octubre 10, 2008

Una Reflexión del Torneo de los Esgrimistas, Acto de San Francisco 2008

Categorías:

DSC03917

Año a año la escuela de arquitectura celebra el acto de San Francisco, nuestro patrono.

Desde algunos años atrás se realiza en esta misma fecha un torneo (juegos inéditos y competencias deportivas que tienen su origen en el curso de Cultura del Cuerpo y  en las olimpiadas que se realizaban de manera conjunta con la Universidad Adolfo Ibáñez y Católica de Santiago y de las cuales debemos su existencia a nuestro profesor Manuel Casanueva). El año 2008, con la imagen aun presente de los juegos olímpicos, el profesor David Luza y su taller de Arquitectura nos invitan a trabajar en el torneo a realizar.

Se trata de traer a presencia algún deporte de las olimpiadas, de alguna manera un giro a lo que se venía haciendo (un juego nacido de un objeto abstracto, sin referencia). Ahora, al tener referencia (un juego existente), la figuración se viene a presencia, pues, para que cualquier deporte existente pueda tener presencia se deberá traer la imagen y esencia del juego mismo. Así, con la opinión de otros, se plantea la figura del esgrima como un campo propicio para dar lugar a la competencia. David Luza inicia entonces la construcción de dos estructuras de siete metros de alto que soportaran a los esgrimistas y que les darán el marco referencial para que comparezcan como tales.
El taller de cuarto año de la carrera de diseño industrial inicia el estudio del gesto del esgrimista para dar paso a la construcción de dos estructuras pivotantes que serán accionadas por cuerdas, estructuras estas que deberán actuar del mismo modo que lo hacen los brazos del esgrimista al blandir su florete.

Concebimos entonces un torso móvil que conecta los antebrazos a los brazos respectivos, además de un sistema para conectar la mascara del esgrimista así como su florete. Todos estos elementos deberán ser accionados por personas que a nivel de suelo tensarán siete cuerdas que moverán todos los elementos comprometidos. Pero todo esto no es en esencia el ser del esgrimista y a su ves sin nada de esto ese ser no adquiere manifestación y sin ello no se aparece el esgrima, es decir la acción ejercida en cada uno de los elementos numerados traerá a presencia el gesto propio del juego y solo desde ello podremos quedar ante los esgrimistas y su esgrima.
Esta escuela que de suyo trabaja siempre en la abstracción y la no figuración, esta vez lo hace a partir de la figuración, podría esto parecer  una contradicción; pero, no se puede contradecir aquello que es en si una representación, digamos que en ello en el ser de toda representación existe el germen de toda presentación, sería símil el pensar que un músico pueda originar una nueva expresión musical sin antes conocer , practicar e interpretar aquellas manifestaciones históricas del saber musical, tal acto sería entonces un acto de arrogancia. No es pensable entonces permanecer en el siempre y fecundo intento del presentar sin suponer que tal presentar (es decir la aparición de una nueva expresión) si antes no se conoce ni comprende la ubicación de la representación en todo proceso creativo en la forma. Tanto es así, que el dibujar de un diseñador debe primero encontrarse con la representación del gesto humano para que, desde ello, vuelva a proponer su modificación, es decir la propuesta de una presentación. Digamos entonces que hablamos aquí de ese ejercicio previo que trata de traer a presencia lo esencial del gesto humano, que puesto en acto, se hace juego y que trastocado por otra magnitud se renueva en su aparecer, en este caso, dos colosos de ocho metros de altura que se enfrentan con la gracia propia de dos esgrimistas.
Pero no basta solo con el tamaño para que el juego de la esgrima comparezca, pues tal modificación requiere, como toda modificación de escala, considerar el tiempo involucrado en el acto representado. La acción del esgrimista y de su florete ha de encontrar en esta figura de ocho metros, su tiempo, pues, es en ello donde está el real secreto de la esgrima. El tiempo de los movimientos considerados, que se traduce de la velocidad de la acción a escala real. De equivocarse, transfigurará la acción misma transformando la disputa del esgrima por ejemplo, en una batalla medieval, más lenta y demorada por el efecto del peso del arma o de lo contrario, en una acción mucho más veloz que la que ya contiene el esgrima, muchas veces casi imperceptible para quienes no tienen conocimiento del deporte en cuestión y solo visible o comprensible para quienes lo practican. Esta consideración es precisamente aquello que hace que el esgrima sea esgrima.
¿Cómo entonces cuidar de este ser representativo del tiempo?
Lo que hace entonces el diseño no es representar la figuración de la esgrima, sino, descubrir la ecuación de la transformación temporal que debe realizarse para que el sentido de la esgrima comparezca. Así la magnitud reflejada en el cambio de escala pide de la modificación del tiempo de las acciones comprometidas.
Esta experiencia concluye con el enfrentamiento, la disputa propia del deporte traído por la representación, que contiene la presentación de su tiempo propio y que por ello permite que tanto niños como adultos, pueden jugar como iguales, pues la traducción de esfuerzos físicos y estructurales que se ha realizado, contiene todo lo dicho como ejercicio del oficio del diseñador , que siempre ha de conocer y saber las bases de toda traducción de las energías comprometidas así como de los efectos que tales traducciones implican tanto en el espacio como en el tiempo de los actos humanos y en especial de los artificios que lo acompañan, todo esto para hacer esplender al hombre en su vida cotidiana como en sus instantes extraordinarios que le regala toda celebración, en especial, aquellos a los que la poesía les da lugar.

Noticias relacionadas