Vodudahue en el Fiordo Comau en Chiloé continental.

Una extensión de una belleza que embarga por su tamaño, un grandor magnífico, intocado.

La contemplamos surcando el fiordo, extensión sin tierra, hay cordillera y mar. Arriba la inmensidad de los cerros cubiertos de vegetación, abajo el agua de un mar quieto. Estamos inmersos ante la contemplación de la sola extensión, en virtud del artificio de la navegación, que pasa sin dejar huella.

En tierra, un muelle, una construcción eficiente que vincula el nivel variante del agua por las mareas, con el paso que no quiere ser un salto a tierra firme cuando se desembarca.

Este muelle es una construcción hecha sin negligencia pero sin cuidado, éste es un estado de primera aparición. Tiene un tamaño generoso para las dimensiones domésticas que ya hemos visto en el fiordo; esto está dado por la gran diferencia de las mareas, es la aproximación a un tamaño de la naturaleza. Sin embargo se extiende en largo y ancho iguales a su obligada dimensión vertical, con esto es logra un tamaño a pesar suyo.

Estamos en un lugar extraordinario por su configuración natural y por su dificultad para acceder que lo vuelve remoto, aumenta su lejanía. Con estas características está poco poblado, sus habitantes son colonos, como lo dice su término tienen con la extensión una relación colonial, están ahí haciendo soberanía y ganándose la vida extrayendo de la tierra sus riquezas en un esfuerzo existencial notable, que limita con lo heroico. Cuya amenaza es emigrar.

Ahora entre esta extensión natural de una belleza notable y los colonos que persisten, el continente americano nos llama a la contemplación de su extensión y desde ella a construir una nueva relación con la tierra, que ya no es la extracción de riquezas sino una donación a ella.

Hemos de construir una habitabilidad que cante esta extensión, en un cuidado del espacio en sí mismo que abra a una nueva relación con la tierra: la de gratitud, que permite residir.

Para concebir y construir tal posibilidad es que mañana partimos a recorrer América.

 

English version by Mary Ann Steane.

Living in the fjord, the transition from colonist to resident asks for a gift

Vodudahue in the Comau Fiord in continental Chiloé.

An expanse of beauty that overwhelms with its size, a magnificent untouched grandeur.

Furrowing the fiord, an expanse without land, we contemplate it: there are just mountains and sea. Above the immensity of the hills covered with vegetation, below the water of a quiet sea.  We stand immersed in contemplation of the single expanse, in virtue of the artifice of navagation that passes without leaving a trace.

On the ground a jetty, an efficient construction that relates the changing level of the tidal waters with the step that on disembarkation does not want to be a leap to terra firma.

This jetty is a construction made without negligence but without care, this is a state of low appearance. It has a generous size in regard to the domestic dimensions we have already seen in the fiord; this is given by the great difference in the tides, an approximation to a size given by nature. However it extends in length and width equal to its obligatory vertical dimension, with this a size is achieved in spite of itself.

We are in an place extraordinary because of its natural configuration and the difficulty of access that makes it remote, augments its distance. With these characteristics, it is sparsely populated, its inhabitants are colonizers. As such a term suggests they have a colonial relation with the expanse, they have sovereignty there and are making a living by extracting riches from the earth in a remarkable existential effort, bordering on the heroic. Their threat is to emigrate.

Now between this natural expanse of a notable beauty and the colonizers that still persist, the American continent calls us to the contemplation of its expanse, and to construct from it a new relation with the earth that is no longer the extraction of riches but instead a gift to her. In caring about space itself we must construct inhabitation that sings of this expanse, that frames a new relation with the earth: one of gratitude, allowing residence.

In order to conceive and construct such a possibility, it is tomorrow we leave to wander America.