Travesía Río de Janeiro
Examen de los Talleres de Tercer Año de Diseño Gráfico y Diseño Industrial.
Introducción
Este examen quiere dar cuenta de cuatro momentos significativos, el primero trata de objetos para un brindis de celebración diseñados para el lanzamiento del libro Diseño, Acto y Celebración, el segundo trata de objetos expositores y de brindis diseñados para la travesía en Río de Janeiro, el tercero trata de objetos portables en bus diseñados para la espera de una cena en el tránsito de una travesía, y el cuarto trata de una mirada desde la dimensión gráfica a siete formatos o versiones de los objetos de lectura. Todo ello, con el propósito de manifestar las relaciones y vínculos en el obrar y en la obra que este taller conjunto de diseño gráfico e industrial quiere hacer presente en el oficio del diseño.
Primero
Objetos para el brindis de celebración del lanzamiento del libro Diseño, Acto y Celebración.
No se puede hablar de este periodo correspondiente a las Travesías por el continente americano sin antes hacer mención al acto primero que nos tocó realizar con los alumnos de Diseño. Concluido el libro Diseño, Acto y Celebración que recién habíamos editado, este debía ser lanzado públicamente en algún lugar significativo del país, para reunirnos con nuestros egresados y amigos más todos aquellos que han participado de esta experiencia celebrativa. El lugar fue convenido: Museo Nacional de Bellas Artes, en Santiago. La pregunta de cómo o desde qué celebraríamos fue estudiada y desarrollada anticipadamente por dos alumnos del taller de titulación; ellos, formalizaron una propuesta dejando abiertas algunas instancias que retomamos con el taller de tercer año, desde el finiquito del prototipo, hasta la producción total en todas sus delicadas partidas, ((Sabemos que al mirar un proyecto de arquitectura representado en planos y maquetas debemos distanciarnos de muros y ventanas para leer cuál es la pro- posición del acto de habitar que ese ordenamiento de la materia propone. En el diseño de objetos en cambio es verificable directamente, pues esa mirada trae consigo un conocimiento desarrollado tempranamente por el uso, desde lo que se toca, cómo se toca y lo que provoca su aparecer. Por tanto materia y proposición son al unísono.)) conjuntamente con el montaje en el lugar. Un acto de esta naturaleza requiere anticipar un número, las experiencias anteriores nos determinaban que 300 personas era un acierto de asistencia. Aumentamos un porcentaje por la incertidumbre, sería para 360.
Sesenta columnas de papel se dispondrían en el espacio para recibirlos. Cada una de las delgadas columnas –no más ancha que cuatro dedos- contenía lo necesario para convocar y detener a su alrededor a seis personas. Cada persona primeramente retiraba lo visible, un pequeño vaso de vidrio que abrochaba un segmento de esta columna, cada vaso centrado en esta vertical a corta distancia del siguiente. Este desprendimiento permitía abrir o daba inicio al encuentro de lo oculto, que se encontraba tras el abatimiento de dos caras: engarzados en pliegues de papel metálico los bocados que acompañaban al vino servido de mano en mano. Eran 1440 trozos de jamón y queso envueltos en nori, que se asomaron acompañados de 720 panecillos. Todos ello facturado por grupos de alumnos como parte irrenunciable del proceso constructivo que implicaba cada partida.
Retirados o terminados todos los bocados con estos sabores, una sección de la columna enfundada asciende en pos de la vertical mayor, tramo suficiente para dejar visible a 6 cubos de papel que solo asoman una cara, intervenidos por pliegues para ser retirados, cada uno de ellos oculta en su interior el último sabor. Para llegar a el habrá que presionar su base de modo que el esférico bocado emerja de su centro: un consistente bombóm de chocolate.
Primeramente se pensó disponer las 60 columnas en el hall central del museo: un trazo doble de dos en dos en su largo mayor de modo que todas ellas juntas alcanzaran a generar una bruma luminosa nacida desde su coronación a luz de vela, una bruma de luz como aquella que aparece en las noches de niebla en la ciudad que oculta la fuente pero tiñe sutilmente el espacio. Ellas se pensaban protagonistas del acto. Como no estaba disponible este espacio, se dispusieron ancladas a las barandas del ovalo central del segundo piso se dispersaron homogéneamente en todo su perímetro; especialidad que organizó un recorrido nuevo e incalculable: saludar y ser saludado desde la distancia sin interrupciones que ocultasen a los invitados, ahora todos visibles. Los que asisten son amigos fraternos de una misma comunidad de estudio de saludos calidos y efusivos. Las columnas todas abiertas a la vez, se recorrían facilitando el tomar de aquí y de allá. Su disposición y ubicación espacial en el borde del vacío del óvalo central manifestó algo inédito, que un acto de esta índole tiene como sentido primero la convocatoria y encuentro fluido de todos los presentes acción que los objetos provocaron al manifestarse con su presencia perimetral y restada de protagonismo.
Segundo
Objetos expositores y de brindis para acto en la Facultad de Arte y Diseño de la Pontificia Universidad de Rio de Janeiro.
Estas 60 columnas rescatadas del lanzamiento del libro en el museo, nos presionaban con su presencia acumulada en nuestra sala de clases, ante la posibilidad de ser reutilizadas, comprimiendo nuestra libertad creativa. Una dimensión importantísima es la factibilidad económica de una travesía. Nos esforzábamos por ajustar o mantener el valor de la cuota equivalente a los años anteriores, tampoco estábamos dispuestos a reducir el tiempo de permanencia, bastante ajustado para la empresa que realizaríamos y donde iríamos. Porque breves eran los tiempos para plantear y ejecutar una obra de travesía, contábamos con 15 días antes de la partida. Tendríamos en Río de Janeiro tres días para armar y montar la exposición. Nos otorgaríamos dos días más en la contemplación de la ciudad. El ajuste fue a centavo, porque pensábamos en dólares, traducíamos a pesos y cancelaríamos en reales. Entonces reutilizar las anteriores columnas nos favorecía, pero este «cada vez» poético que fecunda nuestro obrar se desvanecía. En esta disputa y releyendo las propuestas internas del taller, ocurrió algo nuevo.
Todas las experiencias de brindis de celebración que editamos en el libro recién lanzado Diseño, Acto y Celebración dan cuenta de 52 ocasiones precisas en que lo diseñado se sitúan en algún momento del acontecer celebrante, sea en el inicio, intermedio o final de tales actos, dispuestos para abrir o sellar la convocatoria.
Ahora la pregunta era plantear un objeto que tuviese la ambivalencia: propusiera su sentido y a la vez convocara a celebrar la ocasión. Heredábamos del trabajo recién ejecutado su materialidad de bajo costo (planchas de cartón corrugado), la maestría geométrica adquirida desde temprano en pliegues y repliegues de un plano, la conquista del tiempo con el trabajo constante e infatigable de un equipo de más de 30 alumnos y también finas particularidades que deseábamos mantener con leves pero importantes cambios. Días tomamos en planear y ejecutar, días en llegar, otros menos en armar y montar y solo minutos se necesitaron para que todo se cumpliera ante los ojos de nuestros invitados y anfitriones, profesores y alumnos de Arte y Diseño de la Pontificia Universidad Católica de Río. Allí, albergados en la planta baja de uno de sus edificios construímos nuestro propio espacio con nuestras esbeltas columnas de cartón, veinte en total, cuyos escritos impresos en sus caras superiores anticipaban el sentido de la presentación. A viva voz la poesía indicaba nuestro origen y con forma presente dijimos quienes éramos y nuestro modo de pensar y hacer diseño. Valparaíso, presentado en largas franjas que permanecieron plegadas en su interior, era la ciudad que iba apareciendo a medida que abatíamos dos caras de las columnas, una vez abiertas se retiraban los vasos que se llenaron de mano en mano con el vino que estaba de antemano presente, luego los bocados ocultos en cúbicos envases fueron emergiendo sutilmente.
Tercero
Objetos constructores de la espera en el transito de una travesía.
El tiempo de permanencia continuo en el bus, cuatro días y tres noches, nos condicionaba las jornadas diarias y sus detenciones entre Valparaíso y Río de Janeiro. Las detenciones programadas en el transcurso del viaje a orilla de carretera serán un acto reiterativo de ida y vuelta. Las más significativas ocurren en dos momentos del día, de noche para preparar nuestra cena y durante la mañana al desayunar.
Desayunar tiene la inmediatez de disponerse y acceder colectivamente a esa gran variedad expuesta sobre la mesa, si existe alguna elaboración se realizará como complemento mientras ya se esta consumiendo. La cena es distinta, su preparación es más elaborada, los alimentos deben procesarse, y cocinarlos, preferentemente son comidas calientes. Es justamente ese tiempo en que no todos pueden participar es donde se produce la dispersión natural y ansiosa del grupo. Este es un momento estimulante y de dispersión, un tiempo sin forma, de un ojo saturado de paisajes y de un cuerpo que hay que ponerlo en la complacencia del sabor ante la espera.
El encargo final de los alumnos alude a construir «el acto de espera» de la cena en la complacencia del sabor. Los alumnos durante el trimestre han trabajado en forma grupal desarrollando desde las particularidades a la formulación total de un acto de celebración y bien saben que ello solo se logra desde el diseño de un objeto particular. Se trata esta vez, de un objeto que pueda recibir o invitar de dos en dos a un brindis íntimo. A la vez, estos objetos serán los que nos indiquen –al ser soporte de los platos ya preparados– la forma colectiva que adoptará el taller en el momento de cenar, ante dos variantes: se puede estar de pie ante ellos o bien recostados a ras de suelo. Objetos de dimensiones reducidas que puedan ser llevados en el interior del bus, en su bandeja superior. Una mesa íntima y colectiva a la vez constituida desde pequeñas secciones que se distribuyen por el espacio. Si bien esta vez no serán llevados a travesía, todas las propuestas poseen el germen de una forma que responde al acto de espera.
Cuarto
Mirada desde la dimensión gráfica a siete momentos de formato o versiones de los objetos de lectura.
Saber leer es saber distanciar. Por ejemplo, en los siguientes versos, el poeta ((Se trata de Godofredo Iommi Marini, poeta y profesor fundador del Instituto de Arquitectura UCV y de la Ciudad Abierta.)) manifiesta esa distancia con el vocablo que antepone cada vez a la misma pregunta:
Uno: ¿Cómo y cuando hay ciudad?
Otro: Pero ¿Cómo y cuando hay ciudad?
Nuevamente: ¿Más Cómo y cuando hay ciudad?
Y finalmente: ¿De dónde recibe esa última luz oculta que la hace ciudad?
Con esta pregunta acerca del aparente aparecer de una ciudad, iniciamos nuestro taller de travesía a la ciudad de Río de Janeiro ((La ciudad de Río de Janeiro es nuestro punto geográfico, el sentido apunta a entregar una mirada de la ciudad de Valparaíso y del oficio del diseño a alumnos y profesores de la Facultad de Arte y Diseño de la Pontificia Universidad de Río a través de un acto de exposición y brindis.)) desde esta ciudad de Valparaíso. El camino para tal interrogante nos llevó a vagar de formato en formato, pues la aventura17 donde la aparente imagen de ciudad arriesga su aparecer, Cuento los siete momentos de formatos por los que hemos vagado con el diseño.
- El primer formato es digital, de programas que faciliten la presentación de fotografías, video y sonido. Su duración, es la de un tiempo connatural, como el de un tema musical, que no nos parece ni tan breve ni tan alargado. Lo que se presenta puede ir desde una actividad, acción o gestos hasta espacios y elementos urbanos captados en Valparaíso, todos ellos, en la amplia libertad de formas que una ciudad ofrece.
- El segundo formato es un hexaedro, de cara diez centímetros, bien podría decirse un pequeño cubo de papel, contenedor de la imagen fotográfica del rostro de cada alumno. Este hexaedro proviene de las experiencias que hemos sostenido estos los talleres de tercer año de diseño con el signo letra inscrito y concebido desde un cuerpo cúbico para ser leído en un espacio urbano o de exteriores. Nosotros contamos con que el rostro al igual que una letra, es preciso e identificable. Nos proponemos potenciar su cualidad de verificación inscribiéndolo en un hexaedro. Lejano es entonces a este propósito el descomponerlo por pura plasticidad como también caricaturizarlo. No satisfechos con lo anterior, realizamos otra experiencia en un hexaedro, equivalente al anterior, solo que esta vez es contenedor de una imagen fotográfica de Valparaíso. Cada imagen proviene del arsenal fotográfico producido por cada alumno en la primera proposición que realizaron para formato digital, este cubo-ciudad debe demostrar, a partir de pliegues interiores como exteriores, una reubicación del algún espacio de la ciudad de Valparaíso. Este hexaedro, proviene de las experiencias llevadas adelante en cuerpos cúbicos que ocultan los bocados y se despliegan presentándolos. El concepto de reubicar la imagen y reubicar el bocado toca un mismo principio: el de provocar un doble movimiento ocultar y desocultar. Un cuerpo cúbico neutraliza lo que oculta y el despliegue dinamiza lo oculto, que es estático.
- El tercer formato es un segmento de papel, veinte segmentos apaisados y otros tantos verticales. Ni tan pequeños ni tan grandes, de un metro de largo por 13 cms. de ancho. Cada uno de ellos contiene una imagen que lo abarca por entero de un extremo a otro. El espacio que se presenta en ellos es el mayor, quedando los apaisados inscritos en un régimen de panorámicas, aún cuando en algunos corresponda a una situación de cercanía. Cada imagen contiene simultáneamente una lejanía, un horizonte o perfil y un elemento reiterativo, aquel o aquellos que permitan reconocer la ciudad puerto, la ciudad barrio, la ciudad ocio. El formato vertical, único con dos versiones, presenta uno el ascenso y otro el descenso por una escala de algún cerro. Corresponde a los afiches que invitan en lengua portuguesa al acto expositivo de Valparaíso y brindis realizado en el recinto de la PUC-Río.
- El cuarto formato corresponde a todas las instancias realizadas de cuerpos y columnas expositivas, que parten con la proyectada para la travesía, que oculta el brindis y la exposición, dejando ver por su exterior los textos, realizados por los mismos alumnos y escritos a dos lenguas, castellana y portuguesa. Concebidos a partir de un juego que responde a las cinco agrupaciones que se obtienen de las 20 imágenes de Valparaíso que serán expuestas. Es un guión de textos que regla la cantidad de caracteres, cuerpos tipográficos, palabras verbales, palabras adjetivas y conectivas. Nace de lo entregado por los profesores de taller como interrogante primera de esta travesía a Río ¿cómo y cuando hay ciudad? pregunta original del poeta Godofredo Iommi en uno de sus poemas que recorre a su vez cada una de las cinco tipologías de escritos de las columnas expositivas.
- El quinto formato es un cuaderno, de formato vertical, menor que el formato carta en el ancho. Se trata de la carpeta de taller, donde ambos talleres por igual dibujan y anotan cada faena, tarea y clase, previa a la travesía, en travesía y al retorno. Es ese momento de la caligrafía, del escrito, trazo o color realizado directamente y que anticipa un discurso. Es sin pasado en limpio, el retomarla significa avanzar sobre ella, pues retomar la bitácora asegura que dibujo y discurso quede presentados, como quien pide la palabra e interviene en un discurso.
- El sexto formato es una bitácora editada. Las herramientas para editar ya las han ejercitado, la destreza en el uso de ellas les otorga mayor rapidez, mas las afinaciones provienen de la destreza de la mirada que cada alumno ejerce con mayor o menor propiedad y cuyo origen por cierto, va más allá del sentido común.
- El séptimo formato es un mazo de naipes, de dimensiones equivalentes a una fracción de la bitácora editada. Este mazo concluso y cifrado contiene una veintena de croquis de la carpeta de travesía. Este elemental formato editado como cartas de naipe, quiere manifestar el espacio del juego desplegándose en cada columna expositiva y con los cuales podría realizarse un posible acto. Es este un modo de recoger la fugacidad del celebrar que se da en el brindis, ese levantar la copa, gesto que ha querido ser llevado a una versión lúdica de lecturas que evocan aquel juego de cartas que piden por el poeta ser leídas.
Siete formatos es la experiencia que cada alumno ha sostenido en este periodo. No se trata aquí de posibilidades, se trata de una postura ante el obrar que es posible por esa condición tan connatural al diseño como lo es la versión. Así también, en este periodo en que todos los talleres tenemos la experiencia de una travesía, podemos verificar otro formato que soporta a todos los anteriormente nombrados, se trata del formato continente, formato ponderable en ese invento del volumen libro, ((Me refiero a los dos volúmenes de Amereida, originariamente recopilaciones del cálculo poético (Volumen 1) y de la bitácora (Volumen 2).)) que también vaga presentado en muchas versiones por la escuela toda, ya sea por el obrar o bien por la obra ejecutada.
Conclusión
Es así como este taller de Diseño Gráfico junto al taller de Diseño Industrial ha tenido una «experiencia de obrar y de obra» intrínsecamente común, que toca al origen, desarrollada en travesía: una celebración simultánea de lo que es exponer y brindar con diseño. Y excéntricamente común, que toca a la generación, en la experiencia de proyecto: objetos de complacencia para la espera de una comida, los diseñadores industriales; y catálogos de Taller para complacencia de la lectura, los diseñadores gráficos.