septiembre 12, 2011

Espacio próximo con voluntad, holgura resultante que vincula al continente.

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Cerro La Virgen en Valparaíso.

En el fondo de una quebrada la calle sube por la pendiente. Aquí estamos ante la voluntad y lo resultante de la ciudad.

Es evidente que estas casas próximas de las que vemos sus techos por la diferencia de nivel en la que nos encontramos, se han ubicado voluntariosamente junto a la calle y están orientadas hacia la abertura de la rada que conforman los cerros de Valparaíso.

Ahora el espectáculo que conforma el total de las casas, cada una en su singular orientación, es una resultante, nadie se lo ha propuesto, nadie ha reglado ni mucho menos dibujado esta disposición que se pudiera atribuir a un propósito calculado de antemano.

Sin embargo debemos reconocer que detrás de este azar hay una decisión primera que es fundacional, la de permanecer en este lugar. La ciudad cuando se funda como una construcción que no se puede abandonar a diferencia de un campamento, toma un partido espacial optando por un territorio.

Esta voluntad primera es la que al irse construyendo la ciudad entrega una figura resultante que en su aparecer se la recibe como una riqueza. Lo que todos construyen, lo que es fruto del aporte de todos y que carece de autor.

Esto ocurre así en medio de la oposición que ejerce el manto inclinado de los cerros, el que con su pendiente se resiste a ser completamente construido. Lo que no ocurre con un terreno plano, que es enteramente ocupado.

Valparaíso tal como en esta quebrada deja espacios que la fuerza constructora de la ciudad no es capaz de ocupar, sea que los tiene como reserva o que no los ocupará nunca como son los acantilados.

De este modo el habitante de esta ciudad vive y transita en un espacio próximo con voluntad y precisión en cuanto a su forma y en un tamaño mayor que es resultante, que le trae a presencia una decisión de fundación que lo vincula con la extensión americana, habita en una holgura que es a pesar suyo.

 

English version by Mary Ann Steane.

Intentionally close space, a consequential roominess that links to the continent.

The La Virgen hill in Valparaíso.

From the bottom of a ravine the road climbs the slope. Here we stand in front of the deliberate and the resultant city (the city that is intended and the city that is contingent).

It is evident that these closely set houses whose roofs we see through the difference in level have located themselves voluntarily next to the road and are oriented to the opening of the bay configured by the hills of Valparaiso.

Now the spectacle that all these houses make, each one in its singular orientation, is an end result. No-one has proposed, regulated, or even less likely, drawn this disposition, that could be attributed to a purpose calculated beforehand.

However we must recognize that behind this accident there is a primary decision that is fundamental: abiding in this place. Unlike an encampment, when founded as a construction that cannot be abandoned, the city plays out a spatial game by choosing a territory.

This primary will-to-build the city results in a figure whose appearance is treated as an asset: the city everyone constructs, the city that is the fruit of everyone’s contribution and has no author.

This occurs amid the opposition that the inclined slope of the hills exerts, a slope that resists being completely constructed, unlike a flat plane that tends to be entirely occupied.

In such a ravine, Valparaíso leaves spaces that the constructive force of the city is incapable of occupying, whether they are left as a reserve or never occupied, as with cliffs.

Hence the inhabitants of this city inhabit and move within closely set spaces whose form is deliberate and precise, but live at a larger resultant scale which embodies a decision of foundation linking them to the expanse that is America.  They occupy a roominess that is there in spite of itself.