenían como comunidad. Vemos la escuela, que era de nuestro interés, pero tenía un proyecto de ampliación ya aprobado. Recorriendo la aldea, el Cacique nos relata que un quehacer comunitario fundamental para ellos es el cocinar y comer en comunidad. Nos señala el lugar donde esto ocurría: un toldo en un extremo del patio entre las casas. Advertimos que sus casas son equivalentes a dormitorios que cuidan la intimidad familiar, y las actividades como cocinar, alimentarse y recrearse son al aire libre y en comunidad. Al llegar con los alumnos al día siguiente de haber conocido al cacique, vemos que habían cortado un par de árboles del patio; les dijimos que no lo hicieran, que nosotros podríamos trabajar con los árboles. En la tarde, cuando volvimos luego del almuerzo, ya habían sacado el toldo; fueron muestras de aceptación de nuestra presencia y regalo.

En la observación del quehacer común de la aldea descubrimos que el acto de comer en comunidad en ellos es siempre alcanzando algo: desde un cuerpo a ras de suelo, los brazos se estiran para alcanzar la tetera y la olla en un fogón; alrededor del fogón los niños trepan los árboles para alcanzar los frutos; todas las mañanas la aldea entera madruga para alcanzar a ver el primer rayo de sol que acompañará sus mates, junto al fogón que tempera sus comidas a lo largo del día con el leño geométrico.

Construimos el espacio para lo comunitario, para que la reunión de la aldea en torno a la comida sea en cada ocasión un acto: desde el estar alcanzando el fogón con las manos poder alcanzar el árbol y el cielo con la mirada, entreviendo por celosías de color que presentan cualidades de la luz llevadas desde el Pacífico.

Rodrigo Saavedra.

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La obra: un comedor comunitario

Luego de recorrer y observar el lugar, y las costumbres de sus habitantes, el taller se dispuso a comenzar la obra. Para su construcción se consideraron los elementos y materiales disponibles en el sector. Los alumnos se dividieron en grupos para realizar las distintas faenas. Un equipo se encargó del registro de cada etapa.

Cada familia tenía su propia casa, pero compartían el comedor. Nuestro regalo para la comunidad fue un comedor donde se pudiera tomar mate y donde se pudiese reunir mucha gente, porque también recibían visitas de otras comunidades.

Se trazó un cuadrado y un círculo; el círculo era dado por la ronda que formaba el taller; esa era su dimensión. A partir de eso, se tomaron cuatro puntos: la tierra, apuntando al poniente; el agua, al norte; el fuego, al sur y la luz, al oriente. Con esos puntos se trazó una figura y se empezó a proyectar.50max olea1

La travesía se dividió en tres faenas: hacer unas cerchas, que dan la altura de la estructura; el techo y el suelo. Yo estuve en el grupo del techo, y el trabajo consistía en hacer un tipo de celosía que se hizo con bambú, porque era un producto que estaba ahí en la zona, entonces era fácil de utilizar y cortar, y no había que gastar dinero; la idea era mostrar como pasaba la luz por los árboles de allá y se hizo un tipo de tejido con los bambúes para la techumbre.P1020683

Estaban muy contentos porque era algo que no habían visto. Era nuevo para ellos y estaban muy agradecidos de poder tener un lugar para reunirse porque el lugar donde se reunían antes era muy precario.

Eduardo Arratia, faena techumbre.

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Interacción con la comunidad

El encuentro con las personas de la comunidad guaraní fue difícil al comienzo; el idioma era una barrera importante. Sin embargo, con el pasar de los días fue desarrollándose una relación más cercana.

Hubo chicos de la comunidad que formaron lazos con los del taller. Después empezaron a entregarnos  regalos; esa era su forma de expresarse: si llegaban y te regalaban algo era porque ya te sentían parte de ahí; llegabas en la mañana y te sonreían porque ya sabían que eras parte del lugar… así se dio la interacción con la gente del lugar: algo pasivo al principio, pero muy grato.

Bárbara Thompson, equipo de cocina. 

El mismo hecho de recibirnos… Nosotros éramos más que ellos, entonces se fueron entregando muy de a poco.

Carolina Bustos, equipo de cocina.

Durante la estadía, el taller tuvo la oportunidad de interactuar con los habitantes de la comunidad y experimentar un intercambio cultural que se dio en distintas actividades, especialmente a través de la comida.

El trabajo del equipo de cocina se llevó a cabo principalmente antes de partir, siendo los responsables de idear el menú, hacer el presupuesto y comprar todo lo necesario de acuerdo al itinerario. Así, cada grupo solo debía seguir las instrucciones previamente redactadas en un libreto, que contemplaban las cantidades y los ingredientes que utilizar cada día. Todos participaban de los almuerzos y snacks.

Se establecía un punto central en la obra y la gente se acercaba a buscar la comida. Eso fue muy bueno porque la gente de allá probó cosas que no habían comido antes; les gustó mucho.

Carolina Bustos.

Además, los alumnos pudieron utilizar alimentos propios del lugar.

Mientras estábamos allá,  siempre le decíamos a los grupos de cocina, porque teníamos la posibilidad de ir a un supermercado todos los días, “innoven; si ven algo que les llame la atención de acá, cómprenlo y aprovechemos”.P1020506

El día de la entrega de la obra hicimos un ágape con la gente, inaugurando la obra con el fuego, porque era un comedor, y después se hizo el banquete con alimentos de allá, entonces se dio esa instancia de comer con ellos. Los snack siempre eran compartidos; llevábamos las porciones de nosotros y unas cuantas más… lo primordial siempre era entregarle a los niños, quienes llegaban corriendo, felices a buscar cosas, entonces siempre se dio la instancia de compartir todo lo que teníamos… Al final fue súper lindo; el último día nos compartieron una danza, cantaron… Nosotros también bailamos cueca para mostrarles y bailamos con ellos. Lo mejor fue ese día irnos de la obra y ver que ellos ya la estaban ocupando.

Bárbara Thompson.

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