marzo 15, 2011

Clase 1 Trimestre I 2011

Categorías:

Jaime Reyes:

Texto disponible en la siguiente entrada: Historia de una Clase Magistral.

Manuel Sanfuentes:

Este lugar del taller de Amereida, este lugar de amereida en relaidad es el ha-lugar de la poesía. Este lugar sin posición podríamos decir. Tiene posición pero cambia, puede ser en otro lugar.
Unas notas para anticipar lo que dice Jaime, anticipar la manera con la que el taller se puede aproximar a esto que llamamos belleza o lo bello.

A través del acto damos el paso de lo uno, del yo, del individuo al nosotros, al todos. Nuestra belleza bordea el oficio donde el misterio del desconocido canta en nuestras manos. En las palabras reside el silencio que en la poesía resuena y nos lama. La belleza es la propiedad de las cosas que hace amarlas, y se ama en la presencia y en la ausencia. No el cuerpo, no el sujeto no la cosa, sino lo que ellas nos traen, quizás lo que las cosas callan. Como un resguardo que reserva lo inefable, porque no se puede decir, porque no ha sido dicho, porque nunca dice lo bello de si mismo, sino a través de los otros.
–Yo soy Otro–, desde ahí la poesía habla para que el sentido resida afuera de ella.
Lo único y lo múltiple combaten en nosotros en una lucha feroz por permanecer unidos en sus diferencias, todos y unos en ese combate con las formas de lo bello.
Lo abierto nos ha llevado a ello y nos ha traído aquí donde la belleza, –ella misma– también se nos oculta y se nos muestra para que cada vez se nos manifieste otra.

Carlos Covarrubias:

Parecía sumamente fácil ponerse de acuero en el taller con una palabra tan trillada –belleza– como lo es la palabra amor. Yo también busqué alguna manera de abordarla por primera vez y me encontré con algo desconocido para mí y que se lo conté a primer año ayer.

Belleza es el acto mismo de aparecer, la forma en que aparece, el modo como aparece. Es como un regalo a la condición humana de que las cosas aparezcan. Imaginense por un instante que las cosas no aparecieran y para tal aparecer es que la condición humana es tan polifacética, tiene tanto misterio, tiene sentidos, ve oye, tiene el tacto, el olfato, el gusto. La condición humana que tiene la forma de un corazón que dibujamos en los árboles con flechas, con eros.
Este corazón que late y nosotros ya lo sentimos como si hablara como si él fuera también un ojo del ser. Tenemos también la cabeza, esta mente que esta permanentemente estructurando, pensando, poniendo, formalizando las cosas y que aveces nos juega las más tremendas pasadas y nos lleva a los más magníficos estados. Pero no esta sola y como si fuera poco, la condición humana cuenta con el alma, antes los antiguos hablaban del anima, el animo, esa fuerza misteriosa que aveces nos saca de lo hondo de nosotros mismos y nos permite tomar aire.
Toda esta gama de misterios se reúne y se une para en un momento determinado dar cuenta de lo que aparece milagrosamente ante nosotros mismos. Y es en ese instante que se produce el universo, este matrimonio de lo que no estaba y está y se manifiesta. Uno le da cabida y se funde y construye el acontecer. Ese el acto, ese es nuestro acto, ese y ningún otro.

Alberto Cruz Covarrubias:

El último momento de los miércoles está destinado lo que podemos llamar «un momento en que el taller de amereida es el espejo de lo que sucede en nosotros en la escuela». Es el espejo de nuestro acontecer, y eso único es lo que quiero decir en este inicio.
Yo pienso si me miro en el espejo, tengo este ojo y lo miro aquí el frente, si yo me pusiera al frente digo que es un recorrido para verme tal como soy. Luego cuando le miro al espejo no doy ese recorrido, doy un medio recorrido, o sea en el espejo nos damos un medio recorrido. Este último momento no puede vivir solo en lo que se dice en él y tiene que recurrir a que los alumnos por su propio cuento y deseo y modo del que le parezca a cada cual hagan consulta de unos o de a varios sea como sea. Y esta vez le pueden hacer preguntas sobre esto del reflejo en el espejo a Miguel Eyquem que ha sido un hombre de estas dunas desde el año 1950, a él le preguntan sobre esto, sobre esta condición de nosotros ser espejo.
Pero viene también a su vez otra cosa, que el taller no es el –es– de los filósofos, nosotros no somos espejos, el espejo es eso que está ahí. Entonces se forma otro asunto con el ser, es el ser de nosotros no es el ser de los filósofos. Para saber eso también hay que preguntarle a Miguel Eyquem que sabe en francés el verbo ser y el verbo estar y eso le trae a todos ocurrencias.

Lo uno, el espejo, que somos espejos, pero no de los filósofos y que nos reflejamos pero no con un asunto el reflejo, hay que ir colocando sangre adentro por los caminos de las ocurrencias o los caminos que ustedes tomen. Por los caminos que ustedes quieran tomar.
Por supuesto que el trato con Miguel Eyquem es una de las cosas que poseemos de siempre.

Noticias relacionadas