mayo 14, 2007

Una comprensión de «La Sede» como Espacio Arquitectónico.

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El Tercer año de arquitectura, en la temática de progresión de los talleres de la escuela tiene que encontrarse con  «la sede» como espacio arquitectónico.
Encontrarse;  una palabra muy significativa en lo que hacemos.
Encontrarse implica un “recorrido hacia”; en nuestro modo de estudio; uno que se habita desde la observación.

Habitar un camino implica una forma; de la cual incluso, a los alumnos del taller hoy podemos hablar;  Sin embargo ésta; cuando se habita como camino; se reconoce desde su sentido. Forma de estudio que hoy es materia de esta presentación. 

La sede como un «lugar que se visita»

En todo está involucrada la forma; pero la pregunta presente desde el primer día es ¿Cómo llegar a la concepción de una; que en su origen contiene como proposición un Acto de Habitar? 

Referirme a las tareas realizadas podría ser un tanto descriptivo; sin embargo, para exponer el sentido del camino para llegar a la forma de una «sede», creo pertinente, que la primera experiencia que se tuvo como taller, sea expuesta; pues es ésta la que abre a la comprensión del origen de lo que nos hemos propuesto hacer. 
Esta fue: ir a las playas del Gran Valparaíso; y desde una percepción y comprensión de la correspondencia entre el recibir y el llegar; recoger el lugar como parte del territorio.
Pero; nuevamente ¿cual era el sentido?

En nuestras ciudades tenemos Plazas de Armas. Está marcado su centro y capitalidad a través de ellas. En lengua portuguesa; estas plazas son nombradas como la “Praça da Sê”; que significa “la Plaza de la Catedral”. Ambas; la de Armas y de la Catedral, en su momento marcan el centro de la ciudad. Cátedra; al igual que Sede; en sus definiciones del diccionario significa: silla o asiento; así: “praça da sê o de la catedral” es aquella en la cual está el lugar del asiento del trono; del obispo…..de la ciudad. Podemos decir que la Sede como tal es “un centro”; y como centro se “visita”. 
Evidentemente es un lugar en el cual se puede estar; permanecer; pero que a diferencia de otros, tiene como significativa peculiaridad que “se visita”. Una dimensión pública del Acto. Y  nos podríamos preguntar; ¿Qué tiene que ver esto con el sentido del estudio al cual antes me he referido?

En una cárcel se va  a ver a un preso; en un hospital a un enfermo hospitalizado: un paciente; y este paciente es una persona; para ir a ver a un estudiante de arquitectura, visito la escuela; no voy a su casa. En la casa lo visitan a uno. En este sentido, en una Sede no se visita a una persona individualizada; sino que primero se reconoce a ésta como parte de algo mayor y colectivo que lo determina en su condición. Condición en la cual se encuentra como habitante en la Sede.

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Podría decir, que se visita la sede como lugar de una institución; es decir: instituido.
Se visita como centro; y este ser centro; y dar cuenta de su “ser”, forma parte de su significado presentativo y representativo. 
Entonces: “visitar” podríamos decir: es una condición de la Sede; en la cual lo que se visita como tal, es la proposición formal de su modo de ser centrado. Este modo tiene una forma que es el Acto.  Y para que la visita se constituya como un Acto pleno que se celebra en forma; comprender la correspondencia entre el recibir y el llegar es imperativo dentro del taller.

Hasta ahora me he referido a la sede en su generalidad; pero en este taller ¿sede de que? Hemos creído pertinente; de acuerdo a la temática del taller; que el encargo como materia, se ubique en un campo propicio al planteamiento. Así; el encargo es una “Sede de los Post-grados de esta Escuela, en los terrenos de la Ciudad Abierta” 
Sede que como centro; tiene su asiento en la relación Escuela-Ciudad Abierta.

Ahora bien; el encargo trae consigo un programa complejo; el cual debe ser considerado desde el punto de vista de las necesidades y requerimientos; para luego ser reunido en unitaria proposición de la permanencia en un Acto de Estudio. Y me detengo en “Una unitaria proposición”; pues parte del encargo; es que se trata de: “Una sede”, en la cual se reconozca la trascendencia del Acto de habitar propuesto por el alumno. Trascendencia que reúne; vincula y a la vez da cuenta de los fragmentos; mas no segregación de las partes o elementos que canten su autonomía imponiéndose por sobre el total. Se trata de una comprensión del espacio “ante y dentro”. Ineludible materia  en los estudios realizados de “Presentación de la Arquitectura”.

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Y es así, como una proposición en la cual se reconocen “dos sedes” queda fuera de programa.
Comprender que el Acto de Habitar, como lo unitario de la forma, organiza el espacio en sus relaciones; es una dificultad manifestada por los alumnos.  
Del Acto como forma, aparece la figura; (y) La geometría a través de la cual se conoce y reconoce tal Acto, es aquella visitable.

Las proposiciones se encuentran en un estado de anteproyecto; siendo esto una medida dentro del desarrollo de los trabajos realizados. Sin embargo; en la formulación de estos ante-proyectos, se ha realizado un trabajo conjunto con la escuela de ingeniería y construcción de nuestra universidad; específicamente con el grupo de Geotecnia; con el cual se ha tenido una experiencia inicial en el estudio de los terrenos; y que llevados a un plano de discusión pro-positiva, son parte de la disputa constructiva en virtud de la estructura del terreno.

Los trabajos del taller están presentados en el globo; en una exposición pensada y construida en conjunto con los alumnos; y en la cual aún considerando la cantidad de trabajos y reducida superficie, se propone cambiar el orden y disposición de la sala, para recibir a quienes la visitan;  así, ser recibido al llegar.
Es por eso; que aún con muchos aspectos por mejorar, Lo consideramos “un logro”. 
Están todos invitados a visitarla.

Claudio Villavicencio Moya,
Dr.(c) Arquitecto, Docente e.[ad]PUCV.

 

Del Ámbito y de la Precisión del Lenguaje

Es necesario reparar un momento en lo que significa un lenguaje, propiamente tal, en el ámbito de la Arquitectura. Un lenguaje que precisa términos que entienden todos los que participan de una disciplina. Por ello entonces, un lenguaje es aquel que sostiene precisiones tales, que hacen del hablar de algunos, algo especial que los torna de algún modo en especialistas. Una causa de esa especialización radica en los límites que un arte o disciplina se establece para sí. Pero, cuando hablamos de la Arquitectura, como un Oficio cuya materia es Forma de habitar del ser humano en la extensión. Hablamos de una dimensión que se cobra dicho lenguaje como ámbito, del cual y en el cual debemos hacernos cargo. Ya que si pensamos sobre el asunto, todo proyecto está llamado a ser una contribución al pensar de la Arquitectura, y así encontrarnos con el pensamiento creativo y técnico que demanda y hace aparecer los matices propios de un Oficio. Rara cosa entonces es pensar que un lenguaje de proyecto es una contribución al Oficio, si no partimos desde visualizar la estructura formal de ese lenguaje que nos permita dar con algo singular de él, en aquel horizonte que no solo se conoce, desde el punto de vista epistemológico del término, sino más aún, que se vive.
Por esto es que, en esa vida; en lo vivencial de ella, es donde podemos hacer con nuestro pensamiento formal un encuentro propicio con otros Oficios. Ya que ellos, tal como nosotros, en el lenguaje tienden a hacerse cargo de ese carácter ontológico de las cosas, que les permite no sólo nombrarlas y reconocerlas como tales, sino inventar en ellas su posibilidad de ser. Por ello es que podemos afirmar que la Arquitectura como arte mayor no se origina desde un problema que requiera una solución, una respuesta, sino más bien se origina en la pregunta acerca de la belleza en del habitar del hombre sobre la tierra, y tal belleza es aquella propiedad que constituye a los lugares en amables. Tal amabilidad que se ciñe a este hacerse cargo de su origen es aquella que aparece a través del Acto.
Es quizás por esto, que la arquitectura contenga esta radicalidad y trascendencia formal, ya que está llamada a construir el espacio y el tiempo de este “dar” lugar, de esta donación, que ordena la forma por la cual nos podemos encontrar los seres humanos, y residir en una contigüidad entorno a la recreación e invención de las posibilidades de ser de la Belleza de la Forma de un Lugar.

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Se trata por tanto, de una ocasión y de una oportunidad, en la cual se persiste e insiste para poder llegar a abrir un campo en donde esta donación se de.
Para ello, y con ello, sin lugar a dudas, nos viene consigo este persistir e insistir en esa habitualidad del Oficio, por un tiempo de maduración que se manifiesta en la posibilidad estricta en que tal habitud o persistencia se vuelva hábito, que se porta y se soporta en el cuerpo de cada cual.
De allí que toda demora propia de esta persistencia se vuelva permanencia “ante” y “en”, y nos traiga consigo la posibilidad de un asiento en donde encontrarnos con aquella quietud que sostiene la experiencia, ya que reflexionada y madura, ella ya no pertenece más a la pura vivencia de cada cual, sino más bien a “dado” un paso necesario, dirían los griego: para alcanzar un estado de «theòs». Es así como aquel tiempo y espacio, de persistencia y permanencia, pasa de ser un tiempo discontinuo, a ser un tiempo continuo y habitual. Pasa de la vivencia a la experiencia, pasa de un tiempo de “estar en” a un tiempo de “ser en”. Sin duda, esto nos trae a presencia el valor profundo que tiene nuestro idioma castellano, al distinguir ser de estar, para darnos así cuenta que a través de este empeñoso esfuerzo podemos concitar tiempo y espacio en aquella persistencia y permanencia que nos señala el Oficio. Pasar entonces, de una situación a un lugar concreto en donde residir, en donde establecer su asiento, su sede, su centro, su ámbito.
Así entonces es el espacio del Oficio el que se va construyendo de a poco, sostenidamente desde un estar en, a un ser en.
Bueno, pero todo esto que podría configurarnos un Oficio, y conformarnos como Oficiantes, y en el fondo y en la forma como arquitectos, nos viene a señalar que existe un paso que hay que dar, (aclaro que aquí ya no hablamos desde un plano profesional, en el cual se ejercita la profesión), sino uno de Oficiante, en el cual, su «officium» es ese ser y estar a cargo de… Amplia responsabilidad ésta ya que trae consigo el hecho fehaciente de estar permanentemente en y ante algo…en un estado de vigilia o custodia.
Bueno, pero todo esto, que estamos diciendo por qué nos toca a nosotros en este ámbito, que es un ámbito de estudio, un ámbito universitario. Porque al parecer es aquí en donde se comienza y no se termina de estar a cargo de… no es un ámbito como el resto de la ciudad, en los cuales los cargos, los cargos públicos, por ejemplo, pasan de unos a otros. Sino por el contrario estos cargos de que hablamos que no son tampoco vitalicios, son unos que tiñen nuestra existencia de dignidad.
Cuando el Papa Juan Pablo II, señalaba en su encíclica sobre el trabajo: que “El trabajo dignifica al Hombre”, al parecer y me aventuro a una interpretación abierta de ello, dice que el trabajo es la vía por la cual el Hombre adquiere ontológicamente su dignidad de oficiante, o sea que da, no solo en su vida algo, sino en su existencia permanente, por estar a cargo de este: «dar  belleza» o amar.

 

Jorge Ferrada Herrera,
Dr. Arquitecto, Docente e.[ad]PUCV.