diciembre 13, 2009

Travesía a Pan de Azúcar 2009

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Hacia el Sur

Pormenores en Pan de Azúcar.

Travesía del Taller de Segundo Año de Arquitectura de la PUCV.

26 de Octubre al 6 de Noviembre 2009.
Profesores: Patricio Cáraves Silva. David Jolly Monge. Pablo Arteche López.
Esta travesía se inscribe en una inicial pero ya decidida continuidad. Esto es en un doble sentido, el primero es general: el que las travesías se planteen en forma genérica retornar al mismo lugar una segunda y tercera vez como un hecho constitutivo de la travesía misma. El segundo sentido de este retorno es volver al mismo lugar por un motivo más que lo favorable de un buen trato, que lo incluye, sino que está regido por un sentido de la obra. Es la posibilidad de dar un nuevo paso en la obra que se acomete, este nuevo paso es la interlocución con otros.

Los primeros 25 años de travesía han abierto la posibilidad de la arquitectura efímera en su relación con la poesía, en un primer trato con la extensión del continente americano. Hoy podemos aseverar que quienes quieren ir a la extensión americana en un puro gesto de donación lo pueden hacer, pueden erigir una obra de arte arquitectónica que antes que nada es un don que canta la gratitud al continente.

Ahora nos encontramos en un umbral que sin abandonar lo anterior quiere alcanzar un primer grado de interlocución con quienes residen en el lugar donde la travesía erige su obra. Este hecho le añade una mayor complejidad al acometimiento de la obra al dejar involucrados a otros en ella. La primera dimensión es que se comienza a explorar el término efímero en esta arquitectura sin duración garantizada. Si las primeras obras se sustentan en una precariedad constructiva que trae garantizada su casi inmediata desaparición, sea por los efectos del clima o por la acción humana ante la no propiedad o el simple rechazo, que es parte consustancial de lo que se dona, ahora comenzamos a explorar la permanencia.

Este taller ha empleado últimamente el hormigón en tres travesías. Por cierto que se trata de un volumen o cantidad de obra que se inscribe dentro de una fabricación personal, persona a persona, no es un volumen industrial, por lo que hacerlo desaparecer no es de un gran costo, lo que hace que esté aun inscrita dentro de una estructura efímera. Es decir, la materialidad de la obra le permite permanecer al aire libre un tiempo prolongado, si cuenta con el consentimiento de quienes la reciben.

Se comienza a realizar un giro en la obra de arte arquitectónico, que parte siendo de un modo autárquico de por sí y ante sí, que se realiza en el continente americano, de una gran levedad, lo que incluye su casi inmediata desaparición. Se comienza a girar hacia un discurso aceptado por otros, que pide ya de una posibilidad de permanencia y una relación en continuidad aunque la obra se realice por pasos discretos.

El Taller de Segundo Año de Arquitectura del 2009 se dirige a la obra, a concebir un pormenor en hormigón realizado con moldajes flexibles. Se trata de construir un pormenor que es una forma que no existe en la naturaleza. A este taller le resulta particularmente elocuente el término naturaleza porque en el Desierto de Atacama donde se encuentra, la presencia de la extensión natural es ineludible. Aquí se hace presente en un gran distingo sin atenuaciones la diferencia entre la extensión y el espacio; de tanto vivir en la ciudad y en una naturaleza atenuada este distingo no se nos hace evidente para quienes viven en una zona urbana. En el desierto aparece la pura extensión donde la vida humana no es posible, debido a la gran irradiación solar, la total ausencia de agua dulce y la casi inexistencia de vegetales. A esto hay que agregarle que el manto terrestre sobre el cual se está es completamente agresivo, compuesto por formaciones de roca en descomposición que producen unas superficies cortantes que no llaman a aproximar el cuerpo a ellas. El manto terrestre es sin atenuaciones que lo hagan estar próximo al espacio habitable como lo es la arena en la playa o una pradera de pasto las que siendo naturaleza permiten una proximidad del cuerpo a ellas, por lo que su distingo con el espacio está atenuado.

En la Travesía del año 2008 el taller realiza en este desierto un paseo conformado por unas construcciones espaciales que permiten una breve detención ante la belleza de la extensión del desierto. Estas construcciones que se han nombrado como parapetos en un intento por distinguir las aproximaciones a la obra de arquitectura. Los parapetos no soportan dimensiones gravitacionales, dentro de su ser una arquitectura efímera no soportan pesos gravitantes ni en cuanto a su permanencia ni en cuanto a soportar el peso de los habitantes que los ocupen. Se constituyen en la mínima materialidad, son casi un dibujo tridimensional. Solo le dan lugar y cabida a la mirada de quien se aproxima a ellos. Los parapetos cúbicos, realizados el 2008 solo albergan la mirada de quien se detiene erguido ante ellos. El distanciamiento de la mirada que aparece entre aquel que se detiene y la construcción espacial de un cubo de treinta centímetros de arista en medio de la amplitud, permite por un instante dejar de estar sumido en el desierto pasando a estar a una distancia de él. En medio de la extensión natural permitir este primer distanciamiento es ya alcanzar un primer grado de templanza, lograr un espacio con un primer aire templado, que es lo propio del espacio habitable.

La proposición de obra de la travesía del año 2009, en el mismo lugar quiere dar un paso hacia la arquitectura que canta la posibilidad de una abertura poética en América, en la construcción de Amereida, de la gratitud a la  tierra americana. Este paso es en dirección a la fundación del espacio americano. El desierto ha sido hasta hoy una extensión colonial desde los primeros tiempos hasta hoy; es una extensión no fundada ni fundante lo que en él hay son campamentos, mas o menos equipados. Pero no está el indejable de la ciudad.

La arquitectura trae la ciudad, su verdadera magnitud, este es un parque que puede darle cabida a la detención de los cuerpos de quienes lo visitan en verdadera magnitud poética, abriente y fundante posibilitando un primer instante de contemplación. Así se conciben cuatro pormenores que permitan una detención recibiendo a los cuerpos con la posibilidad de sentarse ante y dentro de la extensión del desierto para contemplarlo.

Ahora esta obra de travesía tiene otro requisito ya que se encuentra ubicada dentro de un parque que quiere constituirse en una entidad que cuida y no arrasa la extensión natural. Entonces la forma de estos pormenores que le dan lugar a los cuerpos para detenerse a contemplar el desierto han de tener una forma tal que no arrase y considere la naturaleza. Ya que el espacio habitable de suyo no considera el espacio natural si no se lo propone. Para esto la obra está generada con la técnica de los moldajes flexibles que permiten obtener con el hormigón volúmenes con superficies de doble curvatura.

El taller proyecta unos volúmenes en hormigón que contengan unos planos a una distancia del suelo que permitan ser usados como asientos. Y al mismo tiempo que estos planos estén inscritos en unos volúmenes cuya forma no se presente como una violenta interrupción de la extensión natural, sino mas bien como un organismo abstracto que se ha posado sobre su manto.

Esta travesía aborda esta primera interlocusión con el mínimo de obra, queriendo tantear primero esta posibilidad del hormigón en un primer paso. De este modo se estudian, proyectan y luego construyen cuatro pormenores para recibir a un paseante en la posibilidad de sentarse. Estos cuatro pormenores estan dispuestos siguiendo un distanciamiento dado por el total del taller, la mínima figura que los contiene al quorum de 50 personas formando un círculo hombro con hombro. Este círculo contiene en cada uno de sus cuadrantes un pormenor los que se emplazan en los cuatro puntos cardinales de una Cruz del Sur trazada sobre el suelo. Así ellos pueden adquirir un nombre que los distingue a partir de los nombres de los extremos de la Cruz del Sur dibujada sobre el continente en Amereida: El extremo al Norte sobre el Caribe se lo llamó Origen, el extremo al Sur se lo llamó Ancla, el extremo al Este sobre el Atlántico se lo llamó Luz y el extremo al Oeste sobre el Pacífico se lo llamó Aventura.

Esta Travesía deja una obra leve en la extensión del desierto que el país al llegar a sus doscientos años de constitución como nación independiente considera como un valor y lo ha constituido en un Parque Nacional. Estamos ante lo leve, una partida, que ha dado su primer paso con la presencia de todos los impedimentos de la peripecia que quiere deshacer la aventura. La partida se anuncia como tal inmediatamente nos abre un horizonte para obrar en la donación que ya nos han manifestado los que administran el Parque. La interlocusión inicia su camino en este segundo paso de la fidelidad poética.

Así el término de esta travesía anuncia la posibilidad de darle forma a otros puntos contituyéndolos como lugares dándole cabida al gesto gratuito de la contemplación, acto que gira el sentido de relación con la extensión y constituye la realidad del Parque que pasa de ser una reserva a ser un presente.

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