mayo 2, 2012

Clase 6 Trimestre I 2012

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Carlos Covarrubias: Tiempo de Celebrar.La escuela quiere celebrar sus 60 años, y yo como poeta celebro estar vivo, entre Manuel Sanfuentes, que está por ahí, y Godofredo Iommi, que está por allá, muerto; y celebro ser parte de un tiempo que aparece y desaparece así como escribir con agua. En ese ancho misterioso es que habitamos; para un joven de primer año que recién palpa la escuela, celebrar los 60 años es misterioso, por eso es que hoy en esta mañana extraña después de un 1o de mayo, –no sé por qué los primeros de mayo produce un tiempo distinto a nosotros– en que apelaban a algo que todos tenemos en común, todos tenemos en común cuatro abuelos, y los cantábamos en la mañana sin saber muy bien a dónde íbamos, pero si como un modo de traer el presente este desconocido que es el tiempo, y cantamos nuestros abuelos. —Y yo te invito a cantar los tuyos conmigo ahora, ¿los tuyos estarán vivos, no es cierto? —Uno, Uno vivo, los míos están todos muertos, más que muertos.

Pero decíamos en la mañana que de algún modo están, diciendo no sé, de qué, con qué órgano nosotros podríamos oírlos, yo pienso que es con un órgano raro que se llama alma, otros pensarán otras cosas; pero los invocábamos para que como guardianes de esta existencia extraña que se nos va a fondo al origen, a fondo atrás y que se nos va, que se nos aleja, diametralmente, geométricamente hacia adelante, para traer y reunir y poder estar en el momento que tenemos que estar, que es ahora y aquí. —Te invito a cantar tus ancestros y yo los canto al lado de corrido y formamos para ellos estos ocho seres que están como están:

Juan, Carlos, Sara, Carolina, Ester, Victoria, Florencio.

—Yo te ofrezco los míos, para que te digan, ¿tú me ofreces los tuyos? —También.

Tiempo de celebrar, este año en que se celebran los 60 años de la escuela, hemos tenido múltiples invitaciones, y yo les quiero contar, estamos invitados allá al norte, por allá por esos terrenos de Nantucket, esos terrenos de Melville, el tremendo Melville, el que fue capaz de escribir y traerle una cierta épica a nuestra América, Moby Dick, Moby Dick es americano, es nuestro, estamos invitados allá y queremos hacer una travesía. Estamos invitados también a la Bienal de Sao Paulo, y queremos hacer una travesía. Pero queremos llevar todo este universo que nos constituye, realmente queremos reconocer origen y reconocer destino, reconocer raíces, por ejemplo yo no hablo por mí mismo, sería un mentiroso, yo tuve un maestro; tampoco hablo por mí mismo, está Manuel y Jaime, jóvenes con su magnífica energía que hacen la voz y la presencia, o sea también hablo con un destino, y sé que Amereida no va a desaparecer por un golpe político, no; la poesía se hereda de la manera más extraña. Vuelvo a un punto que dije recién, yo quiero celebrar el hecho concreto de tener un maestro y de tener un discípulo.

Quiero invitar a la escuela a traer, de la manera que podamos, a comprender esta relación poesía y oficio, para lo cual se monta el taller de Amereida, poesía y oficio; nosotros celebramos eso, hace 60 años que un poeta, Godofredo Iommi y un grupo de artistas, arquitectos, porque para nosotros la arquitectura es un arte definitivamente, diseñadores, se reúnen y se distinguen para crear esta pareja de la palabra y la acción, del tiempo y el espacio, de la arquitectura al diseño, a la escultura, la pintura, y la poesía, diríamos también la filosofía, las artes que están en la palabra, la matemática tal vez, la música de las matemáticas, y nos hemos mantenido así en ese distingo con todo lo que significa hasta el día de hoy, yo quiero celebrar eso.

Hoy nuestros invitados al oficio no van a estar presentes, la próxima sí; por eso nuestra pizarra está de luto, un poquito nublada. Les leo el final de la Carta del Errante, [1]Carta del Errante, Godofredo Iommi M.. Escuela de Arquitectura UCV, Valparaíso 1976 [1a Ed. París 1963] carta que hoy en la mañana leyó Manuel allá en la duna, seguramente oyeron parte, parte no, pero para que les quede este aire poético al cual pueden volver después, pero que les quede en acto, que les quede aquí, les leo:

“No se hace lo que se puede, sino lo que se quiere. Hemos ya partido repetidas veces con jóvenes actores, con poetas que leían o improvisaban, con pintores y escultores construyendo al borde de las rutas. Allí hemos reconocido la importancia de la máscara que uno se vuelve, de la sorpresa de aparecer como aparecidos sin jamás convocar, sin llamar a nadie; de el verdadero anti-teatro por la participación de todos en el juego poético y la utilización insólita del espacio. Allí se aprendió que la poesía se comunica también por la música de los sentidos y no solamente por la melodía de los sonidos o las significaciones de las palabras. Allí se ha reconocido la vida amenazante y amenazada a campo raso, la verdadera purificación que se produce en nosotros, y otros horizontes antes apenas sospechados. Allá se entrevió también la posibilidad para aquellos que escriben –el pintor y el escultor– a fin de que nos devuelvan no el paisaje, sino el signo del lugar, que se descubre en la celebración. Y también… pero callamos lo que aún no hemos experimentado totalmente.

Y aún si el prejuicio del “poema”, ese fantasma de la obra, existía en nuestras improvisaciones, se percibió que la fiesta no lo exigía, porque lo que cuenta es el poeta vuelto por entero –presencia, gesto y voz– instrumento de la poesía que lo sobrepasa. Entonces la palabra como en las gestas antiguas de la caza, de la guerra, del amor, es solamente una parte, tal vez una cierta cima de una ceremonia más vasta que no es el poema.

El poeta debe ser itinerante de la poesía.

Debemos recogerlo todo, nuestros temores y nuestras esperanzas, nuestros impulsos y nuestros desfallecimientos, y partir por los caminos para crear allí anti-sueños.

“Recibamos todos los influjos de vigor y de ternura real. Y en la aurora, armados de una ardiente paciencia, entraremos en las espléndidas ciudades”. [2]«Adiós», en Una temporada en el Infierno, Arthur Rimbaud 1873.

Para nosotros toda la realidad insólita y todo maravilloso cotidiano; las vigilias, las iluminaciones y aún los doblegamientos del espíritu. Todo está allí, en la aventura poética. Nos hace falta verdaderamente “cambiar de vida” para cambiar la vida. “Tener ganado el paso” significa no perderse, permanecer fieles y obedientes al acto que nos ha consagrado.

Sé bien que hay muchas maneras de ser poeta. Pienso en ciertos escritores. Pienso también en ciertos buscadores de lo desconocido. Pero hablo de poetas de poemas, como lo soy yo y como lo son muchos otros. Me atengo a mis límites y es a mis semejantes a quienes hablo, y a mis semejantes a quienes llamo.»

Godofredo Iommi Marini.

Y es a mis semejantes a quienes llamo, a la escuela a la que llamamos para hacer escuela y celebrar: oficio y poesía.

Manuel Sanfuentes: La lectura de la mañana de la Carta del Errante corresponde a un fragmento anterior; el leído por Carlos está bajo el título “Poesía y Poema”; aquél “El Poeta y la Poesía”:

“Cara a cara del mundo constituido, el poeta se encuentra en otro lugar. Me explico. El no puede, y no debe tener en cuenta ni los favores ni los obstáculos que el mundo pueda significarle. Surge tal como es en su medio. Este es su deber y su destino. No se ocupa de ser o de llegar a ser un rebelde. El no lo es, puesto que lo es obligatoriamente desde el punto de vista de las convenciones establecidas. Pero no combate, estando vencido de antemano; su tortura es su poesía, su fiesta, y de ningún modo la lucha más o menos eficaz para cambiar el mundo. No se rebela contra nada. Obedece al acto que lleva en sí y hace, en el mundo, la fiesta de la condición humana. Fiesta consoladora, a pesar de todas las interpretaciones posibles. Pero ¿qué es lo que quiere decir consolar? El consuelo no es el bálsamo sobre las heridas ni el pañuelo para las lágrimas. Consolar quiere decir revelar constantemente a los hombres cogidos por las tareas del mundo, el esplendor que llevan en ellos, el fulgor de esa pura posibilidad antes de toda elección; de esa posibilidad de hacer y de alcanzar toda realidad no obstante las culpas, los errores, los éxitos, los crímenes y aún la alegría admitida. La revelación de esta posibilidad a través de sus trabajos, penas y placeres, a través de todas las significaciones que son cumplimientos reales, ya establecidos en curso de desaparición, significaciones conocidas, mal conocidas o desconocidas; revelación que es también –¿por qué no?– lámpara sobre zonas del espíritu y sobre el país de la labor. Revelación del instante que es el hombre antes de todo tiempo. Revelación que es la verdadera memoria”.

Cuando nor referimos a la poesía e incluso a la figura del poeta, también admitimos que está fuera, no es una cuestión personal, no es cuestión de la persona, puede llegar a serlo, como puede no serlo también, o pueden ser muchas. Sin embargo estamos siempre atravezados por esa figura de la poesía y de todo su campo de expresión. Lo que Godo pone en cuestión en la Carta del Errante es eso exactamente: la figura del poeta, incluso el poema, incluso la escritura; hay que leer ese texto, es una manera “literal” de comprender aquello del habitar en acto.

La relación con la poesía es la que nos otorga esa dimensión del acto que nos conduce a la fiesta; la Fiesta Consoladora. Se trata del acto, y como dice Carlos, el acto de este año, nombrado por la poesía es la Celebración; que también es conmemorar –construir la memoria; o “hacer memoria”, y al mismo tiempo construir la memoria del presente.

Palabras que suenan en el acto de la mañana:

Nombres, América, ha lugar, ángel familiar, afuera, magia del astro, la palabra, el acto dentro.

Como una familia, o un pueblo de inmigrantes que celebran su llegada en un momento, en un aquí y ahora de un pasado, aveces remoto, otras veces cercano. Ese momento de fundación es connatural a la naturaleza humana, propio de todos, de toda persona, de toda ciudad, de toda nación. También para un continente se pudiera pensar, su advenimiento, su presencia; para América sería una epifanía, lo dice Amereida.

Fundación y presente que con-memora. El acto de hoy se co-funde inmediatamente en la memoria y consuela el presente, porque lo tiene asido entre nuestras manos y a flor de labios, una palabra que atravieza el aire y reside en ese momento y sólo en ese instante; y nos trae al mismo tiempo el origen, o, nos lleva a un origen, que sería el principio de toda fundación; y este principio atiende a ese momento anterior se podría decir. Les leo unas notas de El Discurso de los Cabreros, don Quijote ante la hospitalidad brindada pronuncia las siguientes palabras:

“-Dichosa edad y siglos dichosos aquéllos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío.

[…] Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia: aún no se había atrevido la pesada reja del corvo arado a abrir ni visitar las entrañas piadosas de nuestra primera madre.

[…] La ley del encaje aún no se había sentado en el entendimiento del juez, porque entonces no había qué juzgar, ni quién fuese juzgado.”

Digo que es un acto que nos revela ese tiempo otro; es el acto que nos revela ese tiempo otro, y nos trae ese tiempo. Exacto al Quijote, es un tiempo regalado, donado; quizá robado al día, como un encanto cuando uno es tomado y conducido por una voluntad concertada que quiere recoger –ahí– todo el tiempo. Cuando sí y sólo sí nuestro quehacer se da al unísono; esa palabra y acción una, que sería la forma de la fiesta, el ha-lugar, que está ahí y ya no está. Así hemos sido y así estamos siendo.

Alberto Cruz: Nosotros como siempre, y tenemos para todo el año que preocuparnos de algo que después queda, como vimos la otra vez, dejen la escuela, se van a topar mucho con ella: la imagen. Durante este año vamos a hablar de la imagen, porque se van a encontrar con ella, cuando terminen aquí el nosotros universitario. Pero para hablar de ello en este instante no vamos a tocar el tema de la imagen, si no que va a ser una preparación para la imagen y vamos a hablar de lo siguiente.

Todos ustedes desean recibirse y tener un buen desempeño en el oficio, en la carrera profesional; tienen ese deseo, es una época en que desean algo. Nos encontramos entonces, todos ustedes con el deseo, particularmente vivaz en la juventud, en todo sentido, con respecto a la vida, no sólo en el estudio, si no que en todas las manifestaciones de la vida.Sobre eso quiero decir algo, y ese algo que voy a decir es algo que me dijo Godofredo Iommi, poeta, como ustedes saben, fundador de la escuela, fundador de nosotros. Y él me decía que el deseo es como una empresa, pero la empresa tomada en el sentido de los griegos, y la empresa en el sentido de los griegos era hacerse a la mar para llegar a la orilla opuesta; la historia de Grecia es la realización, en los diferentes planos de la vida, de la empresa.

Él pensaba que la travesía es una empresa, es primeramente una lección que educa, no sólo instruye, si no que educa en la empresa. Por eso, como preparación guarden esto, el deseo como empresa, en el sentido de hacerse a la mar hacia la orilla opuesta, con lo que ella tenía para los griegos de ser lo distinto, o lo semejante, o lo idéntico; eso la empresa lo entregaría. Todos pueden prepararse reflexionando en la experiencia de deseo que en este momento están viviendo, para encontrarnos con las próximas clases con la imagen, para lo cual se requiere tener todas las fuerzas disponibles, por eso hoy oímos al poeta fundador, junto con los poetas que lo siguen. Todos nos quedamos con esta riqueza que poseen esto de ser una empresa ustedes.

References

References
1 Carta del Errante, Godofredo Iommi M.. Escuela de Arquitectura UCV, Valparaíso 1976 [1a Ed. París 1963]
2 «Adiós», en Una temporada en el Infierno, Arthur Rimbaud 1873.

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