marzo 24, 2010

Clase 1 Trimestre I 2010

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Manuel Sanfuentes:

Parece necesario este día hacer una presentación del Taller de Amereida, en cuanto a su modalidad y espacialidad.
Dar el paso del aula, de la sala, a este espacio exterior nos re-ubica ante una palabra que en nosotros parece una seña de nuestra manera de ser: lo abierto. La condición poética que nos hace eco a diario se da en ello.

La abertura –nos dice Amereida– viene primeramente de un paso que va a tientas, que busca «como en la noche el ojo su aventura?».
Pues bien, la abertura va ligada desde entonces a la aventura. [1]Semejanza de palabras y sentido: b/v – r/n. Esta relación entre abertura y aventura la plantea Amereida; lo entrecomillado reciente viene del verso completo así: «y aún con otros ¿no … Continue reading

Las palabras nos hablan con una nitidez que también enceguece… pero está dicho, escrito, impreso y vuelto a decir en este eco que hoy día aquí nos reune.

Habrá que entender lo abierto, también, como una condición, por cuanto ello es naturaleza propia de todo aquel que busca lo sin medida de una extensión que supera toda habitabilidad. [2]Esto pasó en la clase 2 (Se observa que el que escribe lo hace con posterioridad, viendo y re-leyendo el texto anterior); la «extensión que supera toda habitabilidad», palabra-acción: el Gran … Continue reading

Lo abierto debe permanecer abierto, puesto que toda abertura es a la vez un cierre que deja al interior aislado. Así pues, aventura, abertura y cierre son condiciones inherentes al sentido de lo abierto. Adentro y afuera que se llaman para comprender cómo el poema se incluye en el razonamiento y cómo la poesía saca y pone de sus casillas.

«Yo sé los cielos agobiados de destellos,
y las trombas, y las resacas y las corrientes:
yo sé de la tarde, el alba exaltada
como un pueblo de palomas.
Y yo he visto algunas veces
eso que el hombre ha creido ver.»

Barco Ebrio
Arthur Rimbaud

Me pregunto de veras, si es que la poesía conserva aún el sentido de la visión, si es vidente aún; [3]«digo que hay que hacerse vidente», Carta a Paul Demeny [Carta del Vidente], Charleville, 1871, Arthur Rimbaud. si todavía es un taumaturgo el poeta. Así como Rimbaud se distancia del hombre, entre lo visto y lo que se cree ver. ¿Cuál certeza? Ésta es una abertura, un dentro y fuera.
Hay que permanecer en aquello visto, y este lugar es parte de esa visión, así como en América –desde la más europea hasta la más indígena–, dentro y fuera nuevamente. En realidad, este es el eco: por un lado visión-mirada y por el otro audición-palabra.

Un real estudio no tiene cabida si no avanza por las aberturas del desconocido; «volver a no saber» como estas arenas… es precisamente ubicarse en ese terreno donde lo que se nombra reside en el sentido y no en la contingencia de una respuesta.

«Hay que ser itinerante de la poesía» [4]Iommi M., Godofredo. Poesía y Poema, en Carta del Errante, París, Viña del Mar, 1963-1976. –nos dice el poeta–; se es tomado y se es dejado… «Ya no más», [5]Rimbaud termina así el poema Devotion: «— Mais plus alors.»; en el taller de Amereida 2009 fue estudiado y leído este poema a propósito de un escrito de Godofredo Iommi M. titulado –con … Continue reading se nos ha dicho; si es que no hay una fidelidad profunda a lo que se es, todo se nos vuelve subterfugio, estrategia, conocimiento, jugada.

Este acto –adverso, si se quiere– nos vuelve a abrir la visión de lo impropio, a través de la utopía del presente, aquello que se nos regala sin que las espectativas anticipen nada. Cuando se habla de nosotros, se habla de esto, se habla de esta fidelidad distinta a la experiencia. Somos palabra y cuerpo en las arenas, es nuestro mar.

… vuelvo a no saber, vuelvo con estas palabras que no llaman, pero que sí residen en aquello que desconocemos.

… la próxima semana estas huellas habrán desaparecido… no su eco.

Jaime Reyes:

La Carta de Alemania está destinada en el Sr. Arturo Chicano, decano de la facultad de arquitectura y urbanismo de la PUCV.

«La Partida

Me encuentro ahora a bordo de un tren en dirección al sur, en el medio de los tiempos y los lugares de mi extraño viaje. Había decidido escribirte esta carta hace algún tiempo, pero no tuve la excusa precisa. Valga ahora simplemente el movimiento de este tren, a toda velocidad, tragándose el paisaje, meciéndose manso y sin pausa, como una analogía simple y oportuna de mi viaje. Creo que esta carta es de tu correspondencia porque fuiste tú quien, en innumerables conversaciones de café al borde del Pacífico, me incitaste a dejarlo todo en las manos del presente y a partir en la aventura.

Te corresponde además porque tus instigaciones no sólo eran de esas que los amigos se dedican en el coro de los vasos al fragor embriagado de la madrugada, sino además tuvieron el tono de la vastedad que corre entre ciudadanos abiertos; pues eso somos. Y por último, esas sugerencias fueron deliberadas como decano de nuestra facultad, haciendo que todo este viaje tenga también el sentido universitario profundo, que es el ámbito en el que actuamos y donde además nos ganamos la vida. Espero entonces, ante todo, ser honesto y fiel con esas matrices iniciales para que mi carta sea ya no las simples noticias del viaje, sino que te permita, al leer, afinar el oído en el tono justo que requiere esta aventura».

La Misma Pregunta

Comprendo ahora perfectamente las percepciones que tuve cuando decidí quedarme a vivir en la Ciudad Abierta. Mantengo la certeza de que era ese proyecto, y no otras estimaciones, el que motivaba mi determinación de ya no regresar jamás a mi ciudad natal. Hoy sigue siendo exactamente igual. Pero han pasado veinte años, y aunque el tango diga que no son nada, ese tiempo tiene un espesor que cobra su entereza en la cuenta de nuestras narraciones.

¿Cómo presentarle a alguien, en este caso a un filósofo alemán, semejantes amplitudes, alcances, hechos y preguntas? Considerando sobretodo que me dedico a la poesía y que a diferencia de él, no estoy obligado a entenderme con la actualidad de las ideas que conforman nuestro mundo. Tampoco, como él, me debo a darle razón a mi tiempo en el afán y la necesidad de ‘saberme’, pues yo no trato con la sabiduría. Todo conocimiento, sea de la índole que sea, requiere que lo real, la realidad, aparezca sensitivamente; a través de los sentidos. Pero esa aparición no la puede inducir el conocimiento, sólo la poesía. Supongo al menos que, por su oficio, también él estará acostumbrado a sobrevivir en medio de preguntas, como debiesen estarlo en verdad todos los oficios.

Me refiero a que, después de todo, seguimos viviendo, trabajando y estudiando sobre la base de una simple y concreta pregunta. Es la pregunta por nuestro ser americanos. ¿Qué otra cosa podría preguntarse un americano, más aún un poeta, que viene a Europa? ¿Será que en el contraste insobornable aparece sin remedio este dilema ya tradicional entre nosotros?, o quizá la pregunta sea sólo una jugarreta dialéctica, que a la vuelta de los años nos envuelve en un proceso donde nuestro continente opone sus propios principios contra la posibilidad de hallar allí ideas claras.

Sin embargo, la pregunta pareciera seguir ubicándonos en el mundo, aún a riesgo de dejarnos detenidos en medio del vacío, puesto que muchas veces nos parece un sin sentido seguir y seguir preguntándonos por una identidad que muchos parecen haber elaborado hace ya décadas y décadas. Economistas, sociólogos, periodistas, historiadores y un sin fin de especialistas aseguran que, a estas alturas de la historia de América, el problema de la identidad está resuelto y que sólo debe ocuparnos apurar su desarrollo y avanzar en la concepción de un futuro óptimo y prometedor. Suena lógico, porque después de más de cincuenta años oyendo aquella pregunta entre nosotros mismos ¿qué hemos obtenido?, ¿tenemos acaso alguna claridad sobre el asunto?, ¿podríamos decirle a alguien lo que hay que hacer? Nos defendemos diciendo que, al menos y en reiteradas ocasiones, hemos dado testimonio de nuestro rumbo. Y creo que es cierto. Pero ¿nos conduce nuestro rumbo hacia algo útil? Útil para los otros, para todos.

Carlos Covarrubias:

El Taller de Amereida, este año en la medida que se pueda -aquí-, por ende esto requiere de una construcción.
En la mañana hablábamos de la existencia del cuerpo de la Escuela, si, hoy está el cuerpo de la escuela aquí. Nos recibe el diseño, con toda esa manera de plantear lo abierto, luego nos recibe un dibujo en una pizarra que dice y muestra en el dibujo también un modo de haberselas con lo abierto, la mano abierta de Napoleón Bonaparte, invitando no con la espada que se empuña, sino con la mano que se abre y recibe y saluda, raro acontecimiento en un prócer militar, la mano abierta. Luego por e oficio y con la arquitectura, Alberto que viene a la arena a mostrarnos también un modo de estar, de ver y de hayarselas con la abertura. Pero el cuerpo de la escuela en un cuerpo inteligente , capaz de ver, de oír, de abrirse cada vez a aquello que está ahí.
Alberto va a hablar, Alberto tiene edad y sis ustedes quieren oirlo, tienen que construirse de una manera tal, real, arquitectónica, diseñada y poética de juntarse como cuerpo para poder oír.

Andrés Garcés:

De esta relación entre palabra y lugar.

Así en cierto sentido el día de hoy no dista mucho de otras manifestaciones del taller a no ser por un solo punto, porque estamos en lo abierto de la extensión.

Hemos hablado en otros talleres que el dibujo es el pan-o-rama de la palabra dicha, telón de fondo o cobertizo, en definitiva escena. Ahora henos aquí habitando este panorama o suerte de escena total donde transitará esta palabra. Escena de la palabra del espacio donde interceden ambos, de la extensión de lo abierto en su sentido más propio, estamos esencialmente en un espacio de la palabra griega. Ustedes sabrán que para los griegos la palabra traía a presencia el destino, el mar, la viña puesto que para el mundo griego antiguo la palabra tenía el valor y el arrojo de traer a presencia al dios.

Nosotros en este lugar asistimos a este taller no para quedar ante la poesía y su palabra, como si ellas estuvieran puesta sobre la mesa para tomarlas o dejarlas, mas bien asistimos para quedar dentro del espacio abierto que la poesía nos señala y a la cual nos invita. Para construir en definitiva mundo.

Pero, también como tenemos un mundo de distancia con los griegos tendremos que consentir que el modo de mirar a adquirido cierta complejidad para ver este destino. Así con tanto camino recorrido en el bajo renacimiento y ya entrando al barroco los pintores y arquitectos de la época, propusieron que para mirar ciertos cuadros, era necesario agregar al cuadro una trampa, de tal modo de que ir y entrar al cuadro, a la escultura, a la arquitectura no fuese un hecho obvio y por lo tanto también directo. A esto lo vamos a llamar en lengua española el «Trampantojo» que esa construcción engañosa que hace el artista para hacer creer que se está en un espacio real.

Todos estos dibujos que traigo aquí para el taller son en alguna medida este modo de construir una trampa para el ojo, para que nunca se pierda el misterio y lo que para nosotros no es otra cosa que lo desconocido.

Cada uno de estos cuadros sería este modo de mirar donde este taller de América inicia la construcción de los panoramas del taller de América.

Alberto Cruz:

Hace años en 1965 paseábamos por aquí con Godo, y él nos hablaba a nosotros del desconocido poético. Lo que nunca se conocerá y que los poetas saben que no se conocerá.

Nosotros nos decíamos que si hay un desconocido que nunca se conocerá, el tiempo se detiene, no cambia, porque nunca se va a conocer, si se conociese cambiaría. Los griegos tenían para el tiempo que no cambia a Gorgo, [6]—»¿Qué es gorgo, qué está diciendo Alberto? ¿Qué es eso… una primera aproximación de búsqueda inmediata sería la siguiente: Gorgo (en griego Γοργώ, Gorgô), nacida en 506 a. … Continue reading pero, digamos la palabra poética que dice del desconocido no es la palabra de Gorgo, de aquel que deja petrificado el tiempo, sino que es la  que no petrifica el tiempo, o sea el desconocido poético que se encuentra después lo vimos en el mar interior americano. El mar interior americano es el lugar del desconocido poético, pero es en un  tiempo no Gorgo, esto nosotros lo sabemos por los poetas y lo sabemos porque América fue concebida en su momento de tomar conciencia de ella como el cumplimiento del mundo, el continente que cumplía el orden del mundo. De allí surge que nosotros como americanos cuanto hacemos tiene el carácter y el valor de cumplimiento de mundo, entonces nosotros estamos en un cumplimiento de mundo, sabiendo de este desconocido que no es Gorgo ni las Gorgonas ni ninguna furia, pero, una complejidad poética, esta complejidad poética nosotros tenemos que cumplir el cierre del mundo, como mundo, porque eso es lo que fue América en un momento dado, entonces no podemos prescindir de eso.

Después de esos años a nosotros nos tocó venirnos aquí a este lugar, y en este lugar construir cenotafios, en realidad nosotros pensamos que la Ciudad Abierta es el cenotafio de lo desconocido. La Ciudad Abierta entera es como el cenotafio de este desconocido no Gorgo que da cumplimiento al cumplirse del mundo, y que lo es también el cenotafio del Mundo las  Travesías que lo construyen a través del continente americano. El continente americano es el cenotafio del mar interior americano, con su cumplimiento, en eso es el sentido en lo que estamos nosotros. Pero, al comenzar las travesías se concibió que antes de iniciar  la travesía y antes de hacer las obras se hiciera un avance de la obra, ese avance se lo llamó un pormenor, en que se avanzaba. El  primero de los avances fue el pormenor de Santa Cruz de la Sierra, capital poética de América, así nosotros estamos en este momento en el pormenor del cenotafio que es la Ciudad Abierta y que es el continente americano, para hacerlo.

Pero resulta una cosa, que Godo a todo esto nos seguía diciendo mas complejidades, para hacer todo esto decía poéticamente -hay que volver a no saber-, entonces nosotros nos tratábamos de construir este volver y este no saber que sería un no saber que supiéramos que es un no saber y es eso siempre nos hemos encontrado y siempre permanecemos hasta la fecha con eso. Lo que estoy diciendo no es una cosa del pasado, sino que es una cosa del presente que tenemos que elaborar. ¿Y por qué tenemos que elaborar?

Pues bien, porque resulta que arquitectura y los diseños gráfico y el diseño de objetos son los oficios en que nada de la creación, el cielo, el mar, las arenas, la gente, todo, le es extraño. Nada de la creación a un arquitecto que le da casa y los diseñadores que le da los objetos para vivir, le es extraño. Osea nosotros poéticamente tenemos que quedarnos sin volver a no saber, que nada nos resulte ajenos de la creación, en cuanto a criaturas nada nos es ajeno, nada.

Entonces ¿cómo lo armamos?

Precisamente esta son las preocupaciones y los afanes de la escuela, estos, en la cual tenemos ya un punto de partida que son los cenotafios, y ya hemos hecho ya mas de cien travesías y hemos hecho aquí la Ciudad Abierta, así que tenemos que volver a ello para sabernos en esto. Esto es el asunto, pero, tenemos que buscar tenemos que buscar en todas las cosas actos nuevos que nos ayuden, por ejemplo este acto de antes del taller, que ustedes estén comiendo, que estén juntando el oír la palabra que sale de la boca con lo que les entra por la boca, da cuenta de algo y ese algo es que el cenotafio como acto tiene la celebración. Inglaterra tubo su Ricardo Corazón de León pero nosotros tenemos a Ricardo, el Celebrador, aquí.

Esta es nuestra situación, alguien diría –está todo esto muy bien– en el interior de cada cual que asiste a este curso, y lo asiste los cuatro o cinco años de la escuela, ¿qué puede adquirir? Puede adquirir una cosa que es muy importante, y es que sean humildes. Pero ¿qué es ser humilde?

Es tener la verdad de lo que somos, humilde no es sentirse apocado, pero tampoco sentirse envalentonado, sino que es la verdad. Es la experiencia de la verdad vivida por uno dentro de uno.

Y aquí, todo. Cuando les decía oír las palabras, las palabras tienen que ser oídas por ustedes como dirigidas a la verdad de cada cual, que la verdad en cada cual conduce a la Verdad con mayúscula. Estos son los propósitos de este ciclo.

Cada hombre construye su propia envolvente, estamos construyendo la envolvente de la escuela y a su vez la envolvente de cada cual, que es una envolvente de Verdad.

Audios de la primera Clase.

Manuel Sanfuentes
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Jaime Reyes
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Andrés Garcés
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Carlos Covarrubias
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Alberto Cruz
[podcast]http://www.ead.pucv.cl/wp-content/uploads/2010/03/77-05-CL-ame-10-t1-clase-1_-Alberto-Cruz.mp3[/podcast]

References

References
1 Semejanza de palabras y sentido: b/v – r/n. Esta relación entre abertura y aventura la plantea Amereida; lo entrecomillado reciente viene del verso completo así:

«y aún con otros
¿no buscó el paso su abertura
tanteando en la costa
como en la noche el ojo su aventura?»

2 Esto pasó en la clase 2 (Se observa que el que escribe lo hace con posterioridad, viendo y re-leyendo el texto anterior); la «extensión que supera toda habitabilidad», palabra-acción: el Gran Espacio, lo abierto.
3 «digo que hay que hacerse vidente», Carta a Paul Demeny [Carta del Vidente], Charleville, 1871, Arthur Rimbaud.
4 Iommi M., Godofredo. Poesía y Poema, en Carta del Errante, París, Viña del Mar, 1963-1976.
5 Rimbaud termina así el poema Devotion: «— Mais plus alors.»; en el taller de Amereida 2009 fue estudiado y leído este poema a propósito de un escrito de Godofredo Iommi M. titulado –con precisión–: «Testamento de Rimbaud», Viña del Mar 1979.
6 —»¿Qué es gorgo, qué está diciendo Alberto? ¿Qué es eso… una primera aproximación de búsqueda inmediata sería la siguiente:
Gorgo (en griego Γοργώ, Gorgô), nacida en 506 a. C., fue la hija del rey de Esparta Cleómenes I y esposa del rey Leónidas I. Fue de las escasas mujeres griegas en tener un activo papel político en la época clásica y la más conocida de las mujeres espartanas. [en línea: http://es.wikipedia.org/wiki/Gorgo]

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