agosto 21, 2011

Huellas de la Santidad de la Obra

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Este breve ensayo es la continuación del artículo Palabra y Acción.

“Si ni una sola brizna de hierba crece si no hay en ella un germen de vida propio, ¡cuánto más en mi! Y por eso, amigo mío, porque me siento libre en el más alto sentido, porque me siento sin comienzo, por eso creo que no tengo fin, que soy indestructible. Si me ha hecho la mano de un alfarero, que rompa su vasija cuando guste. Pero lo que vive en ella debe ser increado, debe ser en su germen de naturaleza divina, elevado sobre todo poder y todo arte, y, por tanto, invulnerable, eterno”.
Hiperión

TRA bar 03- Travesía Barreal - 058

La santidad de la obra se trata, antes que nada, de una palabra de la poesía. No es un desarrollo conceptual de los oficios, ni es una teoría teológica; es una indicación pronunciada desde la poesía [1]“La palabra poética ha advertido que todo este quehacer que hemos esbozado, es Santidad de la Obra. Pues para llevarla adelante hay que ser conducidos por la esperanza, no una que busque … Continue reading. En verdad es un intento por recuperar un estado de lo humano, o una cualidad de la condición humana, que se va extraviando en la medida en que los oficios se convierten en profesiones y el estudio en carrera. Este estado es nuestra respuesta; es la voz que propone que en lugar de cambiar la vida hay que cambiar de vida [2]“Para nosotros toda la realidad insólita y todo maravilloso cotidiano; las vigilias, las iluminaciones y aún los doblegamientos del espíritu. Todo está allí, en la aventura poética. Nos hace … Continue reading.

Godofredo Iommi, en su clase “La Moral Poética” dio dos primeras pistas o antecedentes que voy a considerar iniciales, cuando al final de la clase les dice a los alumnos:

“Bueno. Ahora les van a repartir una edición de algo que es muy caro para la Escuela, que se llama la Santidad de la Obra. Haga quien haga una obra buena o bella, dice San Ambrosio, le pertenece por derecho propio al Espíritu Santo. Es decir, en lenguaje de no creyentes podría ser, el amor sublime, o de la divinidad, es el verdadero dueño y el verdadero autor de cualquier obra que sea buena o bella. Esto canta el salmo 104 de la Biblia [3]El Salmo 104 de la Biblia: 1 Bendice a Yahveh, alma mía. ¡Yahveh, Dios mío, muy grande eres!; De majestad y belleza estás vestido. 2 Envuelto estás de luz como de un manto, despliegas los cielos … Continue reading y se ha hecho una edición para que se lo guarden como texto, si pueden, de aquí hasta que sean los grandes arquitectos que esperamos todos que sean”.

¿Por qué la obra buena o bella le pertenece al Espíritu Santo o a la divinidad? La santidad de la obra puede acaecer porque la obra esté dedicada o consagrada a Dios o a la divinidad, o bien porque esta obra, ella misma, es propósito de veneración religiosa y por tanto objeto de culto. Cuando la obra ocurre en el ámbito de lo sagrado, entonces suceden ambas situaciones.

Pienso en los ámbitos de cualquier clase de obra. Desde los más próximos a las artes clásicas como la escultura y la arquitectura, o bien las que son producidas por cualesquiera otras disciplinas. Primero en su concepción, luego en su construcción y al cabo en su estancia. En todos estos trances lo sagrado se manifiesta y se muestra [4]“Con respecto a la obra queremos decir lo siguiente: cada construcción irradia como una estrella y alcanza una distancia. Múltiples construcciones entrecruzan sus irradiaciones. El hombre … Continue reading. Esa manifestación puede acontecer en los materiales a trabajar, en los paisajes a recorrer, en las personas a tratar. Es la manifestación de lo misterioso, lo distinto, de un mundo otro. Cuando se trabaja en una escultura de madera, sucede que su materialidad se transforma sin dejar de ser madera. Primero es árbol, luego parte; pieza; y finalmente cuerpo. Cuando la escultura esté terminada seguirá siendo escultura aún cuando ya su estancia sobre la faz de la tierra la convierta en umbral para la venida de los dioses. La escultura así nos abre la posibilidad de que la realidad sea ahora sagrada; es decir, no sólo ella es un objeto sacro, sino que permite que todo el entorno, lo que existe, devenga en sagrado. Pero lo importante es que esta abertura nos ubica ya no en el hacer, sino en el ser [5]«Por lo tanto, todos estamos llamados al “apostolado del ser”. Ser santo, ser misionero, se realiza más un “ser” que un “hacer”. La tentación del “hacer” es típica en el hombre de … Continue reading. He aquí la difícil y maravillosa proposición.

La santidad de la obra no es tanto —o sólo— para santificar el trabajo humano sino más allá; es la aptitud de la obra para abrirnos a la realidad del ser. El obrar no es para hacer la realidad, sino para ser en ella. Por eso Godofredo Iommi presenta la santidad de la obra después de hablar de la moral poética, porque la moral, como él mismo la define es (Iommi 1980):

“La moral, que en griego se dice ethos, es en sustancia la apertura del ser; es el ser que se abre. Se puede hablar en ese sentido, en forma figurada, del ethos del universo. Es decir el ser que se abre y se expande y para mayor lucimiento, para mayor luz, para que esplenda todo lo que es posible que esté contenido en él”.

En la misma clase Iommi dice que la moral “no es un conjunto de normas” [6]“Al contrario, asociamos el concepto de moral la idea de una doctrina del hacer y, sobre todo, del no-hacer, del poder y no-poder, de lo mandado y lo prohibido. La primera doctrina teológico-moral … Continue reading, justamente porque se trata de la posibilidad de que el cosmos en su totalidad se convierta en sagrado, como si la obra pudiese, cada vez [7]“Se refiere al recomenzar cada vez nuevamente. Ello es posible porque el hombre es sostenido en su ser. Eso es lo que indica la Santidad de la obra. Pues la Santidad en sí misma no es … Continue reading, bautizar al universo. Entonces el obrar no es la fabricación de un elemento, ni la operación de un sistema, ni siquiera la aptitud para el conocimiento. La obra es el rito que revela la realidad, y que al revelarla la convierte. Así dejamos de vagar pre ocupados en el hacer, para estar —lo que se llama estar— ocupados por el ser. Es decir, a través de esta sencilla inversión, nuestra tarea deja de ser un medio para alcanzar otra cosa y puede ser el fin mismo [8]“…es preciso que digamos a qué va unida y a qué aspira la virtud. ¿Es al fin mismo? ¿Es sólo a las cosas que conducen a él? Por ejemplo: ¿es al bien mismo a que se aspira? ¿O simplemente … Continue reading. Esto es dejar de preocuparse por el futuro y permitir ser ocupado —y lleno— por el presente. El obrar no es para obtener un bien, de la índole que se quiera, sino que es el bien en sí mismo [9]“En cuanto a la prudencia, se aplica sólo a las cosas factibles y prácticas, que hay posibilidad de buscar o de evitar, y que depende de nosotros hacer o no hacer. Pero en las cosas que el hombre … Continue reading. Cualquier labor, por más corriente y necesaria que se la estime, que favorezca la creación de una obra, es gesto del rito. Cualquier esfuerzo en pos de que una obra llegue a buen término cumpliendo los requerimientos que el mundo material le ha impuesto, con mayor o menor justicia, con mejor o peor suerte, puede considerarse que es ritual y que pretende la comunión con lo divino.

Cada disciplina u arte posee un lenguaje que le permite operar y que es la herramienta para que una obra pueda acceder al sentido de su propia existencia y así acceder al hacerse del mundo en consonancia con el sentido último y más profundo de toda creación.

Hay un verso en el poema Amereida (pág. 65):

“ yo me voy

abriendo vida al espacio

dejo”

El espacio necesita que le abran vida. Hemos de ejercer esa abertura, que no es otra cosa que hallar el principio de ese espacio; el horizonte signado que concede la habitación, lo habitable. A través de esta abertura de la obra es que surge (Amereida II pág. 11): “el innombrado de las especies aún escondidas que esperan a su vez subir al claro de los hombres”. Es el ordenamiento humano que provoca la gesta que deja que la Naturaleza sea también lo que llamamos mundo. Este proceso, que sólo es posible si ese horizonte es cuidado por la presencia divina, está muchas veces transido de signos. Esos signos son interpretados por las obras, especialmente las del arte. Sólo una vez que esos signos han sido interpretados y ya estamos plenos de nombres, entonces es posible tener una orientación. Luego podemos fundar y por eso la poesía coincide con ese momento. Ahora los lugares han dejado de ser todos el mismo lugar y podemos responder a la pregunta del poema (Amereida II pág. 87): “¿no transforma la técnica todo encuentro en un solo tipo de encuentro, por lo tanto, toda la variedad posible de lugares en un solo Lugar?”. Esto es la lucha contra la indiferencia, contra la “neutralidad desesperante” [10]la indiferencia hablando    digo lo que no puede transmitirse    trabajo a partir de la singularidad absoluta    como lo mostró hegel    y es esto lo que se pierde    de todos modos    … Continue reading que corrompe la forma del mundo (que no es otra forma que la del jardín primigenio [11]“Una estancia en donde los humanos no sean sometidos por el imperio de la necesidad, y así liberados puedan favorecer a la infinitud del todo; don- de la interioridad del yo ceda ante la intimidad … Continue reading ), homogeneizando los distingos en favor de las obligaciones cotidianas o en función de la producción y acumulación de bienes y riquezas.

La potencia máxima de un espacio sacro es, por supuesto, un templo. Pero no es la única posibilidad. Todos tenemos guardados en el jardín secreto de la memoria una serie de lugares cuya historia íntima, por diversas experiencias personales antiguas, los convierte en únicos, no homologables a cualquier otro lugar. Este es el primer paso de la experiencia sacra. Pero hay más. Esa experiencia cotidiana que guardó estos lugares, está realizando esta misma operación constantemente. La obra es la abertura de nuevos umbrales que nos permiten transitar hacia los espacios donde reside la divinidad. Y entonces es la que media para que esa divinidad baje a las habitaciones humanas. Trabajar, vivir y estudiar en esas fronteras es la vocación y convicción del arte. Esto es lo que nos permite llamar al mundo la ‘casa del hombre’. Por eso es que nos hemos ocupado “trazando signos sobre las casas” y hemos estado “atornillando las mitades desiguales la una a la otra para que haya un signo” [12]cerrojo de caos ¿Centro del tiempo?   ¿Amereida?   ¿Cruz sobre la Amereida?     No tan sólo para una vista cartográ- fica y casi cosmonáutica; sino cruz reproducida    en todo puesto, en … Continue reading, porque el signo es lo que le permitirá a la obra ser la abertura transitada por dioses y hombres [13]“El signo así se intercala para otorgarle a la obra transparencia.  Transparencia para que se manifieste en ella el acontecer.  Transparencia para que el rodaje quede inscrito en su verdadera … Continue reading. El signo imprime la orientación, y no sólo dentro de los templos. La misión de la obra, su vía de santidad, es la construcción de lo sagrado doquier y en todo derredor. Esto, y no otra cosa, es lo que la poesía ha cantado en el oído de nuestras travesías.

La recreación del jardín primigenio no es un intento por elevar las labores o el trabajo humano a la altura de los quehaceres de la divinidad, sino es el ejercicio de la co-creación como método de pertenencia a esa misma creación [14]“Trátese de roturar una tierra inculta o de conquistar y de ocupar un territorio ya habitado por «otros» seres humanos: la toma de posesión ritual debe en uno u otro caso repetir la … Continue reading. Así es que toda obra tiende a participar de esta co-creación, hasta la más sencilla e incluso aquellas que pudieran parecernos nimias o intrascendentes [15]“Con frecuencia mira más Dios estas acciones insignificantes de un alma débil, estas pequeñas nonadas, como coger una paja o un alfiler por su amor, que otras obras magnificas.», «No es la … Continue reading. Hay un extremo de las obras humildes, que son aquellas que ni siquiera cuentan como tales en quien las hace [16]“Quien, por tanto, quiera ser pobre de espíritu debe serlo en todo su saber propio, de forma que no sepa de nada, ni de Dios, ni de las criaturas, ni de sí mismo. Por eso es necesario que el … Continue reading. Quien obra sin saber que el Espíritu Santo fluye trabajando en su hacer alcanza el límite superior de la pobreza, sin pretensiones ni sobre el resultado ni sobre los medios. Entonces es posible llegar hasta los propios orígenes, entendiendo estos no sólo culturalmente, sino como raza, especie y criatura.

Por ello es que, por ejemplo, nuestras obras de travesía emprendidas y repartidas por la vastedad de un continente desconocido pueden cimentar los orígenes y destinos tanto de los oficiantes que las realizan, como de la tierra que atraviesan y el lugar y el tiempo que las recibe. Nuestras obras de travesía no son mera práctica profesional ni juegos plásticos inocentes que sobran en el paisaje; son el testimonio de lo sagrado que viene a la tierra a completar la interminable creación; son la continuidad y la discreción que nos conceden estancia sobre el mundo y en la historia. A nosotros y a la divinidad. No hacerlas es entregarse al caos inmundo que gobernaba las catástrofes antes del primer verbo. No las hacemos para erigir materialmente nuestro continente. No. Nuestro ir y venir haciendo estas obras nos permite otra cosa que ‘hacer’ (aunque sea lo justo, lo necesario, lo bello); nos faculta para ‘ser’ americanos. Pero no tenemos la pretensión de permanecer ni de pertenecer al centro del mundo, como hacían nuestros ancestros. No trabajamos medidos por un elemento unificador ni unitario que rija el orden de la nueva creación. Ni siquiera pretendemos que nuestras obras permanezcan materialmente, porque insisto, se trata del ser, no del hacer [17]“Nota 35. Lo durable, durar, pero ¿qué perdura? ¿es esencial que las cosas perduren? No llamemos ciudad a lo que desde Grecia, y tal vez Roma, dejó de serlo. Pero la obra humana, por ejemplo en … Continue reading. Cada obra es la celebración de una nueva oportunidad de sacralizar el suelo y los vientos y los horizontes.

La santidad de la obra es celebrada y recreada en la fiesta y en el relato del mito. Pero esto es ya cuestión de otros ensayos.

 

References

References
1 “La palabra poética ha advertido que todo este quehacer que hemos esbozado, es Santidad de la Obra. Pues para llevarla adelante hay que ser conducidos por la esperanza, no una que busque estabilizarse en un estado ideal, sino en una esperanza de las Arenas, la cual requiere de una con-fianza en la palabra poética. Y con un sentido del amor para hacer de un contacto, digamos, una ocasión u objeto de invitación. Para nosotros en la Santidad de la Obra se trata de la relación trascendente de naturaleza y gracia. Pues la obra es transparencia de la palabra divina”.

autores, v. (1996). Amereida en Barcelona. Viña del Mar, Taller de Investigaciones Gráficas, Escuela de Arquitectura y Diseño PUCV.

“Así, ahora -hoy- comparece el Taller de América que es la voz de Amereida, junto a la Música de las Matemáticas, que es palabra de Godo, y también junto a la Santidad de la Obra que también es palabra de Godo, la que comparece como nociones básicas de antropología-teológica.”

Cruz, Alberto. Clase 1. Trimestre II / 2003. Autores, V. (1968-2011). «Taller de Amereida.» en http://www.ead.pucv.cl/paginas/taller-amereida/.

2 “Para nosotros toda la realidad insólita y todo maravilloso cotidiano; las vigilias, las iluminaciones y aún los doblegamientos del espíritu. Todo está allí, en la aventura poética. Nos hace falta verdaderamente «cambiar de vida» para cambiar la vida. «Tener ganado el paso» significa no perderse, permanecer fieles y obedientes al acto que nos ha consagrado”.

Iommi, G. (1963). Carta del errante. Valparaíso, Escuela de Arquitectura y Diseño PUCV.

3 El Salmo 104 de la Biblia:

1 Bendice a Yahveh, alma mía. ¡Yahveh, Dios mío, muy grande eres!; De majestad y belleza estás vestido.
2 Envuelto estás de luz como de un manto, despliegas los cielos como lona de tienda;
3 Construyes en las aguas tus altos aposentos; pones las nubes por carroza, caminas sobre las alas del viento;
4 Los vientos te sirven de mensajeros, el fuego llameante, de ministro.
5 Cimientas la tierra afirmada sobre sus bases; no será jamás removida.
6 Lla cubriste con el manto del de océano; ante los montes detuviéronse las aguas.
7 Ante tu amenaza huyen; A la voz de tu trueno se precipitan;
8 Suben a los montes, descienden a los valles, Al lugar que tú les fijaste.
9 Les pusiste término, el cual no traspasen; Ni han de volver a cubrir la tierra.
10 Tú eres el que envías las fuentes por los valles; las cuales corren entre los montes.
11 Abrevan a todas las bestias del campo: apagan su sed los asnos salvajes.
12 Junto a aquéllos habitan las aves de los cielos; que hacen oír su voz entre las frondas.
13 Riegas los montes desde tus moradas: Del fruto de tus obras se sacia la tierra.
14 Haces brotar la hierba para el ganado, Y las plantas para el servicio del hombre; haciendo salir el pan de la tierra.
15 Y el vino que alegra el corazón del hombre, Y el aceite que hace lucir el rostro, Y el pan que sustenta el corazón del hombre.
16 Llénanse de jugo los árboles del Señor. Los cedros del Líbano que él plantó.
17 Allí anidan las aves; en los cipreses pone casa la cigüeña.
18 Los montes altos son para los gamos; Las peñas, madrigueras para los tejones.
19 Hiciste la luna para indicar los tiempos, y el sol, que conoce el punto de su ocaso.
20 Pones las tinieblas y viene la noche: En ella corretean todas las bestias del bosque.
21 Los leoncillos rugen por la presa, y solicitan de Dios su alimento.
22 Sale el sol, recógense ellos, Y échanse en sus madrigueras.
23 Entonces sale el hombre a su tarea y su labranza hasta la tarde.
24 ¡Cuán numerosas son, Yahveh, tus obras! Hiciste todas ellas con sabiduría: La tierra está llena de tus creaturas.
25 Ahí esta el mar, tan grande y espacioso: En él hay infinidad de seres, animales pequeños y grandes.
26 Lo surcan los navíos; y el Leviatán que modelaste para que juegue con el mar.
27 Todos ellos esperan en ti, Para que les des su comida a su tiempo.
28 Cuando tú se la das, ellos la toman; Abres tu mano, se sacian de bienes.
29 Si ocultas tu rostro, se turban: Si el soplo les retiras, fenecen, Y se tornan en polvo.
30 Sin envías tu espíritu, son creados: Y renuevas la faz de la tierra.
31 Sea la gloria de Yahveh por siempre; Alégrese Yahveh en sus obras;
32 El cual mira a la tierra, y ella tiembla; Toca los montes, y hechan humo.
33 A Yahveh cantaré mientras dure mi vida: A mi Dios celebraré mientras yo viva.
34 Ojalá penetre en él mi discurso: Yo me alegro en Yahveh.
35 Sean borrados de la tierra los pecadores, Y los malvados no existan más. Bendice, alma mía, a Yahveh. Aleluya.

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“Con respecto a la obra queremos decir lo siguiente: cada construcción irradia como una estrella y alcanza una distancia. Múltiples construcciones entrecruzan sus irradiaciones. El hombre construye el mundo con estas múltiples distancias irradiadas e irradiantes y deja zonas de oscuridad. El mundo que se nos aparece a nosotros es con estas construcciones irradiantes que a su vez nos dejan ver lo oscuro, porque calza con la distancia que llevan consigo. No es un bloque único de mera luz. Y este mundo irradia. ¿y qué quiere decir irradiar? Que se manifiesta.

¿Qué quiere decir que las obras se manifiestan por las irradiaciones del mundo? Es llevar la luz a esa distancia, a la propia distancia de aquello que irradia. La palabra manifestar se dice “gloria”. Exactamente quiere decir eso. La gloria es la manifestación, el venir a presencia. Se gloría por estas manifestaciones y es en el oficio, un gloriar humano, pero gloriar. Y por eso es propiamente oficio en su más alto sentido. Y aunque aparezca lo que decimos una barbaridad, incluye el oficio divino, por eso hemos hablado siempre de la santidad de la obra, cuando la obra va por musa, va por ardor el miedo, va por arco, va por corazón y pensamiento, va por guante y va por irradiación que conlleva la obra a una distancia dada, entonces hay oficio y el oficio es manifestarse y esto es la gloria y es también la gloria del oficio divino. El oficio humano es también la alabanza del otro. Según la tradición en la reconstrucción penosa de lo que sin pena, de todas maneras, en el paraíso terrenal deberíamos haber construido, como lo dice el Adán de Dante también”.

Iommi, G. (1991). Borde de los Oficios. Viña del Mar, Escuela de Arquitectura UCV.

5 «Por lo tanto, todos estamos llamados al “apostolado del ser”. Ser santo, ser misionero, se realiza más un “ser” que un “hacer”. La tentación del “hacer” es típica en el hombre de hoy, se trata del peligro del “activismo”. Cada uno anuncia la palabra de Dios con su propio ser: este es el único camino para hacer a Dios presente entre nosotros”.

Chuecas, I. (1997). «La Misión es un viaje hacia el interior de uno mismo.» 2011, from http://www.ead.pucv.cl/2009/la-mision-es-un-viaje-hacia-el-interior-de-uno-mismo/.

“DEL SER SOSTENIDOS Se refiere al recomenzar cada vez nuevamente. Ello es posible porque el hombre es sostenido en su ser. Eso es lo que indica la Santidad de la obra. Pues la Santidad en sí misma no es autosustentante. Si no la gratitud de ser sostenido por Dios”.

Cruz, Alberto. Clase 3. Trimestre II / 2003. Autores, V. (1968-2011). «Taller de Amereida.» en http://www.ead.pucv.cl/paginas/taller-amereida/.

6 “Al contrario, asociamos el concepto de moral la idea de una doctrina del hacer y, sobre todo, del no-hacer, del poder y no-poder, de lo mandado y lo prohibido. La primera doctrina teológico-moral del Doctor Común es ésta: «La moral trata de la idea verdadera del hombre»”.

“que la moral es, sobre todo y ante todo, doctrina sobre el hombre; que tiene que hacer resaltar la idea del hombre y que, por tanto, la moral cristiana tiene que tratar de la imagen verdadera del mismo hombre. Esta realidad era algo muy natural para la cristiandad de la Alta Edad Media. De esta concepción básica, cuya evidencia ya se había puesto en duda, como indica su formulación polémica, nació, dos siglos después de Santo Tomás de Aquino, la frase de Eckhart: «Las personas no deben pensar tanto lo que han de hacer como lo que deben ser»”.

Pieper, J. (2010). Las Visrtudes Fundamentales. Madrid, Ediciones Rialp SA.

7 “Se refiere al recomenzar cada vez nuevamente. Ello es posible porque el hombre es sostenido en su ser. Eso es lo que indica la Santidad de la obra. Pues la Santidad en sí misma no es autosustentante. Si no la gratitud de ser sostenido por Dios. Y en El no hay cese alguno. Entonces, volviendo al comienzo: la irrupción es un modo de la gratitud, porque todo acto que busca lo bello, lo bueno, lo verdadero va a ser recapitulado en la perfección, en el eterno por tanto”.

Alberto Cruz en el taller de Amereida. Clase 3. Trimestre II / 2003

8 “…es preciso que digamos a qué va unida y a qué aspira la virtud. ¿Es al fin mismo? ¿Es sólo a las cosas que conducen a él? Por ejemplo: ¿es al bien mismo a que se aspira? ¿O simplemente a las cosas que contribuyen al bien? Pero ante todo, ¿qué es lo que toca hacer a la ciencia en este punto? ¿Pertenece a la ciencia de la arquitectura definir bien el fin que se propone al hacer una construcción? ¿O sólo la corresponde conocer los medios que conducen a este fin? Fijo bien este, que no es otro que el de hacer una casa buena y sólida, sólo al arquitecto toca procurar y encontrar todo lo que se necesita para realizar su obra. La misma observación puede hacerse respecto a todas las demás ciencias”.

Azcárate, P. d. (2005). «La gran moral.» Obras de Aristóteles, 2011, en http://www.filosofia.org/cla/ari/azc02a.htm. Libro primero, capítulo XV.

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“En cuanto a la prudencia, se aplica sólo a las cosas factibles y prácticas, que hay posibilidad de buscar o de evitar, y que depende de nosotros hacer o no hacer. Pero en las cosas que el hombre puede producir y en las que puede obrar, es preciso distinguir con cuidado de una parte lo que produce, y de otra lo que simplemente obra. Con respecto a lo que produce, siempre hay un resultado final distinto del hecho de la producción. Así en la arquitectura, que está destinada a producir la casa, el fin especial que se propone es la casa, independientemente de la construcción misma que produce esta casa. Lo mismo sucede con la carpintería y con todas las artes en general, que tienden a producir alguna cosa. En cuanto a las cosas puramente prácticas, no tienen otro fin que la acción misma. Por ejemplo: cuando se toca la lira no hay otro fin que el acto mismo que uno hace, porque el acto y el simple hecho de tocar son en este caso el fin que nos proponemos. Así, pues, la prudencia se aplica a la acción y a las cosas de pura acción sin resultado ulterior; y el arte se aplica a la producción y a las cosas que se producen, porque el uso del arte recae más bien en las cosas que se producen que en aquellas sobre las que simplemente se obra. Y así, puede decirse, que la prudencia es la facultad que escoge voluntariamente y que opera en las cosas en las que depende de nosotros el obrar o no obrar, y todas las cuales tienen en general lo útil por objeto. La prudencia, a mi juicio, es una virtud y no una ciencia, porque los hombres prudentes son dignos de alabanza, y de alabanza sólo es objeto la virtud. Además cabe virtud en toda ciencia, pero no cabe, propiamente hablando, en la prudencia, porque la prudencia, a mi parecer, es ella misma la virtud”.

Ibid. libro primero, capítulo XXXII. De la razón.

10

la indiferencia

hablando    digo lo que no puede transmitirse    trabajo a partir de la

singularidad absoluta    como lo mostró hegel    y es esto lo que se

pierde    de todos modos    me pierdo en el lenguaje    y es allí que

nosotros tratamos de encontrarnos  –  el medio de este encuentro es

así lugar de una extraña indiferencia  de una neutralidad desesperante

( lo universal )      mientras que esta pérdida me somete a suplicio

Autores, V. (1986). Amereida volumen II. Valparaíso, Taller de Investigaciones Gráficas, Escuela de Arquitectura y Diseño, PUCV.

11

“Una estancia en donde los humanos no sean sometidos por el imperio de la necesidad, y así liberados puedan favorecer a la infinitud del todo; don- de la interioridad del yo ceda ante la intimidad en lo común. Esto es abandonar el ego, la conciencia y la individualidad para extrañarse en los otros; llegar a ser “flor de la naturaleza” desligándose de uno mismo. Y sobretodo, comprendiendo que no se trata de concluir el jardín. Ni ahora ni nunca”.

Reyes, J. (2010). Carta de Alemania. Valparaíso, Taller de Investigaciones Graficas e[ad]. Pág. 22.

12

cerrojo de caos

¿Centro del tiempo?   ¿Amereida?   ¿Cruz sobre la

Amereida?     No tan sólo para una vista cartográ-

fica y casi cosmonáutica; sino cruz reproducida    en

todo puesto, en todo lugar:   llevada a todo lugar

la estrella cardinal           la estrella de los cua-

tro ángulos del tiempo   en la jornada rectangular

por nuestra trapa de nueve frentes      nuestra

muda espera políglota    nuestra girante rosa    de

los vientos   nuestra veleta que inviste las ciu-

dades en todo sentido   trazando signos sobre las

casas  apropiándonos hasta el acabóse el papel

de ángeles tomando a nuestro cargo “realizar” las

promesas figuradas desde siempre    encajando so-

bre el terreno el macrocosmos y el microcosmos

ayuntando aquí la piedra cruda con la prescrip-

ción del allá  atornillando las mitades desigua-

les la una a la otra para que haya un signo;

Autores, V. (1986). Amereida volumen II. Valparaíso, Taller de Investigaciones Gráficas, Escuela de Arquitectura y Diseño, PUCV.

13 “El signo así se intercala para otorgarle a la obra transparencia.  Transparencia para que se manifieste en ella el acontecer.  Transparencia para que el rodaje quede inscrito en su verdadera magnitud”.

Ibid. Pág. 96.

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“Trátese de roturar una tierra inculta o de conquistar y de ocupar un territorio ya habitado por «otros» seres humanos: la toma de posesión ritual debe en uno u otro caso repetir la cosmogonía. En la perspectiva de las sociedades arcaicas, todo lo que no es «nuestro mundo» no es todavía «mundo». No puede hacer uno «suyo» un territorio si no le crea de nuevo, es decir, si no le consagra. Este comportamiento religioso con respecto a las tierras desconocidas se prolongó, incluso en Occidente, hasta la aurora misma de los tiempos modernos. Los «conquistadores» españoles y portugueses tomaban posesión, en nombre de Jesucristo, de los territorios que habían descubierto y conquistado. La erección de la Cruz consagraba la comarca, equivalía, en cierto modo, a un «nuevo nacimiento»: por Cristo, «las cosas viejas han pasado ; he aquí que todas las cosas se han hecho nuevas» (II Corintios, 17). El país recién descubierto quedaba «renovado», «recreado» por la Cruz.

CONSAGRACIÓN DE UN LUGAR: REPETICIÓN  DE  LA  COSMOGONÍA
Importa comprender bien que la cosmización de territorios desconocidos es siempre una consagración: al organizar un espacio, se reitera la obra ejemplar de los dioses. La íntima relación entre cosmización y consagración está ya atestiguada en los niveles elementales de cultura (por ejemplo, entre los nómadas australianos, cuya economía sigue estando en el estadio de la colección y de la caza menor). Según las tradiciones de una tribu arunta, los achilpa, el ser divino Numbakula «cosmizó», en los tiempos míticos, su futuro territorio, creó a su Antepasado y estableció sus instituciones. Con el tronco de un árbol gomífero Numbakula hizo el poste sagrado (Kauwa-auwa) y, después de haberlo untado de sangre, trepó por él y desapareció en el Cielo. Este poste representa un eje cósmico, pues es en torno suyo donde el territorio se hace habitable, se transforma en «mundo». De ahí el considerable papel ritual del poste sagrado: durante sus peregrinaciones, los achilpa lo trasportan con ellos y eligen la dirección a seguir según su inclinación. Esto les permite desplazarse continuamente sin dejar de «estar» en su «mundo» y, al propio tiempo, en comunicación con el Cielo donde desapareció Numbakula. Si se rompe el poste, sobreviene la catástrofe; se asiste en cierto modo al «fin del mundo», a la regresión, al Caos. Spencer y Guien refieren que, según un mito, habiéndose roto una vez el poste sagrado, la tribu entera quedó presa de la angustia; sus miembros anduvieron errantes por algún tiempo y finalmente se sentaron en el suelo y se dejaron morir (B. Spencer y P. J. Gillen, The Arunta, Londres, 1926, I, p. 388).

Este ejemplo ilustra admirablemente tanto la función cosmológica del poste ritual como su papel soteriológico. Por una parte, el Kauwa-auwa reproduce el poste utilizado por Numbakula para cosmizar el mundo, y por otra, gracias a él creen los achilpa poder comunicar con el dominio celeste. Ahora bien, la existencia humana sólo es posible gracias a esa comunicación permanente con el Cielo. El «mundo» de los achilpa no se convierte realmente en su mundo sino en la medida en que reproduce el Cosmos organizado y santificado por Numbakula. No se puede vivir sin una «abertura» hacia lo trascendente, la existencia del mundo ya no es posible y los achilpa se dejan morir.
Instalarse en un territorio viene a ser, en última instancia, el consagrarlo. Cuando la instalación ya no es provisional, como entre los nómadas, sino permanente, como entre los sedentarios, implica una decisión vital que compromete la existencia de la comunidad por entero. «Situarse» en un lugar, organizarlo, habitarlo son acciones que presuponen una elección existencial: la elección del Universo que se está dispuesto a asumir al «crearlo». Ahora bien: este «Universo» es siempre una réplica del universo ejemplar, creado y habitado por los dioses: comparte, según eso, la santidad de la obra de los dioses”.

Eliade, M. (2009). Lo Sagrado y lo Profano. Barcelona, Paidós Ibérica. Págs. 21-22.

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“Con frecuencia mira más Dios estas acciones insignificantes de un alma débil, estas pequeñas nonadas, como coger una paja o un alfiler por su amor, que otras obras magnificas.», «No es la grandeza ni aun la santidad de la obra en sí misma, lo que vale a sus ojos, sino solamente el amor con que se hace, y nadie puede decir que no puede dar esas pequeñas cosas al buen Dios, porqué están al alcance de todos”.

Buixó, E. S. (1946). El Camino de la infancia espiritual: breve comentario a la doctrina de Santa Teresita. Volumen 4. Vida espiritual. Barcelona, Balmes.

16

“Quien, por tanto, quiera ser pobre de espíritu debe serlo en todo su saber propio, de forma que no sepa de nada, ni de Dios, ni de las criaturas, ni de sí mismo. Por eso es necesario que el hombre desee no saber nada de las obras de Dios ni las quiera conocer”.

Eckhart, M. (2008). El fruto de la nada y otros escritos. Madrid, Edicones Siruela SA. Pág. 78

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“Nota 35.

Lo durable, durar, pero ¿qué perdura? ¿es esencial que las cosas perduren? No llamemos ciudad a lo que desde Grecia, y tal vez Roma, dejó de serlo. Pero la obra humana, por ejemplo en los aztecas, se podía hacer justamente para ser abandonada. Tal acto lleva consigo un rito inicial que demanda el inicio y no, digamos así, la avara perdurabilidad. Es otro ritmo. Posiblemente hay que volver a mirar con otro tiempo. El nuestro también es ritualmente libre, pues en forma arbitraria es el meridiano que nos refiere y ordena. ¿Es y será posible otro y otros meridianos? Sí. Todos los puntos tal vez tengan validez”.

Autores, V. (1986). Amereida volumen II. Valparaíso, Taller de Investigaciones Gráficas, Escuela de Arquitectura y Diseño, PUCV.

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