noviembre 25, 2009

Travesia Pan de Azúcar 2008

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parapeto-11

Travesía al Parque Nacional Pan de Azúcar en el desierto de Atacama, Chile.

Taller de Quinto Año de Arquitectura 2008.

Profesores:

Patricio Cáraves Silva, David Jolly Monge.

Arquitectos.

Travesía al Parque Nacional Pan de Azúcar al norte de Chañaral.

En una jornada de viaje en bus se llega desde Valparaíso, después de una noche y medio día de viaje. El taller se instala en unas cabañas arrendadas al interior del Parque Nacional del mismo nombre.

Los dos primeros días fueron de instalación y adaptación al modus vivendi en el desierto, mas bien para que el desierto nos llegara. Al tercer día se sale al encuentro del desierto. Se organiza una jornada de observación de unas seis horas caminando y dibujando, adentrándose en su extensión, en una suerte de valle con las huellas de unos cursos de agua que alguna vez pasaron.

Aquí nos detenemos para oír lo que Amereida propone. La tierra americana en el pasado ha sido construida como una colonia, es decir, como parte de un centro distante en Europa y como tal entrega sus riquezas. Pero también advierte Amereida puede ser la  colonia de los propios americanos, una extensión a la cual se le extraen sus riquezas, la minería, la pesca, todas actividades buenas, pero que no fundan, una vez agotada la riqueza se abandona el campamento.

¿Qué propone Amereida?

Un regalo.

¿Y cuál es el primer paso para entrar en esa dimensión de donación? Porque tiene que haber alguna pista, una clave que permita salirse de la explotación neo-colonial o afán civilizador que arrasa con lo existente. ¿Hay alguna actitud que abra a un cambio, que nos permita salirnos del botín o como la llama Amereida la pasión del oro?

Cuantas claves hay no lo sabemos pero contamos con la certeza de una que la insinúa diciendo algo así como que sus ojos vieron una realidad distinta a su pesar:

‘con pupilas vedadas por objetivos

y vieron

en la distracción de la mirada

una realidad distinta a su pesar

aquella que se regalaba’[1]

Hoy podemos sostener que ver una realidad distinta es contemplar. En América aún en la conquista podemos suponer lo que enuncia la estrofa que se produjo el acto de contemplación para erigir lo indejable de la ciudad.

La travesía es una proposición lúcida para abrir el continente a su propia posibilidad, porque lo que erige es un regalo que tiene garantizada su propia desaparición, no es ni civilizador, ni dominio ni explotación de riquezas. Es un regalo cuya garantía es su levedad, solo lo puede mantener en el tiempo quien lo recibe, no tiene capacidad para imponerse.

En el desierto la travesía parte por la contemplación sin mas propósito que ese. Luego se comienza a elaborar la posible obra de travesía desde él.

Se está ante y en una extensión natural, el desierto, que reúne características extremas. El clima es lunar, frío a la sombra calor al sol porque el viento constante es frío no contiene humedad. Es el lugar mas árido del mundo, al última lluvia cayó hace 10 años, El agua se la trae desde Chañaral a 30 kms. de distancia, lo que la vida requiere es escaso. Al mismo tiempo que está presente la muerte por la agresividad de la naturaleza, por el conocimiento y la información se sabe de la riqueza que oculta el manto natural y el mar. Riqueza que para el que accede a ella le permite emigrar a lugares fundados.

Ahora la actitud de la travesía navega poéticamente en otro sentido y partiendo del acto de contemplación se dirige a construir un regalo, no a extraer riquezas sino a traer lo templado.

El taller se vuelve al acto de contemplación, a reconocer el mismo punto desde donde partimos dibujando para levantar ahí un hito que permita detenerse.

El desierto tiene marcas que indican las propiedades mineras, que permiten volver al mismo punto, pero son sin habitación, son parte del suelo agreste.

Cada alumno reconoce el punto de partida del acto de contemplación y erige ahí una vertical que permita una primera habitación.

Acto de contemplación. Reparo en el Desierto de Atacama.

¿Qué es lo realizado?

Lo realizado primeramente es partir con un acto de contemplación. Un hecho colectivo, 22 personas dibujando la extensión de este Desierto de Atacama al medio día del 12 de Noviembre 2008. Parten deteniéndose en un punto para dibujar, el acto se prolonga durante tres horas avanzando por la extensión.

Lo que la travesía ha construido a partir de este acto de contemplación es una marca, una estaca, un parapeto, y así se puede ir creciendo en la complejidad del nombre de lo erigido.

Aquí hay que reparar en el primer hecho constructivo de esta obra de travesía: para erigir esta marca cada participante se volvió al mismo punto desde donde inició su caminata dibujando, con lo que se hizo un acto de reconocimiento. La directriz de esta obra es reconocer el acto de contemplación que hizo el taller en su salida de observación del desierto. Para construir el lugar del reconocimiento se lo hace reconociendo algo que hace poco aconteció ahí mismo. Este doble reconocimiento es el que hace que la extensión del desierto se vuelva habitable con la mirada.

Se puede sostener que el taller está bien orientado ya que antes de iniciar esta travesía se postula que el primer acto de gratitud hacia la tierra americana, al continente, es la contemplación, que es abrirse a su posibilidad sin arrasarlo, explotarlo ni ignorarlo.

La obra realizada es un reconocimiento a la extensión del desierto, que acoge la mirada y la dispone para percibir la extensión natural como natural en el contraste con el artificio vertical que recoge la luz en el vacío de un pequeño cubo.

El manto natural del desierto con su multiplicidad de formaciones rocosas es un volumen hermético sin vacío. El parapeto erigido es el mínimo vacío habitable posible, es un vacío para alojar la mirada.

La obra de travesía entonces construye un punto en la extensión reconocible, trae la dimensión fija de la arquitectura para quien se detiene junto a él, cambia la extensión natural que es indistinta y pasa a ser un lugar. Lugar es una extensión reconocida a la que se puede retornar con certeza. Luego se inicia la habitación del lugar proporcionando un vacío artificial, el mínimo posible, pero presente, regalado, donado. Es una construcción débil o leve, con toda la potencia espacial para alojar la mirada de quien se detiene en su proximidad. Es una vertical que hace un lugar reconocible, con una plenitud luminosa que retiene la mirada para habitar el desierto, reconociéndolo en un fragmento abarcable, paseo o sendero.

Lo realizado es la mínima construcción habitable, alberga pero sin dimensiones  gravitacionales, lo construido no sostiene el peso de un cuerpo, solo se sostiene a sí misma durante un breve tiempo. Esta mínima construcción está erigida para habitarla con la mirada, templa el ojo para recibir la belleza del desierto.

La potencia de la extensión natural del desierto hace ver la realidad de la arquitectura.

De tanto vivir en la ciudad no nos damos cuenta de un hecho primero, habitamos un vacío que no existe en la naturaleza, la sola extensión no es de suyo habitable, es posible sobrevivir en ella pero no es propiamente habitable. La vertical y horizontal medida, con límites, que conforman un vacío orientado no existe en la naturaleza. Así una caverna podrá ser un refugio, una guarida pero no una extensión habitable.

El desierto es una extensión mítica que en su retiro hace aparecer la condición humana con sus extremos de aniquilamiento y de virtud.

La travesía cumple con varias dimensiones simultáneamente, es una construcción formadora de un oficiante, forma en el emprendimiento, en el cálculo, la vida en común que es leal, permite el ejercicio de la construcción, permite el temple de la contemplación, y construye un regalo que según el poeta Godofredo Iommi es el punto mas difícil intelectualmente.

Esta vez la experiencia del desierto con su desnudez ha hecho ver que las travesías en su orientación de constituir un regalo aproximan a la donación en contraste con el dominio y la explotación, este es un intento de construir la gratitud a la tierra americana.

La relación habitual con el desierto aquí es la explotación de su riqueza natural, modo de ser colonial que lo hace depender de un centro distante y desde él solo es posible emigrar.

La abertura poética propone un nuevo modo de ser con y en la extensión americana que parte con la contemplación acto gratuito que se abre ante su pura posibilidad. Desde la contemplación la travesía construye con su obra una donación que ya es una nueva relación es el acto de la gratitud a la tierra americana, aquel que permite fundar.

Así este Parque Nacional se abre a la contemplación de la singular extensión del desierto.

Partimos con un acto, que nos abre al encuentro abierto y desinteresado, para poder acceder al desierto en su decir. Terminamos las faenas con un acto que intenta entregar algo de lo encontrado, a los residentes y o cuidadores de esta extensión, hoy protegida por organismos del Estado Chileno bajo la reciente denominación de Parque Nacional. Así, entendemos que podemos distinguir antes de responder con nuestro oficio de arquitectos, las legítimas y urgentes necesidades de esta extensión natural, para llegar en propiedad a ser, lo que propiamente deba ser un  Parque  Nacional. Distingos que hay que desentrañar, desvelar nos dice la voz poética de amereida. Es por ello que hemos partido desde la contemplación, que bien se ve, que no es inacción. Este modo de actuar en la extensión, nos va mostrando en un proceso creativo la forma. Por ello es que vamos de lo leve, liviano y, frágil, a lo más con más permanecia, cuidando de no alterar ni agredir el paisaje. Este modo de proceder con construcciones de una especial levedad, las que son propias de nuestro ir en  Travesía, genera una continuidad, que permite comprender la realidad de la arquitectura, ocupada del espacio habitable y junto a ello del destino, que es tener palabra para abrir el espacio mayor; que es ocuparse por el continente americano, para construir nuestra propia realidad. Esto hace que nuestras obras sean fundaciones.


[1] Amereida I Pag. 17.

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