enero 16, 2014

Discursos de titulados en Ceremonia de Titulación enero 2014

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Arquitectura

Estimados colegas, profesores, familiares, amigos:

Primero que todo, quiero saludar y felicitar una vez más a todos los aquí presentes, arquitectos, diseñadores, artistas, porque sabemos que no es fácil haber llegado hasta acá. Ya sea por un esfuerzo físico, mental, u económico, sabemos lo difícil y pesado que es, en nuestro caso, estudiar arquitectura.

Como reflejo de esto que acabo de mencionar, a muchos nos llamó la atención, y con justificada razón, una publicación en El Mercurio sobre indicadores de distintas escuelas de arquitectura, donde se habla de la calidad académica de distintas escuelas y facultades, evaluadas mediante los procesos de acreditación de la CNA; de la deserción en primer año, de la duración real de la carrera; de los aranceles y de las brechas con el arancel real; de la rentabilidad de estudiar arquitectura en Chile, y del ingreso promedio al cuarto año de egreso.

Indicadores, en algunos aspectos, bastante gratificantes, y en otros también, bastante alarmantes respecto a lo que se nos está viniendo a nosotros, como profesionales jóvenes, de esta escuela, en este país.

En realidad, muchos de ustedes egresaron ya hace un año o un poco menos, y en este tiempo ya han podido conocer bastante bien distintos aspectos de lo que unos llaman campo de ejercicio, y otros, mercado laboral. Ya han podido saber con qué herramientas contamos, también sobre las herramientas que aún debemos conocer y perfeccionar, y de las exigencias a las que tenemos que adaptarnos.

Ya estando un tiempo fuera, y hoy más que nunca, todos aquí sabemos de las virtudes y los vicios de nuestra escuela, y cada uno sabrá encontrar el momento y el espacio para debatir sobre esto, ocasión que sería muy oportuna si fuera tomada por La Escuela, sobretodo hoy, que está en un interesante momento de cambios.

Pero más allá de todos los indicadores o rankings que podamos encontrar, nosotros, que ya tenemos algo de experiencia en el mundo laboral, habiéndonos dado cuenta o no, hoy, podemos tener una relación distinta con el tiempo.

Digo esto porque el mundo que conocemos, a través de responsabilidades cada vez mayores, nos va exigiendo más y más tiempo, ya sea para trabajar, o porque algunos han decidido o se han encontrado con la posibilidad de formar vida en familia, etcétera. Es bastante común ver comparaciones de nuestro mundo con una máquina o un tren que no se detiene, y en realidad hay pocas señas de que el mundo no funcione así.

Pues, para sobrevivir, no sólo se exige nuestro trabajo para que las ciudades, los países, y el modelo económico global sigan funcionando, si no también nuestro tiempo.

Y la verdad, es que lo que le agradezco a nuestra escuela, es la posibilidad y el valor de aprender a hacer una PAUSA. Una PAUSA construida. La posibilidad de encontrarnos en una relación consciente o inconscientemente distinta con el tiempo, al dar valor y énfasis al ocio y la contemplación como principal fuente creativa.

Quizás les llamará la atención lo que acabo de decir porque, muchas veces, tiempo es lo que menos teníamos, sobre todo cuando había que preparar láminas de dibujos inmensas, o cuando tuvimos que hacer cursos del espacio sin saber qué eran los cursos del espacio; o cuando había que hacer maquetas, o se aproximaba la entrega final; o cuando más de alguna vez nos dimos cuenta de que quedando sólo una noche para terminar, era mucho el trabajo que aún estaba por delante.

Pero más allá de esos momentos, que en realidad fueron muchos, o casi todos, tenemos que reconocer y valorar las Pausas que nos fueron ofrecidas en este tiempo de escuela, ya sean Pausas a través del dibujo y la observación, o Pausas en las Travesías, recorriendo y conociendo América en un tiempo suspendido entre la vorágine de las exigencias académicas; o por qué no decirlo, Pausas también en las fiestas que compartimos juntos, fuesen estas antes, al principio, durante, al fin o después de las travesías, ocasiones en que tuvimos la oportunidad de conocernos, compartiendo la belleza de lo que fueron todas estas experiencias en común, y también, compartiendo un sinfín de anécdotas que recordaremos sin duda cuando nos volvamos a reunir, una vez que acabe esta ceremonia, esta noche, en Valparaíso.

Me gustaría que más que con el diploma que hemos recibido hoy, volvamos a nuestras casas con la consciencia del valor que tiene la posibilidad de hacer una PAUSA, del valor que tiene detenerse y contemplar dónde estamos, y del valor que tienen las personas que nos rodean, o que alguna vez estuvieron con nosotros.

Amigos y amigas, mucha suerte, energía, perseverancia, astucia y éxito en este camino que ya no es futuro, sino presente.

No está de más recordar la responsabilidad que tenemos como arquitectos para con la construcción de los lugares donde se da la vida de todos, y también recordar lo importante que es, incluso a nivel profesional, cultivar un espíritu crítico, ante el contexto nacional y mundial en el que nos encontramos hoy.

Un cordial saludo para todos ustedes, compañeros del ánimo y de la razón. No olviden que El camino no es el camino.

Pablo Vásquez, arquitecto PUCV

 

Diseño Industrial

A los amigos, compañeros y ahora colegas:

No sé si se acuerdan, como yo, de la primera cosa que aprendieron del oficio. El primer encargo había sido una lámina con croquis y observación del aparecer de la ciudad. Pero además de eso, y lo que varios no sabíamos, era que esto se prolongaba al cómo se presentaba esto en la sala. Lo que hacíamos era ir a comprar chinches para colgar la lámina, obvio. 

Aparece uno de los profesores, mira las láminas y dice «en unos años más les va a doler a ustedes haber perforado esas láminas», mirando con horror el surtido de chinches de todos los colores posibles.

Del encargo a la obra, la materia inerte pasa a ser la continuación, la prolongación de uno mismo -uno es otro. Uno está en ese papel, uno está en esa silla, uno está en ese juego. Y uno no quiere ser el chinche que perfora la lámina espléndida.

El amor al oficio parte así, asumiendo esa entrega de uno mismo para que ese otro se muestre de la mejor forma posible. No sólo se arriesga la mano, se arriesgan los ojos, los pies, la cabeza. Que nuestra obra sea el resultado del goce de nuestros sentidos, aquí, ahora, allá y mañana.

Francisca Concha, diseñadora industrial

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