junio 3, 2005

Exámen del Taller de Diseño Primer Año

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Vamos a decir que somos novísimos, primerizos adentrándose al estudio del oficio; todo esto por primera vez. El profesor mismo que aquí habla -es decir yo- por primera vez viene a hablar desde ahí, desde su oficio: el Diseño.

Como está entre nosotros la palabra de por medio, yo debo hacer este reconocimiento de hablar históricamente, el que oye y el que habla aquí es otro. “Yo es otro” declara Rimbaud para distanciarse de sí.

Desde los trabajos de William Blake y luego Mallarmé la poesía quedó ilustrada por su propio autor; la misma mano escribe y dibuja por medio del misterio.

Este partir es todavía escribir y dibujar separadamente; nosotros notamos, adscribimos al margen, tendemos los hilos entre los nombres, medimos el campo de trabajo, la superficie la plegamos en su respectiva sucesión, vemos que está bien y descansamos.

Hemos tomado el Quijote porque adscribimos a la historia y porque creemos que en aquella palabra, que también trae el Taller de América, se funda un capital de la lengua al cual nosotros le damos forma de geometrías suspensivas que culminan una secuencia. La escena la guía el texto y el dibujo a su notación.

¿Cuán preocupante es este estado primero del Diseño, su blancura casi ciega? Por eso novísimo. ¿Preocupante en su minucia? Se empecina uno en tomar el pulso primero de la palabra -lo que oigo-.

Téngase presente el transmitir y el comunicar; dos escalas muy distintas para el mensaje (sujeto). Poesía y oficio cubren esa escala; por eso poco; una medida, una notación. Sin duda lo heredado no es necesariamente comunicado.

Es imperioso esto de la transmisión; el ejercicio del profesor está en su palabra y en cómo se despliega en el oficio. Para la poesía la palabra es hecha carne, así el dibujo anotado para el diseñador es su donaire.

¿Por qué se ilustra? Porque la letra muerta requiera al espíritu para hacerse carne; y el espíritu es quien ilustra a la persona. Goya, Durero, Rembrandt, Matisse; todos nosotros hemos dibujado al Quijote; este Taller se ha dedicado a ello, a la semántica del castellano. Mi patria es la lengua decía Ricardo Reys.

Se trata primeramente de dar forma a esa conjunción, de hilar las unidades que gobiernan la figura y dan forma y tiempo a la escena de un acontecimiento que se da en la letra (el Ingenioso Hidalgo). No se trata de una recreación, puesto que lo ilustrado no es hecho acontecido sino narrado. Se trata de la manifestación del conflicto narrativo y formal; digamos: evidencia y abstracción.

En estas dos está el reconocimiento a la reorientación de la plástica luego de la impronta de los manifiestos del siglo pasado que hicieron de la palabra el punto principiante: T. Tzara, Marinetti, Breton… varios más entre medio y cerca nuestro el Manifiesto del 15 de Julio del 67; palabra y privilegio; esto es ya historia, luces para el nuevo siglo.

Esto es Evidencia: el Taller toma lo que “Hay” como la declaración de Apollinaire: “il y a”; ese es su documentas, su pre-histórico, su presentación.

Esto es Abstracción: Este es el punto ciego y blanco del taller; aunque no se trató explícitamente al modo de Mondrian, Malevic y Kandinsky, el proceso al que el alumno se principia y adentra es abstractivo por cuanto debe sustraer sabiendo de ese paso que quita para quedarse con lo que no se puede prescindir, lo imprescindible: su pura esencia sin desaparecer; esta es la experiencia proyectada.

Se trata entonces de poder llegar también a hablar abstractamente, sucinto, escueto, blanquecino. Por cierto la florituras del Quijote deben tenerse como precedente y no procedente. La palabra de los siglos nuevos es aquella que trae el mensaje sin medianías… luego de principiar entramos de lleno.