diciembre 15, 2006

Examen Diseño 1 Travesía

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Juan Carlos Jeldes # 99CCFF

José Balcells # FFFF99

Ignacio Balcells # FFFFFF

Manuel Sanfuentes # CCCCFF

Marcelo Araya # 99CCCC


El río UKIKA en su tramo final desemboca entre laderas abruptas y bancos de arena, se desplaza en leves meandros, vestido y orlado por troncos plateados que lo muerden, lo calan, lo ordenan, lo tropiezan, lo tuercen, lo enderezan, lo apozan, lo dispersan, lo suben y lo bajan. En fin, este flujo se muestra con sus troncos como un peculiar dragón erizado de una belleza fantástica que serpentea a lo largo de la quebrada. Se trata de un bosque entre laderas de monte, muy distinto a las quebradas de Valparaíso, al internarse, es más parecido a los lechos de estero de la cordillera de la costa.

El río se recorre entre paños de renovales, lengas caídas por los deshielos, troncos aserrados y gruesos pero esbeltos árboles viejos. Esto conforma una luz confinada por los brillos el suelo y el follaje finamente tembloroso, propio de las lengas. Estando en este lecho del río la luz del día se matiza y el viento se capea. Tiene algo de ser un fondeadero en tierra, de las familias de Pto. Williams casi todas de «gentes de mar».

Aunque el río continúa, el camino ripiado para vehículos termina en un
desplayo y la senda se encarama a la loma superior tras el pueblo, esto
conforma dos accesos, uno amplio en la desembocadura y el otro peatonal
desde la periferia urbana en la espalda del pueblo.

Comenzamos así por reconocer dibujando este lugar. Los talleres de 3ro y 1ro de
arquitectura habían comenzado su labor de constituir los accesos al
parque. Nosotros buscábamos el secreto del lugar entre los accesos,
muchas veces nos preguntamos a que acceder, un parque respondía el encargo del alcalde, entonces ¿qué parque?, ¿Para quién, y cómo lo haremos?

El parque estará entre las obras de los otros talleres, pero estando dentro, cómo efectivamente se indica que se esta dentro, entonces decimos, esto debemos urbanizarlo, cómo, con el lenguaje; y
del lenguaje, las señas. Ya en el taller tratamos los signos.

En el despliegue del oficio hemos querido signar esta quebrada que quiere
transformarse en parque y para ello hemos usados estos mismos troncos
abandonados por el bosque y adoptados por el río para erguir signos que
revelen lo espiritual del lugar.

Los diseñadores nos ocupamos de constituir el tiempo de quien recorre, articulando un ritmo sobre la
base del paisaje mantenga la tensión del estar en un lugar definido,
este acto es nuestro anhelo de urbanizar. El acto de pasear signado. Es
la construcción de un puente temporal entre los dos pórticos del parque.

«Estaciones» hemos llamado a las articulaciones, puesto que son signos que exhortan a la detención y la contemplación en el transeúnte.
encontrar los claros en el largo de casi un kilómetro del recorrido entre el
borde de mar y el acceso superior, demarcar entre el bosque.

Se trata en concreto de 8 signos, el primero es un bosque de cetros dentro
de un bosque de renovales, este artificio quiebra la luz del callejón
inicial. Luego los otros 7, son los signos arbóreos entre los
árboles del bosque.
Pero a poco de andar en este despliegue del
oficio,
estos signos comienzan a adquirir formas de trasgos, es decir
bizarros habitantes del bosque.

Se trata de construcciones realizadas con troncos y ramas semi corrompidas ensambladas con una disposición radicalmente distinta de la natural. Es decir unidas mediante un artificio que los coloca en el campo de la creación artística. Como tal tienen el poder de enseñar al visitante que el complejo «bosque-río-troncos» es un ente vivo, de gran belleza y que la disposición que adquieren es producto de un sistema ecológico saludable y vigoroso, aún con la intervención humana y por lo tanto digno de respeto, contemplación y gratitud.

Las «Estaciones» o «Trasgos» si se prefiere, son un llamado a ver estos pecios del bosque en el contexto de la tragedia de supervivencia muerte y redención. Erguirlos ha sido un acto de reconocimiento, un canto al hecho de meramente estar vivos y la suerte de poder dar testimonio de esto que nos es dado. Cada uno de ellos (y todos son diferentes) tienen la facultad de convocar al dios del lugar y así evidenciar la capacidad de desconocido que es el hueco donde el espíritu del hombre se despliega en infinitud.

Entrar al Parque nos define la necesaria seña que deja a quien recorre en el sentido de estar dentro, buscamos unos claros que desde el rabillo del ojo aparezcan al paso, siempre al paso, no son un centro sino
definiciones de márgenes, casi referencias.

Pero quien visita este parque no sólo recorre sino también permanece, entonces se requiere
otra nivel en la comprensión de lugar estancia, el nivel del
equipamiento. En los claros mayores ya se cuenta con un equipamiento
básico, mesas-bancas y una caseta sanitaria, una explanada para aparcar
automóviles, todos elementos de formas conocidas y una rudimentaria
construcción, son de formas universales, útiles pero en el mínimo de la
expresión particular, son fáciles de comprender pues están en todos
lados, entonces pareciera que para lo público, porque un parque es
público, se requiere traer algo de lo universal, aquello que urbaniza,
algo que las formas abiertas, los signos o trasgos no alcanzan a tocar
con lo público en lo universal del lenguaje de las formas, entonces es
necesario también signar desde el contrapunto su contrapunto, señalar con señalética, una tipología invariable en el mundo.

Tenemos los signos que señalan el tiempo del parque, y las señaléticas qué de lo parque se debe indicar. Son dos lenguajes que corren en paralelo, uno que signa lo mediato, convocar al dios del lugar y el otro que indica lo inmediato, el qué hacer parque.

Es Importante en la señalética el dibujo del pictograma, la serie, la disposición y la ubicación, respecto a la
zonificación topológica y el equipamiento del lugar. Además de los letreros de acceso y mapa de ubicación dispuesto en el pórtico de la desembocadura que nombra el Parque Río UKIKA.

Monumento

Estaban allí para asistir, cual parteros, a la desaparición. Mayéutica asumida para ayudar un pueblo a traspasar el umbral de este mundo.

Yámanas
Ya no más

Un pueblo que como tal lo es en su oralidad, lo confía todo a la voz que reitera lo dicho. Si sordo entonces se acaba.

¡Qué portentosa levedad que le permite a un grupo de hombres, durante miles de años, nacer, crecer, desarrollarse, ser pueblo, crear una identidad en condiciones tan increíblemente precarias!

¡Qué hilo sutil que mantuvo como cadena de oro, la identidad y razón de ser hasta que sucumbió ante otra lengua que por si misma registraba su memoria!

¡Qué encuentro tan desproporcionado entre una lengua que cuida de sus hombres como una madre celosa y otra que los hombres afilan como instrumento feroz!

¡Oh Yámanas; en su lengua se fueron todas las armas, todos los abrigos todos varaderos, toda sabiduría, toda memoria, toda astucia, todos los
cuentos, todos los hogares, todas las plazas, todas las leyes, todas
las fiestas, toda la sangre, todos los caminos, todos los nombres,
todos los nacimientos, todas las muertes!

Estaban allí, parteros
finales de los Yámanas. Los acompañaban tomándolos de sus últimas
voces, levantando pórticos, abriendo camino, plantando señales para
llevarlos amorosamente al olvido final.

Lo Determinante y lo Desconocido.

La Travesía es una experiencia de lo trascendente americano –lo más suyo–, reconocimiento de la identidad del hallazgo; dónde –para el caso–: el ancla, el lugar habitacional (poblado) más austral del mundo; dónde entonces, estamos en un extremo.

La experiencia del ir, del viaje, se da pues en el tiempo de lo múltiple: cielo, tierra y mar –hasta hoy los modos de movilidad espacial y expresión del tránsito. En realidad no se va a un lugar desconocido, se va lejos, lo más lejos, pero a sabiendas.

Pero qué es lo que se desconoce? no el lugar y el continente, sino aquello que auna lo que se lleva en las manos, en la mente y en el corazón. Sin embargo:

«lo desconocido se hace en la pupila»

Como un salto, continua Amereida; este es cambiar de vida, todavía hoy día, más que nunca –como un llamado– abrazar ese desconocido que nos lleva a mano del riesgo hacia un profundo desasosiego (principalmente Pessoa) que otorga el perfecto temblor que el dibujo recoge como un regalo distinto a lo perfecto.

Observación y Medición

La justeza de ese pulso se da por un reconocimiento de que lo que se tiene en frente es pura apariencia y espejismo de lo que la realidad profunda es; entonces la observación es un mecanismo cohersitivo con que la naturaleza se nos plasma en el acto de blandir transcritamente lo que quieto reposa sin que se pronuncie… /la cita del silencio.

El diseño pronuncia su canto que es sonido, letra y forma de las cosas; se reconoce esa minucia capital entre la seña y el ceño. Los diseños nacen a partir de la necesidad de superar la nada misma.

Me explico, la travesía en cuanto obra constituye en parque, esto es un largor que parte de un punto y llega a otro distinto, recorre; todo lo que hace el entre-medio (lo en-medio), lo que media entre partir y llegar es abordado por el diseño como un imperativo comunicacional; nuestro quehacer es construir esa cabalidad que al lugar lo nombra parque.

Para ello toda nuestra invención es la construcción de lo que no había (así también el caso de la escultura); pienso en el hecho de que los arquitectos hayan trabajado sobre la base de lo ya habido (caseta-escalera-fogón) nos deja a los diseñadores más aún en aquella cuestión anterior del desconocido. En este sentido el diseño media, reune, inaugura.

Lenguaje Histórico

Esto no es un privilegio ni sobre-valoración de esa nada portentosa, más bien es el modo de reconocer en lo más propio las cualidades que distinguen al oficio y lo lleva a ese estado conciliar, redentor desde el momento que da nombre e histórico porque se sabe en el tiempo.

Así el último reconocimiento, nosotros en la Escuela hablamos de construir un lenguaje, de hecho lo hacemos y aunque hay más de 50 años en ello, para un lenguaje puede ser el principio.

El encuentro –americano, puro y extremo– con el pueblo Yámana (si todavía se puede hablar de pueblo) nos sitúa en un inquietante momento histórico: el fin de un lenguaje, esto es, el acabamiento de un mundo (un modo de representar la realidad). Hay una sola persona, una mujer mayor –Cristina Calderón– que hoy día habla esa lengua ancestral, el yagán. No hay más, es decir, ya no dialoga, se extingue, desaparece ante la alta constitución de las lengua vivas (vivas entre comillas porque permanecen vivas en cuanto el hombre las habla) del mundo actual; todo intento de rescate es un necio proceder en la impropiedad de una lengua geográfica, extrema, que nombra a la extensión con un Wala, sabe del lugar y el mar en un conjunto, pero no de su propio desaparecimiento, no tiene palabras para ello, (son siempre los labios de otro los que dicen mi nombre, H. Mujica).

Nominación y Territorio

Este sin nombre para un fin histórico debe advertirnos que sin lenguaje todas las rutas hacia la intimidad aunque se adueñen deforman y engañan.

Así… lo más hermoso de una mujer está en su boca, pues dicen que «la boca es la escritura del alma», entonces hablarse uno al otro es un modo constante de besarse a la distancia.

En ese entre-medio está el parque que se ubica en la ladera este del rió Ukika, en frente de la Villa del mismo nombre, donde reducidos viven los últimos yámanas, 51 personas se lee en el acceso. El lugar –por consiguiente– pone en disputa la propiedad; por último, la cuestión de la tierra es todavía una disputa histórica.

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Bosque de Cetros

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Signos del Parque; madera-troncos-color.

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