La Palabra del Rey en la Vastedad Americana
LA PALABRA DEL REY
EN LA VASTEDAD CONTINENTAL AMERICANA.
Cinco observaciones poéticas elementales de Amereida.
INTRODUCCIÓN.
Este breve trabajo intentará aportar con una visión, por cierto sencilla, sobre la Palabra del Rey y su relación sobre lo urbano y lo rural durante las fundaciones de ciudades en América.
Al respecto hay que hacer un alcance. Decir las leyes de Indias es referirse al extenso cuerpo legal que funcionó como la ley en América durante tres siglos. En cambio decir “la palabra del rey”, aunque tal palabra esté referida en principio a las leyes de indias, es acercarse a una voz que funcionó sobre asuntos incluso no contemplados ni en ese texto ni en el espíritu de la ley; que dominó extensísimos ámbitos fuera de todo cálculo; y que hasta nuestros dias resuena como un eco imperecedero que aún nos indica y nos mueve. Esta voz es, al fin y al cabo, una voz poética.
La palabra del rey en la vastedad americana permanece hoy como un legado insalvable a la hora de estudiar nuestros origenes y nuestro destino.
1.- LA RELACIÓN ENTRE OPUESTOS.
La relación entre lo urbano y lo rural es abordable desde múltiples perspectivas que no son sólo históricas, sino a la que también se integran los más diversos oficios a la hora de intentar un desvelamiento que nos acerque hacia elaborar y comprender dicha relación. El hecho de presentar dos aspectos o situaciones en estos términos -urbano, rural- pareciera establecer la existencia de dos opuestos, de dos situaciones cuyos aconteceres y quehaceres son antagónicos. Es decir, el uno es la negación del otro; un espacio es de un sólo modo: rural o urbano y lo mismo es una persona: ciudadano o campesino. Estas distinciones son de uso corriente aún cuando ambas dimensiones coexisten y comparten un mismo y determinado espacio o comarca.
Para alcanzar algunas claridades respecto de la relación entre estos términos proponemos seguir la tradición de la poesía moderna; esto es anular los opuestos. Precisamente, tratar de adentrarse en los momentos y lugares en que estas dos dimensiones se juntan, se reúnen y se funden, no para convertirlas en una sola cosa, sino para ver la medida de sus mutuas influencias, el rigor de la actuación de una sobre la otra y la realidad nueva y compleja que surge de semejante interacción.
Para comenzar con el análisis debiésemos escoger o acotar un período de tiempo, por ejemplo el siglo XVIII, sin embargo esta exposición es más general y no podré llegar a conclusiones determinantes o específicas. Sin concentrar el estudio en casos particulares es más difícil aún hacer generalizaciones, pero dentro de un marco amplio es posible hallar algunas claves esenciales que van a determinar múltiples condicionantes para las ciudades y los campos chilenos, que trascienden incluso hasta nuestro siglo actual. La separación del espacio en estos dos estadios provoca también una valorización de dicho espacio no sólo en su aspecto inmobiliario, sino que tiende a establecer jerarquías incluso morales. Cuando una sociedad presenta a la ciudad y lo urbano como el entorno más civilizado al que se puede aspirar, el campo queda relegado y acaso condenado como un espacio de segunda clase, desde el cual es prácticamente imposible que surjan cosas verdaderamente importantes para el desarrollo de esa sociedad. El campo se limita a abastecer a la ciudad de productos primarios. Incluso el hecho de vivir en una ciudad secundaria o “provincia” ya significa, para los habitantes y autoridades centrales (y también para los propios “provincianos”), pertenecer a una condición menor. Chile concentra hoy casi el 50% de su población en la capital y muchos de los problemas de una urbe de ese tamaño provienen de la incapacidad para ver la realidad más allá de sus propios límites. Además, cuando se produce tan notoriamente una identificación de este tipo, en que la capital es todo el país, desaparece la posibilidad de que cierto nivel de diversidad se constituya como un factor elemental de la cultura. Cuando un sector o un tipo social, en este caso el tipo urbano, hegemoniza las expresiones culturales, económicas, artísticas y políticas de una sociedad, sucede que el mundo rural se auto limita, se auto retrae, se sentencia a sí mismo a lo atrasado, a lo que está fuera o lejos del progreso. Baste una sencilla reflexión a este respecto para observar tal situación.
“Para las generaciones anteriores, las de comienzos y mediados del siglo XX, la situación subdesarrollada de los países latinoamericanos era signo de optimismo y de esperanza; eran países del futuro en los que todo estaba por hacerse. Pero hoy la juventud aprende que ese subdesarrollo es una cosa humillante y se habla de éste con vergüenza y resentimiento. Se le enseña a la juventud que el peor pecado que se puede cometer contra las patrias es el de alienación del proceso económico”1.
Dicho proceso hoy día llamado de “globalización”. Todos proclaman -por todos los medios de comunicación- que la aplicación de un modelo económico nos va a salvar, que la obediencia de sus reglas -con éstos u aquellos matices- nos va convertir en países desarrollados. Así entonces se traspasa este aprendizaje, en otra escala, a la relación entre el campo y la ciudad. Ningún campesino recién avecindado en una urbe está dispuesto a confesar su procedencia y tiende a ocultarla lo más posible, aún cuando su nueva residencia haya sido provocada por la honesta necesidad de trabajo. Los jóvenes del campo anhelan trasladarse a la ciudad para salvarse del atraso y de la “barbarie” y porque sólo allí podrán hallarse próximos a la verdadera realidad.
1.- amereida, pág. 166
2.- LA RELACIÓN ENTRE COMPLEMENTARIOS.
Cuando se analiza la relación entre lo urbano y lo rural desde una perspectiva que no ubique a estas dos dimensiones como opuestos, es posible avanzar hacia el desvelamiento de una nueva visión. Una visión que pide establecer la relación como una realidad en la que ambas dimensiones necesariamente deben existir para que el desarrollo de una sociedad sea completo o al menos bien direccionado.
Aparentemente es más fácil identificar las influencias que la ciudad ha ejercido sobre los campos; las transformaciones y trastornos que el mundo rural ha sufrido por la expansión urbana. Con menor regularidad observamos dimensiones rurales operando al interior de las ciudades. No me refiero aquí a la migración ni a la creación de barriadas que acojan esas migraciones. Podrían ubicarse ciertas fiestas populares, ciertas expresiones artísticas, etc. La ciudad tiene la capacidad de incorporar y fusionar tales movimientos hasta convertirlos en una parte constituyente de sí misma. Pero el intento de este trabajo es indicar una dimensión que no ha sido tan estudiada. Por lo mismo sucede que no existen antecedentes directos que la avalen y se corre el riesgo de que la hipótesis transite por un borde ajeno, tal vez, a los terrenos estrictamente históricos. Desde una perspectiva diferente se intentará ampliar el campo de investigación planteando una pregunta, sobretodo considerando que la historia urbana está rodeada por límites bastante amplios y que esa amplitud permite abrirse a la recepción de otros horizontes2.
La ciudades chilenas crecen horizontalmente. Su expansión territorial consume miles de hectáreas rurales al año. A la ciudad podría adjudicársele el poder de arrasar y avasallar los campos, destruyendo en ese paso muchas expresiones tradicionales de vida. Pero el hecho de que la expansión urbana sea en forma horizontal, en Chile, es por una influencia directa de lo rural sobre los habitantes de las ciudades. Este modo de expansión es el resultado del ejercicio de una palabra; la Palabra del Rey3. La presencia de esa palabra, que además de ser directa en sus indicaciones a través de las leyes de indias, es parte de nuestra más profunda y sentida herencia cultural y así está muy marcada en el proceso de fundación de villas y ciudades en América y por supuesto en Chile.
2.- “lo interesante es la densidad de trabajos que se han ido realizando sobre la historia de la ciudad, sus aproximaciones, sus propuestas conceptuales, los materiales que utilizan… es fundamental, por otra parte, enriquecer el cuestionario, ampliar la percepción”.
Guardia, F.J. Monclús, J.L. Oyón, “ Los atlas de las ciudades,” La Historia Urbana -Ayer nº 23 (Madrid 1996) Pág. 112.
“no debemos deducir la defensa de una historia urbana cerrada en sí misma, dispuesta a dejar en sus márgenes todo aquello que no se someta a la férrea disciplina de lo urbano. Al contrario, pensamos que el reconocimiento de cualquier especificidad histórica, urbana, rural, política o de cualquier otro tipo radica, paradójicamente, en la diversidad de su contenido, en la imprecisión de sus límites, en todo aquello que aconseja una continuada reformulación del conocimiento”.
Juan Luis Piñón, “ Apreciaciones sobre los márgenes de la historia urbana,” La Historia Urbana -Ayer nº 23 (Madrid 1996) Pág. 28
3.- “nosotros vivimos orientados por la palabra volver, en la resurrección volvemos a nuetra carne, resucitar, ella es palabra real, palabra de rey, aquel que nunca se queda sin palabra”
Amereida
3.- CONSIDERACIONES SOBRE LA CIUDAD EUROPEA.
En una primera instancia es necesario revisar, aunque sea muy someramente, el pensamiento teórico que dominaba a quienes llevaron adelante el proceso de fundación de ciudades en América, desde el S. XVI hasta el S.XVIII (luego las ciudades cambian más por influencia de un proceso de revolución industrial que por la voluntad creadora de autoridades y vecinos).
El advenimiento del fin de la edad media produce cambios en la ciudad europea. Cambios provocados por factores diversos (económicos, políticos, etc.) que le plantean nuevas exigencias a la ciudad. Estos cambios representan esencialmente “modificaciones” que serán ejecutadas por la arquitectura. Esto quiere decir que la ciudad se ve intervenida por determinadas piezas arquitectónicas puntuales y representativas de los modos dominantes en ese momento. Cuando un arquitecto actúa sobre el espacio privado, es decir, diseña el edificio de un hogar, es posible que pueda plantear nuevos modos y maneras de habitar. Sin embargo la actuación de los arquitectos sobre los espacios públicos, durante este período que tratamos, es a través del ornato y embellecimiento de dichos espacios. Es un intento por dirigir y controlar el uso comunitario del espacio público. De hecho cuando se expropia espacio público, una parte significativa de este va a ser redestinado al uso público. Existe un estado, configurado en corte, que pretende salir de los palacios y extenderse en lo público. Anhela así reflejar el poder absolutista a través de una ciudad unificada formalmente. Se dictan ordenanzas figurativas que intentan, por ejemplo, realizar bajo los mismos preceptos todas las fachadas de una calle, como si se tratase de un único edificio. Un único edificio con capacidad para ocultar la complejidad propia del espacio tradicional (medieval)4.
La arquitectura efectivamente puede intervenir una ciudad, pero no puede transformarla estructuralmente. En Europa las ciudades se ven intervenidas, pero no transformadas radicalmente, y es posible deducir que las ideas que planteaban un nuevo hombre y nuevas sociedades no puedan ser aplicadas con plenitud. San Agustín, Quiroga, Moro, Rabelais, De Prado, Villalpando, Bacon, Campanella y otros, son autores que desde el año 410 hasta el 1600 pensaron y desarrollaron ciudades ideales. La aplicación más o menos inmutable, del plano de damero en las fundaciones de ciudades en América demuestra que las ideas de estos pensadores no fueron determinantes, pero es probable que sus ideas influenciaran el ambiente general del pensamiento urbano en esos años. Si no en cuanto a la elaboración formal de una traza, al menos se observa este nuevo pensamiento en la intención o voluntad de los fundadores y sobre todo de la Corona española, por establecer un modo de vida que de hecho es diferente, en América, al predominante en Europa. Por ejemplo, Vasco de Quiroga intervino, en 1535, en los debates de la corte a propósito de las leyes que regulaban la esclavitud de los naturales5 procurando establecer una visión en la que aborígenes y españoles vivían armónicamente en ciudades. Es así que fundó pueblos y asentamientos -sus “hospitales urbanos”- en México, con ordenanzas y motivaciones directamente relacionadas con las ideas utópicas de Tomás Moro.
Aún prescindiendo de estas posibles influencias utópicas, se hace notable el hecho de que la forma de las ciudades fundadas por los españoles en América no tenga estrictas similitudes con las ciudades europeas. Las diferencias implican el desarrollo de una concepción nueva que, además de evidenciar la presencia de un pensamiento elaborado, demuestran que este continente aportó con toda su diversidad y complejidad a la hora de la colonización.
4.- Alfonso Álvarez Mora, “ La necesaria Componente Espacial de la Historia Urbana,” La Historia Urbana -Ayer nº 23 (Madrid 1996) Págs. 42-47
5.- http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/utopia1.html
4.- LA PALABRA DEL REY SOBRE LOS TERRITORIOS AMERICANOS.
a.- La palabra del rey en lo desconocido reglado6.
Las leyes de indias establecían fronteras y franjas de tierra; por ejemplo un franja costera y otra de tierra-adentro7. Y estas franjas eran ofrecidas por el Rey, por su palabra, y la destinación de los poblados que en ellas se fundaran eran un ofrecimiento, pero de suerte que los pobladores sólo tendrían acceso a los secretos de dicha franja y no al total del continente. Establecían, estos poblados, relaciones no con el total de los territorios sino con unos centros específicos y distantes. El sentido de pertenencia se da con el lugar acotado por la palabra del Rey, ésta era la frontera8.
Es así como la ruta que lleva y trae exportaciones e importaciones a Buenos Aires atraviesa la cordillera de los Andes hasta El Callao, de ahí a Panamá y recién entonces hacia y desde España. El puerto de Valparaíso sólo puede comunicarse con El Callao y en menor medida con Panamá. De hecho Valparaíso ni siquiera tiene el estatuto de ciudad hasta casi finales del siglo XIX, pues se la considera sólo como el puerto de Santiago.
Las posibles relaciones comerciales establecidas por la Corona, al interior de sus dominios, son direccionadas en orden a la mantención del control total y absoluto por parte de un poder central. Es una cierta expresión imperial que pretende vigilar, gobernar y dirigir todas las manifestaciones de sus posesiones. Las ciudades no principales tienen contacto sólo con su entorno más directo y si bien ya en el siglo XVIII la mayor parte de la tierra tiene dueño (sea la Corona o particulares), la existencia de estas franjas permanece hasta hoy día como un modo de orden en la mentalidad de los habitantes.
Así se entiende que las fundaciones de Chile durante el siglo XVIII intenten, de alguna manera, ubicarse y asentarse dentro de una misma franja o linea o Camino Real (aún cuando éste haya sido construido con posterioridad). Es como si la franja litoral que quedaba reservada al Rey fuese una suerte de obligación para con el asentamiento9; como si la fundación de una ciudad exigiese a sus habitantes un acto como el de Hernán Cortés: quemar las naves. Sólo se podía estar bien establecido en la tierra adentro, como si la costa fuese territorio de emigrantes, de quien está siempre presto a ejecutar un viaje, de quien no está disponible para asentarse y establecerse. La reserva que el rey hace de esta franja costera es una inducción para que los territorios puedan ser fundados, para que se acuerde una destinación común en sus súbditos.
6 y 9.- ¿estamos en una tierra donde lo desconocido de ella está de antemano reglado estableciendo de este modo una unidad?
las antiguas leyes de indias trazaban una frontera que corría paralela a lo largo de las costas de américa dicha frontera distinguía
dos clases de tierra la contigua a la costa – franja de tierra re-
servada al rey y la tierra-adentro tierra ofrecida ofreci-
da por el rey – él sólo podía hacerlo – a los súbditos para que estos pasasen conocieran sus secretos se instalasen en ella de suerte que los súbditos para instalarse debían atravesar una franja de tierra cuyos secretos les estaban vedados franja que manifestaba
así la presencia del rey y la frontera establecía lo próximo y lo
alejado en cuanto a una destinación común
Amereida volumen 1, página 89.
7.- Leyes de Indias, Libro IV, título VII, Ley VI.
Que el territorio no se tome en puerto de mar. territorio y término no se pueda conceder ni tomar por asiento en Puertos de mar, ni en parte, que en algún tiempo pueda redundar en perjuizio de nuestra Corona Real, ni de la República, porque nuestra voluntad es, que queden reservadas para Nos.
8.- ¿no indicaba la franja de tierra reservada al rey que establecerse exi-
gía quemar las naves? como si el caso de hernán cortés no fuese
único pues en nombre del rey se obraba en su palabra y
el rey no podía quedarse sin palabra nosotros somos los herederos
de una tal herencia de la palabra del rey de la palabra real
la real palabra
Amereida volumen 1, página 89-90
b.- La Palabra del Rey en las Partidas y AntiPartidas.
Estas mismas leyes establecían las partidas y las antipartidas, es decir, todo aquello que permitiría que una ciudad se construyese y todo aquello que eventualmente lo impediría. Existe un elemento primero sobre el cual apoyarse; la palabra del Rey. Así se estableció una prudencia única que determinaba lo que es favorable para que una ciudad sea fundada10. Esto es un espacio no constreñido, pleno de libertad, donde los ciudadanos sin armas son conducidos hacia la plaza11, es decir, hacia lo público. Así el hombre se vuelve repúblico (republicano). Es la antigua tradición del ágora, que propone un aire diáfano para la reunión de los hombres. Un aire diáfano es aquel en donde estar al sol o a la sombra representa suertes iguales y ésto no es otra cosa que el propósito de toda verdadera fundación: la plaza es la intersección entre el lugar y los hombres12. Así la plaza no es solamente una parte esencial de la ciudad en cuanto permite una serie de condiciones que “urbanizan”; la plaza es el acuerdo o matrimonio entre el lugar y su fórmula, es el medio por el cual un hombre se vuelve habitante, es el modo en que el habitar consigue identificarse con tal o cual lugar. La plaza no es el avasallamiento ni el arrasar con las particularidades de un sitio, sino lo contrario; es aquello que recoge la versatilidad para traerla a presencia bajo dominio. Por esto los españoles preferían los climas benignos, porque en ellos se representa mejor esta antigua tradición del ágora.
Desde comarcas así establecidas se partía hacia las fronteras de la guerra y del castigo.
10.- Leyes de Indias, Libro IV, título VII, Ley Primera.
“Procuren tener el agua cerca, y que se pueda conducir al pueblo y heredades, derivandola, si fuera posible, para mejor aprovecharse de ella, y los Materiales necesarios para edificios, tierras de labor, cultura y pasto, conque ejecutaran el mucho trabajo y costas, que se siguen de la distancia. No elijan sitios para poblar en lugares muy altos, por la molestia de los vientos y dificultad del servicio y acarreto, ni en lugares muy baxos, porque suelen ser enfermos, fundense en los medianamente levantados… …funden en parte donde no estén sujetos á nieblas, aziedo observacion de lo que mas convenga a la salud…
11.- Leyes de Indias, Libro IV, título VII, Ley IX.
“La Plaza mayor donde se ha de comenzar la población… su forma en quadro prolongada, que por lo menos tenga de largo una vez y media de su ancho, porque será mas á proposito para las fiestas de á cavallo, y otras: su grandeza proporcionada al numero de vezinos… las cuatro esquinas miren a los quatro vientos principales… y las quatro calles principales, que de ella han de salir, tengan portales para comodidad de los tratantes…”
12.- la imagen tradicional que se ha tenido del ágora no puede ser otra que
la de un espacio no constreñido sino pleno de libertad donde los
ciudadanos con las partes de su cuerpo no cubiertas por las armas di-
bujan gestos que son tales porque el aire es diáfan o la luz es diáfana
tanto que estar al sol o a la sombra representan suertes idénticas
amereida, pág 98.
c.- La Palabra del Rey y las Casas13.
La palabra del Rey también determinaba ciertos aspectos de las casas . Estas debían ser o presentarse, a los naturales de América, como lo maravilloso. Eran casas extendidas paralelas al camino, cerradas a éste y abiertas hacia su interior en tres patios (que podían ser de diferentes tamaños según las posibilidades del dueño). En estos patios habitaban al menos los pájaros y de algún modo este habitar animal dentro de la casa está pensado en la suposición de que dichos animales no caen en la cuenta de su cautiverio, es decir, para que vivan como en su hábitat natural. Hay algo, entonces, de lo natural llevado al interior de los patios. Pero esta observación adelanta la construcción, hecha a propósito o no, de un acto de umbrales que se da en estas casas de tres patios. Porque en el fondo las aves son un elemento representativo que está permitido por el dueño de casa. Él puede decidir qué es lo que cabe o no dentro de los patios. Los patios pretendían dejar fuera a los animales, a las herramientas de trabajo, a los frutos de la tierra14. Como si la casa y sus patios poseyeran una visión de sí misma que le permite discernir entre lo que es representativo y lo que no lo es, cuidando en el fondo un espacio sólo para los hombres. Este espacio reservado denota que la casa (sólo puede haber la plenitud de una casa en lo urbano, pues ella es una de las máximas expresiones de la ciudad) es el reino de lo humano, donde la civilización concentra sus mejores virtudes, donde las buenas costumbres, el temor de Dios y la cultura en general alcanzan su más alto estadio. En ella no caben ni la barbarie ni el demonio, quien siempre anda suelto por bosques, campos y montes. El entrar a una casa es un privilegio de los hombres y su habitar debe aproximarse al privilegio máximo que es la iglesia, porque ella es la casa de Dios.
13.- Leyes de Indias, Libro IV, título VII, Ley XVIII.
“Los Pobladores dispongan, que los solares, edificios y casas sean de una forma, por el ornato de la población, y puedan gozar de los vientos Norte y Mediodía, uniendolos, para que sirvan de defensa y fuerza contra los que la quieren estorvar, ó infeftar, y procuren, que en todas las casas puedan tener sus cavallos y bestias de servicio, con patios y corrales, y la mayor anchura, que fuere posible, con que gozarán de salud y limpieza.”
14.- y en estos patios no se ven útiles de
trabajos ni animales domésticos ni frutos de la tierra éstos
quedaban fuera no eran parte directa de la oblación sólo los
hombres podían entrar tenían ese privilegio.
Amereida, pág 108
d.- La Palabra del Rey en las Quintas.
Después de este primer modo de las casas, donde residía la mayor cantidad de la población y que se ubicaban en el centro de las ciudades, surge -en las afueras de estas- lo que aún conocemos como una “quinta”15, que hasta hace no mucho tiempo era el lugar de pasar los veranos. Ella dispone equidistantes sus elementos: la puerta de entrada, el jardín, la hortaliza, la arboleda, un terreno al fondo en estado de potrero. Estas quintas, a pesar de su aspecto, eran al modo de la ciudad, porque estas familias habitaban así para diferenciarse de sus generaciones anteriores, que vivían en el centro de las ciudades en las casas de tres patios. Además la posibilidad de habitar en una quinta se da necesariamente en la dependencia de que la distancia al centro urbano no se torne un castigo, es decir, depende de la velocidad. Hoy en día, la imposibilidad de contar con la velocidad es de hecho un castigo en cuanto nos deja aislados16. Y una ciudad precisamente ha de impedir el aislamiento (Esto no quiere decir que en la ciudad no se den las distancias. Las iglesias principales que construyeron los españoles se ubican en medio de una manzana libre de cualquier otra construcción, así llegar a estos templos pedía de una distancia y esa pura distancia –sin cercos de por medio- establecía lo privilegiado17).
15.- en una quinta ella disponía equi-
distantes sus elementos – la puerta de entrada el jardín la terraza
la casa la hortaliza la arboleda un terreno al fondo que se
conservaba en estado de potrero a fin de que cada parte de la quinta
dilatase sus sombras segœn su propia indolencia y salíamos largamente
en las tardes para mirar cómo se daba el cuidado en las quintas veci-
nas con igual paso a cuando íbamos por la propia mientras palpába-
mos que la naturaleza y la extensión se constitu’an en una amable ar-
monía en honor de los dueños de casa.
Amereida, pág 114
16.- mientras tanto la distancia se
ha vuelto una imperfección sólo la velocidad redime la imposibi-
lidad de contar con ella es un castigo muchas veces tolerable pero
un castigo nos sentimos aislados en las distancias pequeñas y pocas
ya dejan de serlo ajenos en ellas a ese confluir de la extensión y la
naturaleza.
Amereida pág 115
17.- Leyes de Indias, Libro IV, título VII, Ley VIII .
“En Lugares Mediterraneos no se fabrique el Templo en la plaza, sino algo distante de ella, donde esté separado de otro cualquier edificio, que no pertenezca á su comodidad y ornato, y porque de todas partes sea visto, y mejor venerado, esté algo levantado del suelo, de forma, que se haya de entrar por gradas…”
e.- La Palabra del Rey y la Levedad.
Aún existen, en el campo o en la cordillera, los vestigios de algún camino colonial18. Caminos en los que se transitaba a lomo de mula y cuyos anchos exigen una levedad a quienes los transitaban y aún los transitan. Estas rutas que habrán tenido pequeños refugios también así de leves. Así se obtiene que esa existencia estaba marcada por esta “levedad”. Podríamos hablar de dos modos del campo o del mundo rural que se dan hoy.
Uno primero que conserva o que aún es reflejo de ese primer modo de ocupación de la tierra. Un modo con alamedas uniformes que encuadran lo cultivado y que dan cuenta de una suerte de microclima. Un microclima que es la única posibilidad de subsistencia en cuanto miden una helada o una orientación respecto del viento. Pero este es un equilibrio precario.
Totalmente diferente es un segundo modo, en donde existen especialistas altamente preparados para el cuidado de las cosechas y de los animales, en donde interviene la tecnología de avanzada y las producciones dependen directamente de la bolsa de Nueva York o de cualquiera otra gran plaza de mercado. Aquí la producción ya no es para la mera subsistencia, sino para ser llevada a un lugar lejano del mundo, por lo que el aparato urbano (caminos, dinero, tiendas, etc.) ha invadido el mundo rural19.
Sin embargo, la antigua levedad con que se habitó este continente aún permanece como una señal entre el paisaje, es decir, en el mundo de los campos, en el mundo rural. La vastedad de América descolocó a los españoles y aún hoy deja a los europeos estupefactos. Esa vastedad es lo que, tal vez, no ha permitido que aquí se construyan edificaciones monumentales como, por ejemplo, las catedrales europeas. Allá los hombres han requerido acercarse a Dios a través de los grandes tamaños, de la enormidad de los edificios, avenidas y otras obras. En América lo enorme -lo que no tiene norma- está en todo el paisaje; en montañas, ríos, lagos, selvas. Y para habitar en esa vastedad se requiere de la levedad. Algo de esta levedad es incorporada en las ciudades americanas cuando, al menos, los españoles describen maravillados -por ejemplo- las habitaciones que algunos grupos indígenas construían sobre los árboles en el amazonas.
18.- voy por la cordillera de los andes en automóvil en diversos luga-
res aparece el antiguo camino de la época colonial del breve ancho
de las pezuñas de una mula y los puentes de idéntico ancho anchos
que bastaban antaño para avanzar y llegarse desde la costa hasta el cora-
zón de la tierra-adentro aœn permanece en pie algœn refugio donde los
viajeros podían reparar las fuerzas así mismo leve increiblemente
pequeño uno lo toma por horno para cocer el pan cuerpos leves en
existencias debían ser aquellos que transitaban por estos caminos.
Amereida, pág 95
19.- En mi viaje llego a una hacienda al pie argentino del aconcagua el padre
del dueño actual fue el primero que trabajó estas tierras las labores
están pues en manos de la segunda generación y los ojos de este
dueño de la tierra miran las tempestades que ciernen sobre la vertiente
chilena de los andes ellas son las importantes no las que vienen
desde el atlántico que apenas alcanzan a llegar hasta allí él me ex-
plica esto con ojos razones y ademanes que conservan las distancias
de las viejas fronteras de las partidas y antipartidas de los caminos
y refugios leves él vigila las uniformes alamedas que encuadran lo cul-
tivado y que dan cuenta en la minucia de cada follaje de la sensibilidad
de los microclimas – una helada no bien prevenida basta para que los
frutos se pierdan una mala orientación respecto al viento para que los
animales mueran para que el trabajo de años se desplome
Amereida, Pág. 95
5.- CONCLUSIONES.
Considerar el sentido de la palabra del rey como un factor que determina el modo de ser de las ciudades en América es una manera de iniciar una investigación. Desde aquí es posible observar situaciones que se heredan y que se siguen dando en la relación del habitar en el campo y en la ciudad.
De hecho, es posible pensar América como un fenómeno único en el mundo; un fenómeno de unidad que es incluso mayor al conseguido durante la plenitud del Imperio Romano. Una unidad cifrada en la lengua, desde el Cabo de Hornos hasta Nuevo México. El hecho de esta unidad, en la que evidentemente caben muchísimas consideraciones de la más variada índole, se presta para una experiencia singular, que tiene que ver directamente con lo que comentaba anteriormente: aquello relacionado con las ciudades: La tierra americana es terreno ideal para pensar un espacio y un tiempo vírgenes y dispuestos a las ideas y los proyectos que vienen desde Europa. En América lo que viene de afuera se instaura desplegándose en libertad y, además, esta tierra americana, que ya antes de la llegada de los españoles había producido “civilización”, enfrenta –relacionando íntimamente- este despliegue de lo que viene a instaurarse con lo que ya existía. América es, para Europa, la ocasión propicia , lo que posibilita una realización. Pero no cualquier realización, sino una fundación. Fundar en el sentido de poner en marcha algo, dar inicio a algo para establecerlo en un ritmo propio y peculiar. Eso propio de América no es simplemente la posibilidad de construir lo nuevo o novedoso; es decir, no basta con considerar lo propio como la realización de una utopía. Esta fundación que América posibilita o concede es el ejercicio de la libertad, pero no simplemente en términos de que todo hombre puede ser lo que pueda ser, porque de hecho se trata de la culminación de un proceso europeo. Es en Europa donde comienza la idea de esta liberación y América provee el terreno propicio.
La fundación de las ciudades americanas tuvo su fundamento integral en lo que conocemos como las Leyes de Indias20. Se deben valorar estas leyes como algo más que un código legal, porque además de regular, ordenar y ajustar las más variadas expresiones y situaciones que se dieron durante el proceso de conquista y luego de colonización, su comparecencia sobre los vastos dominios españoles permanece aún en nuestros dias como una verdadera herencia de identidad para latinoamérica. Las Leyes de Indias no son solamente leyes, sino un franco cuerpo o corpus que contiene, incluso en forma explícita y también cifrada, el origen de innumerables expresiones y dimensiones que existieron y existen en América. Las Leyes de Indias son, en el fondo, la Palabra del Rey.
La palabra real o palabra del Rey, que tiene en América poder fundador, va a ser el medio por el cual se construye la ciudad en América. Esta palabra, necesariamente debe calcular o sostenerse con una cabeza épica y no una lírica, porque la primera es capaz de retener una visión histórica y, sobretodo, orientarse manteniendo su propia ley o regla aún cuando no sea del todo adecuada para las condiciones específicas del país sobre el que actúa. Si la palabra del Rey respetara las reglas de cada país, la experiencia se vería arruinada por la versatilidad. Dicha palabra contiene en sí un proyecto que se orienta sobre una visión que en primera instancia aparece falsa e imposible de implementar o aplicar estrictamente, precisamente por esta versatilidad de las condiciones en cada región y en cada país. La palabra del Rey, para fundar en América, requiere de un lenguaje que, más que interpretarla, debe ponerla en marcha y realizarla. Y resulta que, de hecho, este lenguaje que implementa la palabra real, lo hace atendiendo a lo irrealizable.
Fundar y luego construir una ciudad en América es enfrentarse a un trance que comienza con la irrupción de la tierra misma cuando se ofrece. Su abundancia es en el fondo un tesoro que permitiría una utopía europea: la edad de oro. Sin embargo el enfrentamiento con un abismo pleno de contrastes no tiene una solución inmediata. Porque sucede que un abismo que no es respetado despierta siempre a sus gigantes para que actúen sobre los irrespetuosos.
20.- las primeras; Leyes de Burgos, sancionadas el 27 de diciembre de 1512 por Fernando el Católico. Luego las llamadas Leyes Nuevas, promulgadas en Barcelona el 20 de noviembre de 1542 bajo Carlos V. En 1596 aparecen las primeras recopilaciones bajo Felipe II. En 1680 se completa La Recopilación de las Leyes de Indias bajo Carlos II.