septiembre 28, 2010

Clase 2 Trimestre III 2010

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Jaime Reyes:

Y hay que reconocer que esta dimensión de lo vasto, aunque re-configurada, también se presenta en medio de las ciudades y los pueblos.

En el paseo por la ciudades de Europa, especialmente las de Alemania, advierto cómo funcionan; esto es su capacidad de ser máquinas eficientes en la que todo está en regla y apropiadamente dispuesto para el habitante. Como si trasuntara “obsesionada por las construcciones sistémicas y racionales como medio para disolver los enigmas del mundo y de los hombres”. Aunque esa misma obsesión es la que, por oposición o reacción provoca la aparición de un arte, cuya grandeza, en América, apenas soñamos.»

Pero sobre todo, se siente un recogimiento, un aire lúcido, persistente y aromático. Es producido ya no por la historia -historia también hay en América- si no por la fuerza con que lo antiguo penetra en la contemplación …como si los siglos se esparcieran agregándose a la gala de la trascendencia. Pareciera, a la inversa que en América, que aquí nada es viejo, o al menos la vejez no es sinónimo de decrepitud, ni de obsolescencia, ni para las ciudades ni para las personas.

Si fuera posible que las ciudades y los lugares tuviesen, cada una sus propias atmósferas, se diría que las del Viejo Mundo son densas, y que sus espesuras son las del tiempo aglomerado, pero expuesto. Las atmósferas de América, en cambio, son ligeras, y su levedad es la de la rudeza de la juventud que no se hace cargo de la germinación de la tierra.

Manuel Sanfuentes:

Recibimos este taller en parte para los compañeros que no estuvieron la semana pasada, para recibirlos dentro de la Escuela en el momento que se dé una manera una situación de intimidad o transversal a la Escuela. Donde cada cual tiene un nombre, no es un desconocido. Bien, les voy a leer unas notas que tienen relación con la travesía, la dimensión americana y la misión.

Cada taller esta preparando su travesía. Y cada travesía es una situación, por ejemplo, al continente americano. Por otro lado una parte de la escuela está en Misión en Pencahue, en este momento. También se está preparando, se está participando en el día de San Francisco. Las dimensiones sobre las que vamos tienden hacia a vastos lados; se va a tratar de avanzar un poco en esas cosas.

Desde los principios de ésta relación en ronda, entre oficio y poesía, la cual hasta hoy se les plantea como un “cada vez”, sin resolver, la figura del continente americano se ha vuelto una fuente inagotable que revela paso a paso su interioridad y su propio modo de ser en común.

Ciertamente la situación actual de nuestros pueblos originarios es unos de esos puntos sin resolver, no por una cuestión política, sino más bien de lenguaje, en cuanto éste constituye una manera de comprender el mundo, que en un primer momento no hace más que marcar diferencias.

Los inmigrantes e hijos de inmigrantes, también construyen su propio lenguaje pero con una vertiente europea-latina que proponen para el mundo un entramado utópico de razas y realidades distintas pero que comparten un mismo suelo.

¿Qué es aquello que nos reunen ante éstas diferencias? ¿Será el mero carácter de nuevo que América ha sostenido hasta hoy día?

Parece que la novedad no basta ni el carácter paradisíaco que nos rodea. Por un lado la lengua castellana nos habla a un mismo tiempo y la portuguesa nos advierte ese tránsito continental con lo europeo y lo africano. Es decir, nuestro destino americano es pertenecer al mundo y a la vez el de marcar las diferencias. Tal reconocimiento no basta sino hay una visión que unifique los distintos distingos.

El primer verso de Amereida, abre el camino al reconocer el continente americano como una aparición sin reconocimiento. El hallazgo como una condición, preludia la presencia de América, como un permanente volver a mostrarse cada vez como un hecho que abre la posibilidad de habitar el suelo como un regalo inesperado que irrumpe en medio de nuestro sentido de la pertenencia.

Al mismo tiempo, esta visión nos quita el suelo para decirnos que el modo americano del habitar es el de ir llendo, el de ir abriendo caminos para después, o ante todo, decirnos “el camino no es el camino”. Esto indica una misión que es un modo de ir en pos de la unificación.

Claudio Girola, en un escrito sobre La Dispersa, que es una escultura hecha en la Travesía a Trehuaco (1986), se refiere a ésto como lo unísono. Allí donde se reune los oficios en un estado anterior del hacer. Allí donde la obra tiene verdadera envergadura, lo llama “Los Orfebres”, que es todo aquel que labra objetos artísticos. Es decir, nuestro modo de ir revelando América y de revelarnos a nosotros mismos esta condición de oficiante, es bajo una construcción artística que hace manifiesto el don con el que vamos y se nos ha sido dado como un regalo. Lo que no implica que sepamos más o menos con respecto a América y nuestros oficios, sino que vamos en la certeza de esta condición hallada en medio de nuestro camino. Condición poética que canta lo otro, que yace en lo más propio y permanece como un desconocido. Misión de nuestros oficios y misión de Escuela. Misión del espíritu que se da en el umbral del saludo.

Por estos días una parte de la Escuela esta en esta misión del espíritu y del prójimo, construyendo este modo de darnos al mundo y al otro con una palabra que llama a ése sobreesfuerzo, que es el sacrificio de uno mismo. Para hoy, día cuarto de la misión, la palabra del Buen Samaritano y la pregunta por el quién es mi prójimo.

Siempre la palabra poética y la palabra religiosa nos conduce al otro, a lo afuera de uno, y nos llevan ahí donde el arte y el espíritu reciben al unísono. Esta es nuestra misión, habernosla con todo aquello que compadece como un unísono.

No puede ser que esta situación del unísono en América sea sólo su figura, las lenguas, es más bien ella una suma de extremas diferencias que nos habla de sus ethos y de su modo de mostrarse. Cada travesía ha de partir con una pregunta sobre ello, una interrogación sobre América para que nos hable de aquello que desconocemos y que no radica en sus carencias. Aquello que decimos para “habitar el presente de lo leve”.

En éste sentido cada una de la travesía tiene una misión que construye ese “ha-lugar” americano que se ha reconocido a partir del hallazgo. La primera aproximación de Europa a América nació del profundo equívoco de Colón, y a través de la historia ésta mirada ha siempre a sido tamizada a través de algo, nunca ha sido directo. Tierra de nadie, tierra sin misión, sin destino, tierra abierta, siglos que interrogan por una identidad también abierta en la diferencia; Amereida nos dice así:

“hablando digo lo que no puede transmitirse trabajo a partir de la singularidad absoluta como lo mostró hegel y es esto lo que se pierde de todos modos me pierdo en el lenguaje y es allí que nosotros tratamos de encontrarnos – el medio de este encuentro es así lugar de una extraña indiferencia de una neutralidad desesperante
( lo universal )” [1]Amereida, p. 83

Carlos Covarrubias:

Para terminar esta visión del presente de la actualidad de la escuela, con una frase que alcancé a anotar que dice: «me pierdo en el lenguaje y es allí donde tratamos de encontrarnos».

Bueno, perdámonos un rato en el lenguaje, puesto que allí es donde trataremos de encontrarnos, para lo cual quiero proponerles que ahora, aquí entre nosotros, desvelemos algo del lenguaje, del tiempo, del lugar, algo que nos resulte absolutamente inequívoco. Y este algo sea nuestra compañía, nuestra paz, en todo aquello que viene y que esta viniendo por delante, que es salir a recorrer América.

Como Manuel trajo a presencia junto con Jaime, traen la actualidad de la escuela, y dentro de la actualidad de la escuela esta San Francisco, y probablemente el lunes 4 nos juntemos todos seguramente en las arenas, nuestras arenas de ciudad abierta, para celebrar el día de nuestro patrono, yo diría que hagamos aparecer algo de esta condición escasa del ser humano, pero absolutamente inequívoca, se me ocurrió lo siguiente, el oficio, el cual esta escuela le a dedicado toda la vida, al libre ocurrir del oficio. El oficio es el anhelo de que se encuentre lo que esta con lo que mira. El anhelo que usted con sus ojos encuentre un detalle. El oficio trata de que aquello ocurra, son dos regalos, dos grandes regalos: El regalo de lo que está y el regalo de aquello que mira lo que está; si no se produce este magnifico fenómeno no pasa nada. Entonces hay unos ojos que están aquí y algo que esta allá que puede ser mirado.

Esto es de una excelencia absoluta, no puede sino ser bueno, y no puede sino ser bello, y es una certeza que la condición humana tiene para vivir en paz y que la actividad en sus días en esa certeza nuestra condición puede ejercer toda su pasión y toda su paz. Entonces nosotros que somos habitantes del mar, en cuanto nuestra escuela nos ha regalado ese horizonte todas las tardes de nuestros días de estudio, ese magnifico horizonte, y nos ha regalado los ojos para mirarlo, todos hemos reparado en algún instante de nuestros días que hay algo que aparece en la tarde en el horizonte y que se dibuja con una perfección inamovible, admirable. Ese algo que aparece en la tarde luminoso bello, tiene también nombre de mujer, es una de las criaturas cantadas por San Francisco, como de las mas bellas creadas, es para algunos Venus, para otros Afrodita, y para otros o nosotros, ese simple Lucero de la tarde.

Ambas, una Griega y la otra me imagino Romana, nuestras amigas italianas que han visto ese magnifico dibujo de Botticelli, dibujando al lucero de la tarde saliendo del mar, Venus, Afrodita, la belleza encarnada, esa belleza que en este caso se instala en lo absolutamente inequívoco, es algo que todos nosotros podríamos acordar, y ese hecho que hace que a veces nos perdamos en el lenguaje en las palabras, en las interpretaciones, en las corrientes políticas, filosóficas que nosotros a veces seguimos, hay algo en lo cual no podemos perdernos, puesto que Venus, Afrodita y el lucero, son de tal belleza que resulta inequívoco, por eso si es que aparece luminoso, visible, dibujable, admirable y amable… «amable». Es la imagen, aquello que encarna lo desconocido, encarna y lo encarna claramente a nuestros ojos para llevarnos en esa perfecta encarnación a lo desconocido, a lo invisible, a lo inaudible, a lo inimaginable, y justamente por su contraparte de su perfecta aparición, de su bella aparición, aparición que nuestros ojos la pueden recibir absolutamente en ese encuentro de nuestros ojos con ese regalo de lo hecho, es que el oficio se deleita y puede llevar adelante su obra.

Entonces mi proposición es sumamente sencilla, que este anhelo de ser una escuela, «la escuela», este anhelo de Alberto uno de sus fundadores, este anhelo del nosotros, este anhelo del acto de la escuela, podemos perfectamente ubicarnos aquí, y darle una primera forma en el acto de San Francisco, el lucero de la tarde que es la belleza propiamente tal, esa belleza que ese joven poeta Rimbaud, un día dijo que la había sentado en sus rodillas y que la encontró amarga. Esa misma belleza que Botticelli que pinta y la dibuja graciosamente en uno de sus cuadros más conocidos.

Con ella es que partimos a recorrer América, es con ella. Vayamos donde vayamos las travesías pueden dispersarse por América entera, pero siempre va a estar lo inequívoco de la belleza ante nuestros ojos para que ocurra en ese espacio del oficio, sea cual sea, arquitectura, diseño- Así se cumplen primeras palabras de América.

Palpar, el corazón palpita. El corazón humano ante la belleza primero que todo palpita. «Para palpar el presente» lo que siempre esta también inequívoco como lo es la belleza, el presente de lo leve, que es mas leve, que el acto mas sencillo que simplemente mirar, aquello que esta frente a tu cara, que más leve, que más dócil, que más regalado: «Para palpar el presente de lo leve, es que partimos a recorrer América» [2]Amereida, p. 96.

References

References
1 Amereida, p. 83
2 Amereida, p. 96